Europa pierde el miedo a la ultraderecha: su auge en las elecciones europeas
España, Italia, Francia, Alemania y Hungría son puntos conectados en un mapa que refleja cómo se contagia el ideario de la extrema derecha por toda Europa y cómo cada vez seduce a más europeos. Las encuestas pronostican una amplia victoria de la ultraderecha en Italia o Francia y resultados históricos por medio continente, donde ya se le está perdiendo el miedo que existía hace solo cinco años
Reportaje EP126 | Mapa de la ultraderecha en Europa
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Madrid
El triunfo de Giorgia Meloni en Italia marcó una camino también en España. Meloni es una de las principales aliadas internacionales de Santiago Abascal; pero ahora que su gobierno se ha asentado, también lo ha hecho su modelo político. En su momento generó preocupación en Bruselas el discurso de la ahora primera ministra, pero su triunfo electoral fue incontestable y ahora ya está prácticamente normalizado. Esta ha sido la estrategia de Meloni: el objetivo era esconder la etiqueta "ultraderecha" o "postfascista", o al menos que la gente se olvidase de ello. Una mayoría suficiente de italianos quiso aquel durísimo discurso contra la inmigración ilegal y su concepción conservadora de la sociedad. Pero ese discurso que la llevó al poder, ahora que está en él, Meloni lo ha aparcado. La 'Meloni primera ministra' no dice en Italia lo que decía la 'Meloni candidata', pero en el extranjero sí lo hace, especialmente en España y en los mítines de VOX.
Ya no dice que quiere salir de la zona euro, ni que propone un bloqueo naval para impedir la llegada de inmigrantes. En su lugar, presume de "buen gobierno", de recuperación económica y de liderazgo internacional. Pero fuera de las fronteras italianas es donde Meloni recupera su discurso para transformar Europa y acabar con "los que tienen miedo", ha llegado a decir en relación a la izquierda, que dice Meloni, ve cómo se acaba "su cuota de poder". El objetivo ahora, en todo caso, es Europa. Por eso Meloni se ha echado a la espalda todo el peso de la candidatura de la ultraderecha italiana a las elecciones europeas. Se ha puesto a sí misma cabeza de lista de su partido, Fratelli d'Italia, para garantizar que se cumpla el pronóstico de las encuestas: que van a ganar en Italia las elecciones al parlamento europeo en junio de 2024 y que van a fortalecer el grupo de conservadores y reformistas (ECR), donde también está VOX.
La "desdiabolización" de Le Pen en Francia
Otro referente de la ultraderecha europea que está intentando enmascarar o camuflar en determinados foros su discurso más ultra es la francesa Marine Le Pen. Es la líder de la oposición en la Asamblea Nacional y a 15 días de las elecciones al parlamento europeo, su partido es el que ganaría esos comicios en Francia según las encuestas de los medios de ese país, y lo haría con una amplia ventaja frente a los liberales de Emmanuel Macron. En Francia, de hecho, ya se habla de un concepto que ha explotado bien Meloni en Italia: el de la "desdiabolización". Se trata de normalizar, perderle el miedo e institucionalizar su argumentario con reivindicaciones muy cercanas a la clase media-baja, y no solo la francesa, también la europea. Aunque la ultraderecha de Le Pen es distinta a la de Meloni o la de Abascal. Le Pen votó a favor de blindar el derecho al aborto en la Constitución francesa y ha tomado decisiones en la Asamblea Nacional con un cálculo electoral más pragmático, y pensando a largo plazo, aunque a simple vista errático o aleatorio en algunos momentos. Por ejemplo, Le Pen ha votado a favor de mociones de censura presentadas por los socialistas, aún sabiendo que no iban a prosperar.
