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"Pasar miedo juntos en las concentraciones contra ETA nos unió antes de empezar a hacer música": Pablo Benegas, guitarrista de La Oreja de Van Gogh

Aimar Bretos entrevista a Pablo Benegas, guitarrista de La Oreja de Van Gogh, en los escenarios que marcaron su vida y la historia del grupo

Las entrevistas de Aimar | Pablo Benegas

Redacción

Pablo Benegas publica 'Memoria' (Plaza&Janés) el próximo 30 de mayo. Un libro muy especial en el que el artista, reconocido internacionalmente por ser el guitarrista de La Oreja de Van Gogh, narra su historia, desconocida hasta ahora para muchos. Su infancia y su juventud estuvieron profundamente marcadas por el peso de su apellido, ya que Pablo es hijo del histórico socialista vasco Txiki Benegas, algo que no fue fácil en el San Sebastián de los 80 y principios de los 90. A través de 'Memoria', Benegas habla de aquellos primeros años de su vida y cómo la música se convirtió de alguna manera en su vía de escape. Para conocer su historia de primera mano, Aimar Bretos ha viajado a San Sebastián para recorrer junto a él los lugares que han marcado su vida y la historia del grupo.

Pablo Benegas: Estamos en el velódromo de San Sebastián, que es un lugar emblemático desde el punto de vista de la música. Aquí hemos tenido el privilegio de poder ver a las grandes bandas del mundo pasar por aquí. Una ciudad pequeña, pero que era una referencia a nivel musical y veníamos andando de casa desde jovencitos para ver esos grupos. Hemos vivido aquí cosas maravillosas.

Aimar Bretos: ¿Tú aquí viviste el primer concierto de tu vida, de U2?

Pablo: Sí, eso es. Yo tenía dos amigos que eran gemelos, David y Daniel, que eran muy aficionados a la música y me dijeron que venía un grupo. Me sonaba, pero tampoco les había puesto mucha atención y vine al concierto. Vi el concierto y bueno, me encontré un velódromo lleno con 15.000 personas y un espectáculo que me llevó a otro lugar. Me pasé dos días flotando intentando entender que había pasado y me cambió, por supuesto, la percepción sobre la música y sobre todo sobre la música en directo.

Aimar: Cuentas en el libro que uno de tus amigos te subió en hombros y que ahí notaste algo parecido a levitar.

Pablo: Sí, total. Los cambios de perspectiva, ¿verdad? Es que cambia muchísimo de estar ahí abajo entre 15.000 personas y es increíble. Pero cuando mi amigo me sube a hombros y de repente veo desde arriba lo que está pasando, como está la gente... fue una pasada. Fue muy emocionante.

Pablo Benegas: "Pasar miedo juntos en las concentraciones contra ETA nos unió antes de hacer música"

Aimar: Este velódromo, de alguna manera también es un denominador común a lo largo de la historia de tu vida. Es un escenario no solo en el que viniste a tu primer concierto, sino en el que has llegado a tocar después. Pero fue además el primer escenario al que te subiste en tu vida de verdad con cinco años.

Pablo: Eso es. Era un mitin en una campaña electoral donde mi padre participaba en ese mitin. Yo vine con mi abuela María Teresa, que era muy fan de mi padre, y nos pusimos en primera fila y después de un rato de estar viendo a señores que hablaban de cosas que yo tampoco entendía mucho, pues por aburrimiento me escapé corriendo del lado de mi abuela y me subí al escenario. Me asusté mucho porque, claro, yo tenía las 15.000 o 10.000 personas que estaban en ese momento, las tenía detrás y yo no sabía que eso estaba ahí. Y cuando subí al escenario y lo vi, la verdad que recuerdo un bloqueo importante.

Aimar: ¿Tienes recuerdo?

Pablo: Sí, ese momento lo veo. Estoy ahí. Sí, sí, sí, sí, me acuerdo. Me acuerdo de la sensación Y de estar un poco bloqueado y empezar a mirar a ver por dónde podía salir. Si bajarme y si seguir adelante. Sí, ese momento lo recuerdo.

Aimar: Estamos hablando del 84.

Pablo: Yo tenía siete años.

Aimar: Era una campaña electoral.

Pablo: Campaña electoral en el País Vasco, dura, como era en aquel momento. Y yo no era consciente de muchas de las cosas que estaban pasando en ese momento.

Aimar: Eras consciente de que tu aita era importante.

