Le Pen y las fresas de Huelva
Los partidos han ayudado poco a que las europeas sean algo más que un domingo de modorra
Ignacio Peyró: "Le Pen y las fresas de Huelva"
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Madrid
Lo normal es abordar las elecciones europeas como quien va a pasar la ITV o a pedir un certificado de vida laboral: es un trámite muy importante, pero poco emocionante.
La única expectativa que solían deparar era el eventual premio a candidaturas heterodoxas. Ruiz Mateos sacó más de medio millón de votos cuando aún estaba en pie el Muro de Berlín. Vox, hace ahora diez años, se quedó a menos de dos mil de rascar escaño. Y hace también una década que Podemos tuvo en las europeas una puesta de largo contundente.
Los partidos han ayudado poco a que las europeas sean algo más que un domingo de modorra: a Bruselas envían a perfiles jóvenes a desbravarse o a viejas glorias a redondear la pensión. Y pese a que un eurodiputado tiene mucha más autonomía que un diputado nacional, cuesta transmitir que su trabajo es más útil que tedioso y que Bruselas no es una nebulosa inexplicable.
Pero es signo de los tiempos que la política sea emocionante, y hoy las europeas son ansiógenas por primera vez. Culmina un ciclo electoral que busca aún vencedor claro. Se pone a prueba la resistencia -perdón, la resiliencia- del Gobierno. Se pone a prueba también, el estirón de Núñez Feijóo, más aún cuando -salvo sorpresas- no vamos a volver a votar en mucho tiempo. Y Vox, que parecía "mórtimer", resulta que estaba tejiendo alianzas internacionales.
Por si fuera poco, las encuestas también son una nebulosa, aunque algo claro sí que hay: por mucho que se esfuerce Abascal, no parece que Le Pen vaya a hacerse adicta a las fresas de Huelva.