Al igual que Meloni, ha renunciado a salir de la Unión Europea o de la zona euro y así ha conseguido que ya se haya perdido un poco del miedo inicial que generaron sus planteamientos. Con esta estrategia diseñada a futuro, el objetivo de Le Pen no solo es conquistar Europa en los comicios de 2024, sino usar la victoria que pronostican ahí las encuestas para legitimar su fin último: llegar a ser presidenta de Francia en 2027, cuando Macron ya no podrá presentarse, y hacerlo sin cordones sanitarios.
El caso alemán: de la violencia contra políticos progresistas a un cordón sanitario institucional, social y empresarial
La ruptura de la francesa Le Pen con los ultras alemanes deja a Alternativa por Alemania (AfD) en una posición de más aislamiento europeo, incluso dentro del círculo de la ultraderecha. El caso alemán es peculiar, tanto por lo que está provocando la extrema derecha como por la respuesta política y social que se está dando allí. La radicalidad del discurso de Alternativa por Alemania ya ha conseguido calar en algunas capas vulnerables de la sociedad. Según la fiscalía alemana, las agresiones físicas y la violencia contra políticos electos y cargos públicos han aumentado más de un 50% en 2023 y la mayor parte de los agresores tienen vínculos probados con la extrema derecha.
Precisamente por esto un tribunal ha avalado que la Inteligencia alemana siga vigilando al AfD por "extremismo". Su planteamiento tan próximo al fascismo neonazi, que tan presente tiene todavía Alemania en su recuerdo colectivo, inquieta en la cúpula de la Unión Europea y, cada vez más, en la propia sociedad alemana. AfD va segunda en las encuestas de intención de voto para las elecciones europeas en Alemania, pero ha perdido apoyos en los últimos meses. Ha perdido 3 puntos. En paralelo, ha aumentado el rechazo del poder político, judicial y empresarial. Decenas de empresas alemanas, las más importantes del país, firmaron un manifiesto conjunto para apoyar a los partidos europeístas y rechazar el discurso de odio que ha defendido AfD. Este cordón sanitario sin matices es una peculiaridad que se está viendo en Alemania, pero no en otros países de la Unión Europea, donde la derecha tradicional se apoya para gobernar en la extrema derecha y legitima, por tanto, su discurso.
El poder de Hungría: más de una década de gobiernos ultraderechistas
Europa del Este es la zona más ultra de Europa, a juzgar por los resultados electorales que se han producido en esa parte del continente desde hace años. Son los pioneros de esta era contemporánea de la extrema derecha. Allí parten como favoritos para las elecciones europeas en República Checa, Eslovaquia, Polonia o Hungría. En esa parte de Europa, la institucionalización de la ultraderecha llegó mucho antes que el fenómeno Meloni o LePen y son los que más inspiran el ideario conservador de VOX, en parte por la concepción religiosa de la agenda política y por la manera de expresarse en la vida pública. El modelo más replicado en España es el húngaro. La Unión Europea ha llegado a sancionar a Hungría por sus políticas, sobre todo, en relación con la libertad de prensa, la independencia del poder judicial o el adoctrinamiento en los colegios contra la igualdad sexual y el reconocimiento de todo el colectivo LGTBI.
Los expertos húngaros apuntan a que el partido de Víktor Orbán quiere ser el puente entre Rusia y Occidente, pero realmente ha servido solo para que Hungría sea el escenario en el que Putin está introduciendo su propaganda. En los países bálticos, en cambio, hay un nacionalismo extremo que genera un rechazo al presidente ruso. Allí la ultraderecha todavía está despuntando, no está tan afianzada en el poder como en Hungría, donde incluso la oposición a Orbán es ultraderechista. La asignatura pendiente ahora, para la Unión Europea y para cada país internamente, es definir qué va a hacer la derecha tradicional, que está buscando su sitio en un equilibrio complejo porque corre el riesgo de mimetizarse tanto con la ultraderecha para intentar absorberla, que al final puede sufrir el efecto contrario: que sea la ultraderecha quien termine absorbiéndolos a ellos.
Yilian Ayala
Cubre la información internacional desde la redacción en Madrid. Es redactora de los Servicios Informativos...