Pablo: Sí, bueno, estaba ahí hablando. Sí. No sé si le daba la dimensión a lo que hacía, pero bueno, que estaba hablando ahí y ese era mi padre y de repente pues yo quería estar con él.

Aimar: Pero salió un amigo de tu padre.

Pablo: Enrique Casas, que yo lo conocía porque era muy amigo de mi padre, me llamó y me tranquilizó. Me senté con él y bueno, con él empecé a entender un poco dónde estaba.

Aimar: ¿En qué momento fuiste consciente de que eras el hijo de Txiki Benegas, con todo lo que eso implicaba?

Pablo: Empecé a ser consciente sobre todo en la calle, porque bueno, en casa, mi familia y sobre todo mi madre, viendo mucho todo lo que pasaba fuera. Y no era muy consciente. Pero bueno, en la calle y sobre todo con las miradas, las amenazas, cosas que empezaba yo a no entender o a no saber ubicar... empecé a darme cuenta de que mi padre no solo era alguien conocido, sino que pasaba algo más.

Aimar: A través del libro he visto que hay tres etapas claras en ti respecto a tu padre. Al principio Txiki era el aita, no tenía más. Luego pasas a ver como parte del mundo en el que tú existías, a parte de la izquierda abertzale y ETA, te trataba como 'el hijo del Benegas' y era algo despectivo y que para ti te ponían en un lugar de amenaza. Pero después hay una vuelta al orgullo grande de ser el hijo de Txiki Benegas.

Pablo: Sí, porque es verdad que durante una parte, sobre todo en mi adolescencia y juventud, pues sí fue una amenaza para mí escuchar el apellido de mi padre en la calle era una amenaza. Era algo que me ponía alerta hasta que yo, bueno, sobre todo después de juntarme con el grupo y empezar a vivir otra vida diferente y a tener otra edad ahí es donde empiezo a estar orgulloso en ese sentido de ser hijo de mi padre. No desde el punto de vista personal, sino de lo que significaba. Pero es verdad que hay una etapa de mi vida donde ese apellido a mí me genera una sensación de amenaza y de estar alerta.

Pablo Benegas: "Es como si nos hubiéramos dejado algo en casa"

Aimar: A ti un salvaje te llegó a decir "vamos a matar a tu padre".

Pablo: Sí, claro. He vivido situaciones de ese tipo. De todas formas, mi historia no es especial en el sentido de que les ha pasado a muchísimos hijos de cargos dirigentes del PP y del PSOE aquí en el País Vasco y en los pueblos, muchísimo más agresivo y mucho más duro todo. Es decir, mi experiencia es la de una más dentro de un montón de hijos de políticos que han vivido lo que han vivido durante esos años, donde ETA y su entorno pues generaba esa amenaza y ese miedo.

Aimar: En este libro, 'Memoria', Pablo Benegas cuenta una parte de su historia que al mismo tiempo es una parte de la historia de La Oreja de Van Gogh muy desconocida. Como ellos, antes de ser un grupo de música, eran un grupo de amigos a los que unió su compromiso contra ETA. Como lo que les juntó fue su activismo desde la universidad, cómo se manifestaban ante la sede de Herri Batasuna para pedirle a la izquierda abertzale que dejara de avalar los asesinatos. De hecho, aquel grupo de amigos que después se convertiría en La Oreja de Van Gogh, promovieron desde su juventud universitaria lo que terminó siendo el colectivo 'Basta ya!'. Ellos estuvieron ahí dando forma a aquello desde la Facultad de Derecho de San Sebastián, en el hall, preparando las pancartas mientras los abertzales les miraban amenazantes desde las barandillas de los pisos de arriba, lanzándoles colillas para ver si conseguían incendiar el plástico de las pancartas.

Pablo: Después del atentado de Gregorio Ordóñez.

Aimar: Hablamos del 95.

Pablo: El atentado de Gregorio Ordóñez nos tocó a todos y, sobre todo, bueno, yo tenía amigos también dentro del PP y la verdad que estaban muy muy muy afectados. Y bueno, teníamos ya esa inquietud juvenil de hacer cosas y esa sensación de que ante ese atentado no podíamos quedarnos de brazos cruzados y no hacer nada y mirar para otro lado, como había pasado tantas veces.

