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Cannes 2024 | Jacques Audiard conquista Cannes con 'Emilia Pérez', un explosivo musical sobre una narco trans

El director francés logra lo imposible: convencer con uno de los proyectos más bizarros de la competición, un musical emotivo y reivindicativo que muestra a las mujeres unidas frente a la violencia de género

Fotograma de 'Emilia Pérez' con Selena Gómez / FESTIVAL DE CANNES

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Cannes

Se pregunta Judith Butler, la socióloga queer por excelencia, en su nuevo libro: ¿Quién teme al género?. En él una indagación de todas las supercherías que tanto supuestas feministas TERF como la extrema derecha, como la Iglesia, han lanzado en torno a todo aquel que se salga del esquema binario y patriarcal que decide qué identidad debe tener cada individuo. Dos películas arremeten contra esas verdades heredadas y responden a Butler, que no temen a nada, ni al género, ni a su abolición. Uno de ellos es, precisamente, un cineasta cis heteroseuxal y francés quien osa a adentrarse en ese camino. Emilia Pérez es uno de los proyectos más bizarros de este Festival de Cannes, pero el director francés Jacques Audiard consigue que le salga todo bien en esta apuesta por el riesgo para desmontar el género e indagar en las consecuencias de la violencia. Este musical sobre un narco que cambia de identidad de género ha sido todo un repulsivo en una competición oficial llena de propuestas fallidas, como la de los veteranos Coppola o Schraeder. El francés se coloca con series posibilidades de entrar en ese selecto club de señores que tienen dos Palmas de Oro.

La de Audiard ha sido una carrera inclasificable dentro del cine francés, capaz de jugar con los géneros, sobre todo el thriller, y con el cine de autor. Un profeta fue su gran consagración, con la que estuvo nominado al Oscar y logró Gran Premio del Jurado aquí en Cannes. Ahí fue el noir carcelario el género que utilizaba para contar la violencia y la corrupción dentro y fuera de la cárcel. Con Dheepan se coronó con la Palma de Oro mostrando, esta vez con el drama social, la situación de abandono de la comunidad de refugiados de Sri Lanka. Se atrevió con el wéstern en Los hermanos Sister, y volvió a un cine minimalista con París, Distrito 13, donde con un elegante blanco y negro nos contaba la vida de una toda una generación.

En Emilia Pérez el género, cinematográfico, se diluye a base de acumular referencias, de mezclar estilos y propuestas y de hacer siempre lo que nadie espera que un director haga, estando siempre cerca del abismo y de mandarlo todo a la porra. Pero curiosamente, sale vivo de cada giro, de cada tema farragoso, de cada momento y de cada número musical. Decía que los géneros vienen siempre de otros géneros. Que uno nuevo, es siempre la transformación de otro viejo. De manera que la tragedia no se entiende sin su relación con la comedia, con el drama. Los géneros se definen en sus relaciones, casi como las personas, en sus interacciones con otras, en su propio movimiento. Preciosa definición sobre cómo fluye una película que combina varios géneros y cómo fluye la identidad de su personaje protagonista, pero insiste Todorov en que se requiere una transgresión al género, porque así se descubren nuevas posibilidades

Podemos diciendo que la película es un musical ambientado en un México dominado por los narcos y la corrupción, pero que eso es decir poco, pues el relato operístico y dramático de Audiard, roza la comedia, la tragedia y hasta el retrato sociopolítico... Rodada en español, con algunos diálogos en inglés, y con una reparto de estrellas estadounidenses como Zoe Saldana, Selena Gómez, y actores latinos como Edgar Ramírez, Adriana Paz y uno de los grandes descubrimientos de este Cannes, la actriz española afincada en México Karla Sofía Gascón, que consigue emocionarnos con su viaje de los infiernos a la redención. No solo eso, la actriz convenció al director de interpretar a su personaje en los dos tiempos ella misma, sin necesidad de recurrir a un actor cis.

Todas las actrices bordan los papeles en una película donde los personajes femeninos son los que salvan el mundo, como proponía Furiosa, por cierto. Saldana ejerce de abogada cansada de que siempre ganen los malos, de tener que defender a asesinos y de ganar una mísera. Un papel de mujer idealista que también tiene sus contradicciones, pues decide ayudar al nauseabundo narco Manitas. Un hombre temido, con muchos muertos a sus espaldas, con mujer e hijos, que ha sido infeliz toda su vida. Primero, por nacer en un hogar pobre, sin más futuro que la delincuencia, convertido en un macho a la fuerza, casi como por una inercia del destino. Segundo, porque en ese hogar y en ese caldo de cultivo nunca pudo ser quien era realmente, nunca pudo definir su identidad. De hecho, lo bello del filme es que cuando lo consigue, su lado oscuro desaparece. Toda una declaración de intenciones para quienes ven en las mujeres trans una amenaza. Luego está Selena Gómez, la que fuera estrella adolescente americana salida del Club Disney, que aquí se empeña en hablar español para interpretar a una de las mujeres llenas de ropa cara y lujos pagados con el dinero de las drogas, que no se pregunta de donde viene el dinero, lo acepta sin más. Está Adriana Paz, una mujer de un desaparecido, obrera y víctima de la violencia.

