El "milagro" de Illa

Madrid

Les cuento un “milagro” mientras se está produciendo. Desde las elecciones catalanas del domingo la estatura de Salvador Illa parece crecer cada día, y no solo entre los “suyos”. Es el hombre tranquilo, reflexivo, propositivo. Va contra la corriente. Rehúye la moda dominante del ruido, el insulto y la agresividad. Por eso, llegue a lo que llegue, se está convirtiendo ya en bálsamo para muchos ciudadanos huérfanos, desencantados o hartos de la exageración o la idea estéril.

El efecto Illa se basa en respetar al otro, en considerarle rival y no enemigo, en rechazar el recurso a humillar al derrotado, al que muchos vencedores se ven tentados. Será quizá demasiado pausado, pero es que ya pecábamos de pasos precipitados, agónicos, diseñados para impresionar. Dispone de varias opciones para lograr la investidura. Y no desprecia ninguna, aunque prefiera gobernar en minoría con pactos continuos de geometría variable. Quizá con el añadido incluyente de dar entrada a los posibles aliados en el “sottogoverno”: cargos institucionales, parlamentarios, en organismos autónomos.

Tras la maratón, tiempo de respirar.