Y bueno, yo tenía dos muy buenas amigas en Juventudes Socialistas y con ellas, dijimos 'oye, hay que hacer algo'. Y nos fuimos para la universidad, con Álvaro, con Aritz, con parte del grupo, con Xavi. Nos pusimos de acuerdo en que había que sacar a la UPV a la calle para protestar y empezamos a improvisar las cosas y compramos la pancarta, los rotuladores... No teníamos experiencia en hacer esas cosas, pero bueno, sí, nos pusimos ahí a hacer todo y pusimos un lema que fue "Sin tolerancia, qué nos queda". Y con esa pancarta salimos a la calle y esa pancarta estuvo colgada pues como dos o tres meses en el balcón principal del Ayuntamiento. Y bueno, fue un momento muy emocionante el de repente conseguir sacar a la gente, a tus compañeros a la calle para protestar por eso, pues fue la verdad, un momento muy emocionante.

Aimar: Tú y yo somos de generaciones un pelín distintas, pero sí que he sentido reconocido el momento en el que tú cuentas que ante determinados atentados o ante determinadas barbaridades que tú decías, es que es inconcebible que alguien piense algo distinto a lo que pienso yo, que esto es una salvajada, pero que en tu entorno veías que había gente que lo relativizaba o incluso alguno había llegado a decir 'algo habrá hecho'. Y, sin embargo, cuentas que en el momento en que empezáis a ensayar con el grupo en el local de ensayo, tú ahí ves que no estás solo y que estás rodeado de gente que ve esas salvajadas como las veías tú.

Pablo: Sí, para mí fue muy reconfortante encontrarme con amigos que me veían a mí al margen de todo, que no me hacían justificarme después de haber ido a una manifestación... Sentir esa misma mirada y no solo esa misma mirada, sino que encima querían hacer cosas como yo. Tenían esa necesidad de protestar en la calle, de entender todo eso... yo ahí me siento muy reconfortado y, sobre todo, dentro de un local de ensayo, donde bueno, ahí entraba lo que nosotros queríamos, cerrábamos la puerta y estábamos los cinco o los seis ahí en aquel momento, solos en ese local y haciendo música y disfrutando de eso. Para mí era una especie de refugio porque me sentía a salvo, me sentía tranquilo, conseguía olvidarme y salir de todo ese día a día que era mucho más agresivo, donde el odio estaba tan presente en las miradas en la calle. Y para mí un refugio maravilloso.

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Aimar: Cómo eran aquellos ensayos originales, los del principio.

Pablo: Pues bueno, pues los veo con nostalgia porque hay muchas cosas de los comienzos que se pierden. Cuando profesionalizas algo, pues pierdes toda esa frescura, esa naturalidad del origen, del por qué te lleva a juntarte con unos amigos. Esos ensayos eran así, eran música, eran ponernos a tocar.... Podíamos estar horas sin hablar, improvisando, manejando intensidades, tiempos. Te ibas a otro planeta. Era como estar en otro lugar. Eran música y sobre todo mucha, mucha amistad. Al final era casi una excusa estar ahí para estar juntos y para disfrutar y luego salir por la noche... Se estaba generando una relación muy profunda.

Aimar: La relación en un primer momento era más personal que musical.

Pablo: Sin duda. Nosotros lo que nos une primero es sobre todo esa parte de 'Basta Ya!'. El origen de 'Basta Ya!', cuando decidimos crear esa plataforma porque hubo una primera manifestación donde se utilizó ese lema, cada uno llevaba su cartel que ponía 'Basta Ya!' y se le pedía a HB que dejara de dejar de apoyar a ETA. Nos gustó mucho la idea y entonces nuestro grupo de amigos decidimos quedarnos con esa manera de hacer las cosas y nos juntamos para formar una plataforma, la plataforma 'Basta Ya!' con la que hicimos varias manifestaciones en en Donosti. Pasar miedo juntos une mucho, esa sensación cuando estás en una manifestación, que tienes una contra manifestación, que te están insultando, que te están mirando con odio y tienes miedo... Sentir que tu amigo está, que el hombro de tu amigo no se separa, que está contigo, genera unos vínculos muy fuertes. Nosotros pasamos miedo antes que empezar a hacer música. Entonces llegamos ahí de otra manera, ya has generado unos vínculos muy fuertes. Por eso supongo que también llevamos casi 30 años juntos.

Aimar: Este origen del gen de la Oreja no es muy conocido.

