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Cannes 2024 | Mohammad Rasoulof, el director que ha huido de Irán: "Si tengo que elegir entre el cine o la libertad, elijo ser libre"

El director iraní salió de su país hace veinte días tras una nueva condena a cárcel contra él y presenta 'The Seed of the Sacred Fig', una portentosa película sobre la fuerza de la revolución feminista en Irán

Iranian director Mohammad Rasoulof holds a portrait of Iranian actress Soheila Golestani (R) and Iranian actor Missagh Zareh (L) as he arrives for the screening of the film "The Seed of the Sacred Fig" at the 77th edition of the Cannes Film Festival in Cannes, southern France, on May 24, 2024. (Photo by Sameer Al-Doumy / AFP) / SAMEER AL-DOUMY

Cannes

El director iraní Mohammad Rasoulof estuvo en prisión justo cuando comenzó la revuelta de las mujeres en su país en el verano de 2022. Junto a otros pesos políticos vivió con emoción los cambios sociales, impulsados por la valentía de las mujeres. Ahí surgió la idea de The Seed of the Sacred Fig, algo así como la semilla del higo sagrado, una película que tiene un significado político, artístico y cuya presencia en el Festival de Cannes se ha convertido en un símbolo, pues el director huyó de su país hace veinte días, para evitar una novena condena de nueve años de prisión y latigazos. "Es una mezcla de sentimientos contradictorios lo que siento", dice en una entrevista en la Cadena SER, recién llegado a Irán y tras reencontrarse con su hija. "Por un lado, me siento un poco preocupado por mis actores, mi equipo, gente que no va a estar hoy en la presentación de la película. Mucha gente está en peligro y me siento triste pensando en eso. Por otra parte, me siento seguro, es la primera vez que salgo del país sin saber si voy a regresar y cuándo lo haré. Es una sensación muy extraña, pero estoy bien", reconocía el realizador.

La suya ha sido toda una huida de película. Una decisión tomó en apenas dos horas. "Estaba en medio del rodaje de la película, cuando mis abogados me contaron que había una sentencia contra mí de ocho años de prisión. Pensé que no sería capaz de acabar el rodaje", confiesa. Sin embargo, el rodaje siguió adelante de manera discreta por las calles de Irán. "Le pregunté al abogado si podíamos acabar la película. Me dijo que recurriríamos la sentencia y eso nos daba unos meses. Fue en enero y en marzo tendríamos con suerte la segunda sentencia. Así que nos pusimos a rodar y eso es lo que pasó". Un rodaje que pasó la censura, pero el miedo estaba en el cuerpo, el miedo a ser descubiertos. Para ello intentaron mantener un grupo pequeño, un equipo técnico mínimo y confiarlo todo a la habilidad del cámara.

"Nada más terminamos sacamos todo el material fuera de Irán, pues mi montador vive en el extranjero. Le dije: 'no importa lo que me pase, la película ahora está en tus manos, acabala siguiendo el guion y asegúrate de que está a salvo", explica sobre el proceso de montaje, donde el director ha ido intercalando vídeos sacados de las redes sociales de las protestas de manifestantes durante esa época en Irán. Mujeres y hombres, muchos jóvenes, salieron a las calles para mostrar su rechazo ante la muerte de Mahsa Amini bajo custodia policial, tras ser detenida por no llevar el hijab. Parte de ese metraje está en vertical y permite ver la brutalidad policial contra los manifestantes.

Mientras se montaba el film, llegó la sentencia. "Dos horas después de lograr poner la película a salvo, supe que estaba condenado. Tuve muy poco tiempo para decidir si volver a la cárcel de nuevo o dejar el país. Pensé que si iba a la cárcel me iba a convertir en un prisionero político más, entrando en cierta pasividad. Tengo más historias que contar y para eso tengo que estar fuera de prisión. Así que en dos horas volvía a casa, cerré las ventanas, me despedí de mis plantas, dejé mis aparatos electrónicos, pedí dinero en efectivo a un amigo y me fui a un lugar seguro, desde donde contacté con gente que conocí en la cárcel. Es de las pocas cosas buenas de la prisión, que haces contactos. Me presentaron a contrabandistas que llevan a la gente a la frontera. Es lo que hice. Crucé la frontera y allí lo más complicado era tener que demostrar que era yo ante las autoridades alemanas. Es cierto que al haber vivido en el país antes, no fue tan difícil. Finalmente, todo salió bien. Ha sido un viaje de veinte días hasta que llegué a Alemania. Solo el día antes de llegar, comuniqué oficialmente que había abandonado mi país", explica con la tranquilidad de saber que ahora está en un lugar seguro.

