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Cannes 2024 | 'The Substance' es el festín sangriento que Cannes necesitaba con una espléndida Demi Moore

La actriz protagoniza 'The Substance', una body horror que dirige la francesa Coralie Fargeat y que ha sacudido el certamen con vísceras, sangre y con una venganza hacia el patriarcado y su obsesión por las mujeres jóvenes, delgadas y bellas

Fotograma de The Substance / cEDIDA

Cannes

Cannes se convirtió en un festín sangriento, divertido y casi catártico gracias a The Substance, una de las sorprendentes rarezas de esta la sección oficial. Ocurre pocas veces en este certamen, que la sala Debussy se contagia del fervor y acaba aplaudiendo los giros y las ocurrencias de una película que se ha convertido en la sensación de lo que llevamos de festival. Se trata la segunda película de la directora francesa Coralie Fargeat que ha traído un filme de género puro y duro, con mucha sangre y muchos huesos rotos. En su anterior trabajo, Revenge, ya convertía una casa en medio del desierto en un baño sangriento de violencia, donde una mujer hipersexualizada se vengaba de su violador. Con ese currículum la directora ha convencido para protagonizar su segundo largometraje nada más y nada menos que a Demi Moore.

Toda una declaración de intenciones que la actriz de Streptease, machacada como todas las mujeres del Hollywood de su generación por su físico, salga aquí con un precioso y sincero desnudo, algo poco habitual en el cine cuando has superado los cuarenta. En uno de los mejores come back de la temporda, Moore está fantástica en un papel hecho a medida, con el que parece vengarse de todos los ejecutivos, directores, compañeros y críticos que la han insultado o se han reído de ella en estos últimos años. Pongamos un poco de contexto, Demi Moore, como cualquier estrella femenina, fue amada entre otras cosas por un físico perfecto, pero en cuanto cumplió años, empezó a ser menos interesante y fue expulsada de la industria, de los medios cayendo en las garras de la industria farmacopornográfica. Eso es, según Paul B Preciado, toda esa industria de cosméticos, de dietas saludables, de fitness, que saca dinero diciéndoles a las mujeres que si quieren volver a estar en el mercado, deben pagar y cambiar su cuerpo a base de cirugía, de maquillaje y de una serie de cuidados que requieren un trabajo enorme. Y ahí llegó la doble penalización, como con Nicole Kidman, como con Meg Ryan, si te pasas con los arreglos, acabas siendo el blanco de las bromas de todos los medios.

Apostaría mi dinero a que muchos de los que se han reído de ella y del resto de mujeres, estaban anoche aplaudiendo en el pase de Cannes las barrabasadas que su personaje sufre en esta película y cómo acaba vengándose de ese ejecutivo de televisión hortera y bronceado que interpreta Denis Quaid. El punto de partida es magnífico: Demi Moore es una famosa estrella de la televisión, que cada mañana dirige una clase de aerobic en vivo y en directo, pero la despiden porque ha cumplido los cincuenta, es vieja y quieren carne fresca. Así que decide someterse a un nuevo y secreto experimento llamado The Subtance, una especie de bótox que se inyecta y que la convierte en una versión mejorada de sí misma: más joven, más tersa, más delgada, más fuerte. El problema es que la sustancia solo hace efecto siete días seguidos, luego hay que volver al cuerpo original, y así sucesivamente alternando semanas. Pero es difícil querer volver a un cuerpo peor cuando se ha vivido la gloria... y digamos que la protagonista no respeta demasiado las dosis.

En un mundo donde las mujeres se inyectan el medicamento de los diabéticos para adelgazar, donde la depilación duele, donde operarse los labios, los pechos, el culo es algo cada vez más habitual, lo que hace la directora es cuestionar todo ese aparato violento y represor que acaba dejando huellas y violencia en el cuerpo de las mujeres. "Mi intención era mostrar que el cuerpo de las mujeres define cómo somos vistas en la sociedad, y al violencia que somos capaces de infringirnos nosotras mismos, imbuidas por la sociedad. Es una manera metafórica de mostrarlo, porque esa violencia es muy extrema", explicaba la directora que se definía como una mujer feminista que a los cuarenta empezó a temer que la sociedad iba a borrarla, que ya no iba a ser deseada por nadie. "Siempre hay algún comentario sobre el cuerpo de las mujeres". Por eso, se ha centrado en buscar qué es lo que hace que nos odiemos, ¿está dentro de nosotras o nos lo dicen los señores?

Todo ello lo hace con una propuesta que no teme a volcarse en el género, en el body horror, sin miedo a dejarse llevar por lo grotesco, llenando de sangre un plató de televisión. La directora es feliz dejando referencias a La Mosca de Cronenberg, a Verhoeven, a La muerte os sienta tan bien, con esa chapa y pintura que acaban dándose los personajes de Moore y de Margaret Qually, a El crepúsculo de los dioses con esa estrella hundida porque Hollywood ya no la quiere. También a El retrato de Dorían Gray. El problema es que la película se queda en eso, le falta la profundidad de Titane, película con la que es fácilmente comparable, al mostrar la moldeabilidad del cuerpo y el dolor y la violencia contra él, pero es menos compleja que la Palma de Oro de Julia Ducournau.

La película habla de validación, de la sexualización del cuerpo de las mujeres, de la obsesión por ellas de adaptarse a lo que el patriarcado les pide, no importa los esfuerzos que haya que hacer, las dietas o los ayunos. En eso, la película conecta con la cinta francesa de competición, Diamant Brut. Con una puesta en escena llena de color, rojos, amarillos, azules, rosas, con un sonido que amplifica cualquier mínimo ruido, con un montaje frenético la directora rueda los cuerpos de las mujeres totalmente sexualizados, con primeros planos y contrapicados de los culos, piernas y escotes. Es cierto que es la manera en la que la televisión y el cine han reflejado el cuerpo femenino, pero resulta casi más desconcertante esa parte que el baño de sangre final. La película lo da todo al espectador, aunque exagere, aunque para ello tenga que hacerse trampas a sí misma y se divierte mostrando a estas dos mujeres, matándose entre ellas, para venir a decirnos que debemos trabajar la autoestima, que somos nosotras las que, generación tras generación, cometemos los mismos errores, que es darle el gusto al patriarcado de modelar nuestros cuerpos, cueste lo que cueste, para encajar en sus cadenas de televisión, en sus revistas, en la talla 38 y en el especial de año nuevo.

 
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