Pablo: No, no se sabe. No se sabe que nosotros primero, bueno, teníamos esa inquietud por el activismo pacifista. Tuvimos ese pulso de querer nosotros también hacer algo, de querer también aporta. Es verdad que es desconocido y el origen de nuestro 'Basta ya!' tiene un origen muy claro. La verdad es que entendíamos que la situación era muy complicada y lo único que queríamos con esa plataforma era condenar a ETA y pedir al entorno de ETA que dejara de matar. O sea, ese era nuestro único objetivo con esa plataforma.

Aimar: Hay en el libro una pregunta que te hace Edu Madina que te dice: "Pablo, ¿tú crees que nosotros ahora dejaríamos a nuestros hijos que se comprometieran y que hicieran las cosas que nosotros llegamos a hacer contra ETA?" ¿Tú tienes respuesta para eso?

Pablo: No, porque no estamos ahí, no estamos ante esa situación. Por lo tanto, es muy fácil decir que sí, que claro que permitiría que un hijo mío luchara por esos valores y por esos principios para todos universales y que tuviera esa generosidad. Pero como no estamos ahí, no sé si es verdad. Lo que sí es verdad es lo que hicieron nuestros padres, la generación de nuestros padres, los de Edu, en el sentido de que a mí nunca me animaron a salir a la calle a protestar contra ETA, pero tampoco me dijeron que no lo hiciera. Solo me decían que tuviera cuidado. Es decir, ellos sí entendían que salir a la calle y protestar y adoptar una actitud activa contra el terrorismo de ETA era algo que teníamos que hacer y que la juventud tenía que hacer. La verdad es que yo no sé ahora, con esa mirada tan protectora y esa sobreprotección que tenemos sobre nuestros hijos, yo creo que es un buen dilema.

Aimar: Les has contado a tus hijos que vosotros desde la uni os organizastéis, que fuisteis los precursores de 'Basta Ya!', del origen de 'Basta Ya!'.

Pablo: A mis hijos los he tenido muy presentes durante todo el libro, durante todo el proceso de escribirlo porque yo sí quería que supieran cosas. Nosotros somos padres de la primera generación de niños que va a vivir sin sin el terrorismo de ETA en Euskadi y yo creo que tenemos la responsabilidad de contarles qué pasó, porque creo que es bueno para el futuro. Al final, poner todas esas experiencias que hemos tenido al servicio de del futuro y de la convivencia en Euskadi yo creo que es necesario y nuestros hijos ya no se van a encontrar, por lo menos en Donosti, no se van a encontrar una pintada de ETA en una pared para preguntarte 'oye, aita,¿ qué es esto de ETA?'. Pero bueno, yo espero que vayan leyendo el libro poco a poco, cada uno haga su interpretación y que por lo menos sepan que en esas calles donde ahora esperan al autobús, pasean con amigos o hacen otras cosas, pues se mataba por pensar diferente. Yo creo que es importante entender eso para para mirar hacia el futuro.

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Aimar: Me interesa mucho qué opina tu ama de todo lo que has contado en el libro, porque hay muchos sentimientos tuyos que ella no conocía y hablas de episodios muy duros en tu casa, en los que tus aitas se enteraban de que ETA había asesinado a amigos íntimos suyos. Y lo relatas y dices mi madre se estará enterando ahora, leyendo esto de lo que yo sentía en aquel momento. ¿Qué opina tu ama de lo que has contado?

Pablo: A mi madre le ha costado mucho leer el libro. Hablando con ella mientras lo escribía, me he dado cuenta de que hay muchas cosas que no ha procesado, que no ha digerido, igual que me ha pasado a mí. Yo escribiendo me he dado cuenta que había muchas cosas que las tenía allí, que no había vuelto. Ha sido un proceso emocionante, duro. He llorado, por supuesto, y ha sido muy terapéutico. Hablando con ella me he dado cuenta de que hay muchas cosas que no las ha procesado porque le cuesta y el libro le ha costado.

En el libro hay un homenaje, no solo hacia ella, sino hacia muchas de las mujeres de esos dirigentes que se la jugaron con ese papel poco reconocido, porque bueno, ellos estaban haciendo la vida que querían, estaban queriendo cambiar la sociedad y luchaban por unos ideales y ellas estaban a su lado, renunciando a muchas cosas, teniendo que proteger a su familia y a través de mi madre, pues bueno, yo he sido consciente de eso, de cómo ella pues nos blinda ese día a día y nos protege. Creo que es una historia poco conocida de lo que ha pasado aquí, que yo creo que tendríamos que hablar más de ella porque es una historia muy especial.

