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'Caída libre', la Lydia Tár de Belén Rueda en la gimnasia rítmica

Laura Jou dirige esta historia producida por J.A Bayona sobre el declive íntimo y profesional de una entrenadora con un imperio sustentado por el abuso de poder y el pleno control de su vida

Belén Rueda y Maria Netavrovana en una escena de 'Caída libre' / Universal

Belén Rueda y Maria Netavrovana en una escena de 'Caída libre' / Universal

Madrid

Laura Jou estrenó en 2019 su primera película como directora: La vida sin Sara Amat. Antes, en 2015, ganó en el Festival de Málaga el premio al mejor cortometraje de ficción con No me quites y en los últimos años ha dirigido episodios para las series Fácil y Cucut. A simple vista, su carrera como realizadora parece bastante representativa de la trayectoria de muchas cineastas coetáneas, con muchos años de fogueo en el corto antes de saltar al largometraje. Sin embargo, la barcelonesa ha tenido un bagaje muy particular: se formó como actriz de teatro y trabajó en las compañías de importantes nombres como Julieta Serrano o Héctor Alterio hasta que, interesada por el trato con los intérpretes, comenzó a ejercer como coach de jóvenes actores. Esa es la profesión que le ha permitido colaborar con Alejandro G. Iñárritu, Agustí Villaronga y principalmente J.A Bayona, que produce su segunda película: Caída libre.

Jou sitúa los primeros pasos del proyecto hace nueve años: "El primer contacto que tengo con la historia es cuando una mujer me cuenta que está devastada porque su marido ha empezado de cero y ha tenido un niño y tiene una oportunidad de volver a empezar, mientras que ella se queda en su casa con sus canas, su menopausia y su imposibilidad de tener un hijo". "Le parecía muy injusto, y a mí también me lo parecía, me estaba separando en aquel momento y tenía una serie de emociones y contradicciones que hicieron que empezara a montar una historia en la que una mujer a esta edad que se invisibiliza hace algo con su vida", cuenta la directora a El Cine en la SER.

Desde entonces "han pasado muchos guionistas y hemos dado muchas vueltas". Por aquel entonces, trabajaba con Bayona en Un monstruo viene a verme y el director se mostró interesado en la historia, hasta que decidió producirla con sus socias Belén Atienza y Sandra Hermida. El proyecto avanzó muy poco a poco, tanto que durante mucho tiempo la posibilidad de hacer la película parecía muy lejana. Un día, Laura Jou se encontró en la televisión con Over the Limit, documental sobre los malos tratos de la entrenadora Irina Víner a la gimnasta Margarita Mamun en su preparación a los Juegos Olímpicos de 2016. A Jou le pareció que ese entorno era idóneo para su germinal película y que Irina Víner podía ser una inspiración para construir a su protagonista: "Me resultó fascinante, un personaje que lo pones en una ficción y no te lo crees, con sombreritos y outfits completamente ridículos, una cosa muy despreciativa y muy cruel, una Cruella de Vil realmente". Ahí es cuando se sumó como guionista Bernat Vilaplana, otro habitual del equipo de Bayona, y el proyecto siguió su marcha.

A priori, podrían parecer contradictorias las dos características de la protagonista de Caída libre. Por un lado, víctima de una injusticia y por el otro, implacable abusadora. En esa discrepancia es donde ha querido diseñar Jou al personaje. En los instantes iniciales de Caída libre, Marisol, interpretada por Belén Rueda (de nuevo, Bayona como nexo) se aplica frente al espejo varias capas de maquillaje. En el Centro de Alto Rendimiento, portando una peluca de corte bob color castaño, dirige a sus gimnastas con autoridad y aspereza. Se acerca el Campeonato del Mundo y debe sumar otra medalla de oro, esta vez de la mano de una nueva gimnasta ucraniana (Maria Netavrovana) recientemente nacionalizada. Su máxima es que "nosotras no hacemos deporte, sino que competimos", y todo vale por el éxito. Por otro lado, en casa todo va mal: su marido (Ilay Kurelovic) le confiesa que ha comenzado una aventura con una mujer más joven que ella, con la que además va a tener un hijo. La máscara de Marisol, construida en el poder y el control, empieza a quebrarse y, como consecuencia, sus métodos de trabajo se vuelven aún más extremos a la vez que lucha en vano por mantener a su marido. Comienza así una caída libre que amenaza con acabar con todo.