Audiard nos lleva por un mundo lleno de claros oscuros, donde las mujeres escapan de su destino tarde o temprano en medio de un mundo violento, donde los políticos, la justicia y los medios están totalmente comparados y la sociedad acostumbrada a las fosas comunes, a los secuestros y a los tiros por la espalda. Lo hace con números musicales, compuestos por la cantante francesa Camille y el compositor Clément Ducol, brillantes y emotivos, que mezclan varios géneros musicales, con un gran número de bailarines y extras, que funcionan como ese coro del teatro griego, con personajes vestidos por Yves Saint Laurent, pues es la marca la que ha pagado parte de este ambicioso filme. Saint Laurent Production, única casa de moda que está produciendo cine. Lo hizo con el corto de Almodóvar, director del que hay mucho en este texto cinematográfico como las referencias a la danza, a la libertad sexual y al feminismo, y lo hará en este Cannes con otras dos películas más, Parthenope de Sorrentino y Les Linceuls de David Cronenberg.

Es curioso que sea un cineasta como Jacques Audiard, que en sus películas ha cuestionado la masculinidad hegemónica quien ahora plantee la disolución del género. Recordemos esa ternura del personaje de Joaquín Phoenix en Los hermanos Sisters un singular western que el francés rodó en España o la masculina herida de Matthias Schoenaerts en De óxido y hueso. En realidad, tampoco es tan extraño, pues en sus películas los hombres siempre acaban heridos, cayendo, y las mujeres, a pesar de los duros golpes eran quienes se levantaban, como el personaje de Marion Cotillard en ese mismo filme.

Volviendo a Butler, y a ese último libro suyo recién editado en España, explica la norteamericana que la única formad e salir del laberinto en el que estamos es uniendo la lucha por las libertades y los derechos de género con la crítica del capitalismo. Es decir, que nos dejemos de chorradas cuando cuestionamos lo identitario como una moda, pues la lucha por la libertad de género y de sexo debe sumar con la lucha más amplia por un mundo que acabe con la precariedad y proporcione atención sanitaria, vivienda, alimentos en todas las zonas del mundo. Es lo que entiende el personaje de Karla Sofía Gascón, una mujer que aprende a ser mejor persona.

El filósofo Paul B Preciado, que debutó el pasado año en el cine con un Orlando no binario, incide en que la representación de las personas trans en las películas ha estado siempre dominada por la sexualización, por el morbo o por la tragedia. Sin embargo, insiste Preciado, las personas trans viven muchos años, ríen y lloran, y trabajan y salen adelante. Emilia Pérez no se aleja tanto de ese relato en positivo. No hay sexualización, no hay morbo al mostrar la operación que se resuelve en uno de los números musicales donde se rompe cualquier argumento en favor de la biología como determinante del género o la identidad de una persona, ni hay tragedia en el cambio de género, pues aunque el personaje de Karla Sofía Gascón tenga un pasado manchado de sangre, el aprendizaje va en paralelo a su transición y la tragedia no tiene tanto que ver con su condición de mujer trans como el contexto, un México completamente destruido.

La Belle de Gaza: ser trans y árabe

Fuera de la sección oficial, se ha proyectado otra historia que retrata a la comunidad trans. En este caso a mujeres árabes que han huido de sus ciudades para emprender una nueva vida en Tel Aviv. La directora francesa Yolande Zauberman ya se preguntó en 2012 si ¿Tendrías sexo con un árabe?, trabajo en el que recorría la ciudad para preguntar a árabes e israelíes si mantendrían relaciones con los otros. Más tarde, en 2018, se adentroó en la comunidad ultraortodoxa con M, un crudo relato de abusos, y ahora se acerca a las mujeres trans que viven en la sombras. El título, La Belle de Gaza, es solo una excusa para buscar a una joven que supuestamente caminó de Gaza a Tel Aviv para hacer la transición. Muchas mujeres dicen conocerla, pocas saben dónde está. La investigación de esta leyenda le sirve a la cineasta para trazar una serie de retratos nocturnos, a veces borrosos, sobre la experiencia trans. Hay mujeres que pudieron viajar a otros países y pagar la transición, otras cuya única salida es la prostitución, unas tuvieron que cortar la relación con sus parientes por miedo a represalias por mancillar el honor familiar y otras han conseguido un equilibrio en sus relaciones sexuales y afectivas. Hay mujeres jóvenes y mayores, árabes y musulmanas con hijab, árabes cristinas... Zauberman propone cámara en mano una inmersión en ese universo de violencia e incomprensión y le da a sus protagonistas un altavoz para defender su pequeño espacio de libertad en el que pueden ser ellas mismas. Libertad que, para la mayoría de esas mujeres, se transforma en miedo cuando escuchan la palabra Gaza.