Aimar: Cuentas cosas que son duras y a la vez son bonitas, como el día que, por primera vez, sales con tu aita a la calle sin que él lleve a sus amigos, a sus escoltas. Tú tenías 37 años y nunca habías salido antes con tu aita a la calle sin que él fuera protegido.

Pablo: Fue esa sensación como cuando a veces sales a la calle y crees que te falta algo. Dices me olvido de algo. No sabes qué es, pero me he dejado algo en casa. Y así salimos. Llevábamos las inercias habituales de salir de casa rápido. No fue un paseo. Íbamos andando rápido porque siempre todo cuando salíamos de casa era rápido. Y fue una sensación rara. La verdad es que no fue ni liberadora, ni... eso fue más adelante. Pero esa primera vez que salí con él sin escolta, la recuerdo como una sensación rara y fue muy rápido. Estuvimos diez minutos, fuimos de un sitio a otro y tal, pero sí, fue una cosa rara.

Aimar: ¿Es verdad que cuando eras pequeño os pusieron cristales blindados en casa por motivos obvios y tú cogiste un martillo y dijiste 'Vamos a ver si son blindados de verdad'?

Pablo: Sí, yo creo que había que poner a prueba aquello. Un cristal siempre se relaciona con algo que se puede romper y blindado, de repente, noo. Entonces dices, bueno, esto vamos a probarlo. Y le pegué dos martillazos all cristal que estuvieron hasta hace creo que dos años o tres años, cuando mi madre cambió las ventanas. Pero bueno, sin ser conscientes de que estaban cambiando las ventanas de nuestra casa que daban al exterior para para protegernos. La verdad que en ese momento yo no era consciente de eso y sí quise probar la eficacia del cristal blindado.

Aimar: Oye, cuándo fue la primera vez que a tu padre, el muy poderoso Txiki Benegas, le dicen "¿Tú eres el padre de Pablo de la Oreja?"

Pablo: Llegó a casa después de un viaje de un viaje en avión. Fue al mostrador y puso el DNI encima y la chica que le atendió lee su nombre y dice "Anda, el padre de Pablo". Y entonces, claro, él se quedó... llegó a casa riéndose y contándole a mi madre que después de todo lo que había hecho él, ahora, de repente, era el padre de Pablo.

Aimar: Un toque de humildad y, al mismo tiempo, mucho orgullo.

Pablo: Orgullo, hombre. Mi padre vivió todo lo del grupo con muchísimo orgullo y una implicación directa porque le fascinaba.

Aimar: ¿Es verdad que era crítico con algunas canciones?

Pablo: Muy crítico. Sí, sí. Además, me encantaba. Él siempre hacía notas, se ponía las maquetas y hacía notas. Y luego me decía cuál le gustaba, cuál no. Y ya con los años, incluso ya con mucha más confianza en ese terreno, ya incluso hasta se atrevió a decirme cuál era el single. Sitió mucho orgullo. Le dio mucha vida todo lo que tenía que ver con el grupo y conmigo. La verdad que lo disfrutó mucho.

Aimar: Quiero que me lleves ahora, que salgamos de este velódromo y que vayamos al bar en el que le pusisteis nombre a La Oreja. ¿Te parece?

Pablo: Claro. Vamos para ahí.

Aimar: Bueno, Pablo, estamos en el Pokhara. ¿Este bar qué es para ti. Qué es para La Oreja?

Pablo: Este bar significa muchas cosas. Hemos tomado cafés interminables y en uno de esos cafés, ya habíamos dado un concierto por la ciudad sin nombre y decidimos no levantarnos de una mesa de aquí del Pokhara sin tenerlo. Y empezamos a decir muchas barbaridades. Y una de ellas fue La Oreja de Van Gogh. Claro, en aquel momento no imaginábamos todo lo que iba a pasar después. Yo creo que si nos colocan ahí, pues probablemente no lo hubiéramos puesto ese nombre, ¿no?

Pero bueno, era parte de esos momentos donde tampoco eres consciente de lo que estás haciendo, vas dando pasos. Además, aquí también hemos vendido las primeras maquetas, las traíamos aquí a vender a 500 pesetas. Hemos pegado carteles en la puerta cuando dábamos conciertos... y bueno, este bar para nosotros es muy especial.