Cannes ha vuelto, una vez más, a acoger a cineastas iraníes perseguidos por su gobierno, como hizo con Jafar Panahi. Rasoulof es un descubrimiento del festival. Aquí el director en 2017 ganó el Premio de Una cierta mirada con Un hombre íntegro, un filme sobre la corrupción en el país. En 2020 ganó el Oso de Oro de Berlín con La vida de los demás, cuatro historia en torno a lo que implica la pena de muerte. En esta ocasión, con The Seed of the Sacred Fig nos cuenta cómo una familia acaba destruida por culpa del poder totalitario de un estado. En el filme seguimos la historia de un juez que acaba de ser ascendido y que firmará sentencias de muerte, mientras pide a sus hijas adolescentes y a su mujer un comportamiento ético irreprochable, pues ahora serán escrutados por las autoridades y serán el objetivo de opositores y manifestantes. Por ello, este hombre esconde una pistola, de cuya desaparición repentina culpa a sus hijas y a su mujer imponiendo medidas draconianas que tensan la relación familiar. "El sistema iraní es una máquina criminal, dirigida por unos individuos, pero la muerte de estos tipos no va a cambiar las cosas, ni las atrocidades que ocurren. Tengo esperanza y soy optimista en la presión de la comunidad internacional, que eso permita a los iraníes ocupar ese sistema".

El filme es una oda a la valentía de las mujeres que rompen las dinámicas de poder tanto dentro de la familia, como en todo el país. "Las figuras que más nos inspiran con respecto a la libertad y la democracia son mujeres. Muchas de ellas están en prisión. Hay mujeres importantes y conocidas y otras anónimas, que continúan luchando y que son toda una inspiración para nosotras", y señala precisamente a la actriz protagonista del filme, Soheila Golestani. Interpreta a una madre que teme perder su status, que teme que su marido vaya a la cárcel y que no quiere que sus hijas se salgan del carril. Golestani formó parte del movimiento, Mujer, Vida, Libertad. a "Ha hecho una interpretación increíble y es una gran activista. También ha sido muy valiente el trabajo de las actrices jóvenes de la película. Cuando me preguntan de dónde saco la energía para luchar, digo que de las mujeres", insistía el director que ha posado sobre la alfombra roja con una foto de los cuatro intérpretes, también del actor Missagh Zareh ya protagonizó Un hombre íntegro. Dejó el cine en protesta por la censura, pero accedió a trabajar con el director en esta historia.

"Lo más importante de estar en Cannes es lanzar un mensaje de esperanza a los artistas y cineastas iraníes. Hemos hecho esta película en circunstancias muy complicadas, pero aún así la hemos hecho. Irán tiene muchísimos directores talentosos que pueden luchar contra la censura y encontrar su propia voz, más allá de las restricciones. Es un mensaje de esperanza para ellos, que vean que, aunque sus películas no se puedan exhibir en Irán, pueden viajar, pueden verse. Lo que espero es que nada le pase a mi equipo, que los servicios secretos no los persigan. Ahora mismo son ellas las que están en peligro. Lo que espero de Cannes es que proteste sobre esto y que obligue al régimen iraní a a dejar a la gente a vivir sus vidas. Deberíamos preguntarnos una pregunta muy importante, ¿por qué el régimen iraní está tan preocupado de que la gente cuente historias, de que hagan películas?", se preguntaba el director.

Lo cierto es que su película es un relato de terror. Lo que empieza siendo un drama familiar, acaba siendo una denuncia política de un país que no deja libres a sus individuos, pero también un thriller donde esta familia entra en una espiral de desconfianza y tensión, y donde la violencia está latente todo el rato. "Para mí, hay algo superior, hay algo que está por encima de todo y es la libertad. Mi pasión es el cine, crear películas, pero si tengo que renunciar a esto por la libertad lo haría, porque sin libertad no habría esa pasión y no podría hacer películas. De ahí saco la energía para continuar". Esa energía es la que le permitió filmar una historia metafórica donde equipara la importancia de matar al padre con matar al estado teocrático de los ayatolás. La metáfora de cómo el poder, si es excesivamente controlador y coercitivo, acaba generando una tragedia.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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