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"Nunca me arrepentí": Silvia Marsó cuenta por qué volvería a decir que no a ese "cheque en blanco"

Tras su paso por el 'Un, dos, tres', la actriz renunció a contratos millonarios y cheques en blanco para poder subirse a un escenario y "poder mirar a los ojos a un actor importante"

Silvia Marsó: "Yo no quería ser famosa, quería ser actriz"

Madrid

El primer escenario de Silvia Marsó fue el Barrio Gótico de Barcelona, concretamente la plaza del Pi. Allí estaba junto a Paco Mir, de Tricicle, o Jürgen Müller, uno de los fundadores de La Fura dels Baus, enfrentándose por primera vez al contacto con el público. En aquel momento era estudiante del Institut del Teatre, que además de animarles a actuar en la calle, llevó a sus alumnos a París para asistir a una clase magistral del mejor mimo del mundo, Marcel Marceau: "Yo no pude viajar porque era menor de edad y me quedé en casa llorando. Hice un juramento y me dije a mí misma que si algún día llegaba a ser actriz, me llamaría Marsó".

Silvia Marsó: "Yo no quería ser famosa, quería ser actriz"

Con 18 años ya estaba haciendo las maletas para venirse a Madrid. Chicho la quería en el Un, dos tres... responda otra vez: "Se presentó en el Teatro Arnao con su mujer, con Diana, y todos los actores del teatro estábamos nerviosísimos. Cuando terminó el espectáculo vino el acomodador y me dijo que el señor Ibáñez Serrador quería hablar conmigo", recuerda la actriz. En aquel momento el Un, dos, tres conseguía reunir frente al televisor a 25 millones de personas, así que fue el mejor de los escaparates para una actriz que estaba empezando a hacer carrera. De hecho, los contratos millonarios no tardaron en llegar: "Hubo un momento en el que me ofrecían programas, concursos, cheques en blanco... Cuando salieron las privadas se rifaban los contratos blindados de cifras astronómicas, pero yo no quería ser famosa. Yo quería ser actriz. Nunca me arrepentí de la decisión por amor a la profesión, para poder poder subirme a un escenario y mirar a los ojos a un actor importante".

Cuarenta años más tarde, ha trabajado a las órdenes de Miguel Narros, Andrés Lima, Sergio Peris Mencheta, Adolfo Marsillach, José Tamayo, José Luis Alonso, Jaime Chávarri, Amelia Ochandiano... Y ha hecho la actuación principal en obras como 24 horas en la vida de una mujer, de Stefan Zweig; Yerma y Doña Rosita la soltera, de Federico García Lorca y La gran sultana, de Miguel de Cervantes en la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Ahora está de gira con La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde, una obra que reivindica la libertad individual y que sigue tan vigente como 1895.

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