Aimar: Háblame de esa lluvia de ideas del nombre de La Oreja. ¿Es verdad que se barajó 'Sabino y los Aranas?

Pablo: Estuvo ahí.

Aimar: Una fantasía.

Pablo: Yo creo que nos habría ido bien seguro.

Aimar: Seguro, seguro.

Pablo: Sí, la verdad. Bueno, a veces nos pasa cuando tenemos que abordar el título de un disco o algo, lo que hacemos es una previa de decir muchas burradas, como si tuviéramos que soltar para ya ponernos a hablar en serio de lo que queremos. Una de esas barbaridades fue 'Sabino y los Aranas'. Bueno, muchas risas, muy divertido. Es verdad que a veces se nos va de las manos y no conseguimos ya nada más en serio esa tarde. Pero bueno, aquel momento sí salió el tema de La Oreja de Van Gogh y nos quedamos con ese.

Aimar: ¿Te has arrepentido alguna vez? ¿Os habéis arrepentido alguna vez?

Pablo: No, porque lo tenemos tan interiorizado... Pero tampoco pensábamos que el nombre coloquial iba a ser La Oreja. Vamos a ver a La Oreja, que yo creo que no hay cosas menos sugerentes que un grupo que se llame La Oreja, ¿no? Pero bueno, es que estaba muy interiorizado ya por todos y la entendemos como parte de esa manera de hacer las cosas sin intención y sin saber lo que iba a venir después.

Aimar: ¿Y a Amaia la conociste vestido de tuno?

Pablo: Sí. Yo estaba en la tuna de peritos y entonces una de esas noches nos invitaron a cenar a la tuna. A casa de una amiga, a un txoko que tenía el padre de una de ellas. Y en esa cena estaba Amaia, estaba Amaia y ahí le conocí y estuvimos cenando. Yo no sabía que cantaba y en un momento de la cena sus amigas le pidieron que cantara una canción y al principio le dio vergüenza, pero bueno, pidió que apagaran la luz.

Aimar: Para que no la vierais.

Pablo: Supongo que con la luz apagada ella se sentía más protegida. Yo me quedé alucinado, no me esperaba eso. Una canción a capela. Además, estaba sentado ahí al lado de ella y me pareció algo increíble. Como me acababa de juntar con mis compañeros y no teníamos cantante y necesitábamos a alguien que cantara las canciones, pues le propuse venir a probar y le llamé varias veces. A la tercera llamada creo que se puso.

Aimar: Porque las dos primeras no quería coger el teléfono.

Pablo: No, me cogió su madre, doña Pilar y encantadora, pues me dijo que no estaba con Amaia en el salón, haciéndole gestos de que no me pongo. A la tercera sí. Es curioso qué cerca estamos muchas veces de que no pasen cosas maravillosas, ¿verdad?

Aimar: Tú cuando pasas por aquí, al lado de este bar en el que dejabais vuestras maquetas a 500 pelas, ¿tú ahora qué sientes cuando ya te has comido el mundo y sigues pasando por al lado del bar de las maquetas a 500 pelas?

Pablo: Sientes la referencia. Sientes que aquí está la gente que te valora a ti, que te conoce a ti. O sea, cuando llegamos aquí, después de una gira intensa y de vivir muchas cosas, es muy fácil dejar la chupa y vuelves a ser el de siempre, ¿no? Y creo que es muy bueno y es muy saludable.

Aimar: ¿Te da miedo que la gente leyendo este libro descubra cosas de ti que no sabían y conozcan eso que hasta ahora has mantenido detrás de un pequeño burladero?

Pablo: Sí me da. Yo creo que cuando te expones tanto, cuando te desnudas tanto… He sido consciente mientras lo escribía de eso. He tenido a mis hijos muy presentes. Parece una tontería, pero es verdad: que para tus hijos eres un referente, eres un superhéroe y en el libro se aterriza mucho a ese superhéroe o a esa referencia. Yo no sé si eso es bueno o malo, la verdad, y no sé si es el momento, son pequeños, entonces eso sí me genera una duda y no tengo respuesta. Desde ese punto de vista no sé qué puede pasar, ¿no? Sobre todo en la mirada de ellos hacia su padre y hacia su familia. Pero bueno, eso lo iremos viendo con el tiempo. Pero sí, yo creo que siempre que te desnudas y lo haces de manera honesta y sincera, como lo he intentado en este libro, te sientes vulnerable y te expones.