"A mí lo que me interesaba sobre todo del personaje de Marisol es cómo alguien se hace a sí mismo olvidando que es una persona sensible", explica la directora sobre un personaje cuyas "capas que se va poniendo para tener un lugar en el mundo son de fortaleza, de poder y de estatus", pero que olvida "lo más preciado que uno tiene, que es su esencia".

El de Marisol es un rol interesante por sus contradicciones y especialmente atractivo de interpretar. Belén Rueda, muy entregada a la causa, explica que a los "personajes los miro como si fueran amigas con las que a veces no estoy de acuerdo, pero que sabes que tienes que estar ahí por la razón que sea". La actriz afirma que le "cuesta mucho entender sus decisiones, su visión de la vida con respecto al trabajo o lo personal, pero hay que entender a tu personaje para poder interpretarlo desde lo más profundo, aunque eso no quiera decir que estés de acuerdo con con sus decisiones a nivel personal". Cuentan actriz y directora cómo eran frecuentes durante el rodaje las discrepancias de opiniones por los actos de Marisol, reflejadas en cierta medida en la película, que se debate entre el retrato de los abusos de poder en el deporte de élite y en el viaje interior de una protagonista hacia un despertar en su conciencia.

La caída libre de la protagonista recuerda en cierta medida a la de aquella película con la que Todd Field puso fin a su hiato de 16 años sin estrenar una película, TÁR, donde Cate Blanchett encarnaba a una déspota directora de orquesta amenazada por las acusaciones . Aunque en aquella película las extralimitaciones eran principalmente de carácter sexual, hay ecos de esa Lydia Tár en Marisol por su desprecio hacia sus jóvenes y por la forma en la que se vale de su posición más allá del género, amparada esencialmente por su lugar en las estructuras de poder.

La contraparte de Marisol es Claudia, interpretada por Irene Escolar, discípula de la entrenadora y ahora ayudante que aboga por la sororidad y el buen trato. "Me parece fundamental la solidaridad en cualquier ámbito, aún más si encima es un grupo de mujeres, donde todo es mucho más frágil y vulnerable", opina. Escolar recuerda que durante su preparación para el papel visitó el Centro de Alto Rendimiento de Madrid y pudo ver de primera mano trabajo de las entrenadores jóvenes con las gimnastas, donde sintió "un cambio de paradigma muy grande". "Ellas, que habían vivido esos abusos de poder, esa impunidad y esa violencia, y que vienen de otra generación con el mundo que está cambiando mucho, estaban incorporando maneras nuevas de ejercer su poder, viendo que es algo lúdico, por mucho que haya una disciplina y un rigor brutal, estaban disfrutando y se les veía disfrutar en la relación que tenían", detalla.

Con un personaje principal cuyas prácticas se sitúan a las antípodas de ese modelo, para Jou era precisamente un desafío generar una conexión con el público. "El reto de esta película era mantener el interés de que este personaje duro y áspero y seco tuviera algo que escondía y que te mantuviera ahí en la pantalla para ver qué había detrás de todo", comenta. Existe una cierta sensación de exculpación en sus palabras, motivadas quizás por su gusto por los personajes oscuros: "A mí los personajes antipáticos me encantan, de pequeña miraba más a la bruja de Blancanieves que a la propia Blancanieves, porque los personajes aparentemente antipáticos o malos son personajes conflictuados y si no hay conflicto no tenemos historia".

A través de la puesta en escena la directora busca resaltar dicho conflicto, con unos tonos apagados en la fotografía de Marc Gómez del Moral apropiados para "el melodrama que debía destilar la imagen" y elementos con funciones simbólicas, como una torre referente a lo fálico en la plaza donde el marido de Marisol comanda una obra de construcción o los espejos que cuestionan la identidad de la protagonista. "Hay una cantidad de elementos que funcionan por sí mismos, más allá de que el espectador lo entienda o no, van entrando en el subconsciente y es un tema que me gusta mucho, creo que el cine es un gran altavoz para artistas a los que les gusta trabajar con esto", cree la directora.

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