Aimar: Hay un momento en el libro en el que hablas de tu encuentro con la guitarra. Muy orgánico, muy casual. Das gracias a que tus padres no te intentaran meter el solfeo, las clases de guitarra porque posiblemente lo habrías aborrecido. La guitarra y tú os encontrasteis en el momento en el que os teníais que encontrar.

Pablo: Totalmente. Yo creo que eso es como realmente ocurren las relaciones profundas y para siempre. Un adolescente aburrido con un instrumento abandonado. Cuando eso ocurre, eso es probablemente para siempre. Eso es la música. Yo entiendo que muchos niños, cuando de repente quieren aprender música y les pones delante un pentagrama, solfeo y empiezan a interiorizar, a entender que esto es la música, pues genera muchas veces rechazo. Es como a los chavales que les gusta jugar a fútbol. Si les llevas un mes primero a una habitación a contarles tácticas y a explicarles qué es un defensa o un 442. Y un chaval entiende que eso es jugar al fútbol. Probablemente no se acerca a un balón nunca. En cambio, con el fútbol sí hacemos primero balón, balón, balón. Yo creo que con los instrumentos es igual. Hay que generar esa sensación, la emoción que te produce de repente tocar esa canción del grupo que te gusta o poder cantar encima de un instrumento que te acompaña. Ahí se genera ese vínculo para siempre. Y así ocurrió. La verdad que nos encontramos la guitarra y yo. Y aquí seguimos después de mucho tiempo.

Aimar: ¿Cómo está vuestra relación?

Pablo: Ha tenido momentos, momentos buenos y momentos malos. A mí me cuesta, no tengo facilidad y siempre es algo que tengo ahí. Yo sé que estoy en un grupo donde me he encontrado gente con muchísimo talento y he intentado seguir su ritmo, pero yo dudo muchas veces de que si hubiera podido vivir de la guitarra, si no fuera con ellos. Yo sé que tocar la guitarra probablemente la iba a tocar toda mi vida, pero llegar a vivir de tocar la guitarra tengo mis dudas.

Aimar: Hay un momento que es clave para la historia del grupo y es cuando ganáis el concurso de pop Rock de San Sebastián organizado por Radio San Sebastián de la SER por los 40 Principales y aquello tuvo un escenario idílico que es la playa.

Pablo: Sí, fue el momento del grupo, yo creo. Esas primeras veces son tan especiales, se quedan grabadas a fuego. Fue un momento maravilloso que siempre que volvemos a él nos recuerda el origen de todo y fue muy importante.

Aimar: Verano del 97, ¿qué pasa en esta playa? (Playa de Ondarreta)

Pablo: En esta playa pasa el momento más emocionante que hemos vivido como grupo: que ganamos el concurso Pop Rock de San Sebastián de los 40 principales de la SER, el concierto más importante que había en esta ciudad, que lo habíamos pretendido algún año anterior con escaso éxito. Y ese año lo ganamos y fue una felicidad máxima.

Aimar: ¿Es verdad que en años anteriores Amaia se encabronó porque no lo ganasteis y fue donde el director de Radio San Sebastián y le dijo "pero oye".

Pablo: Tal cual, con Xavi. Fueron los dos indignadísimos a pedir explicaciones. Porque no nos habían ni seleccionado para la fase final. Y además con muy buen criterio porque que era infumable esa maqueta. Pero bueno, para el año siguiente grabamos otra maqueta, estaba mejor, y pasamos la selección y acabamos ganando el concurso.

Aimar: ¿Y el escenario estaba aquí? ¿En la arena?

Pablo: Eso es estaba aquí, miraba hacia allí. O sea, nuestra panorámica era maravillosa. Veíamos las luces, toda la bahía encendida. Nuestra familia, nuestros amigos aquí debajo. Y la verdad, un concierto maravilloso.

Aimar: ¿Cómo lo recuerdas? ¿Tocasteis bien?

Pablo: Pues sí, yo creo que ese salió bien Ese concierto lo preparamos muy bien, lo ensayamos mucho y yo creo que salió bien. Sí, creo que fuimos dignos ganadores.

Aimar: Dices en el libro que Amaia salió en aquel concierto con el cuchillo entre los dientes a defender.

Pablo: Tenía ese punto, yo creo. Amaia nos dio eso, al grupo, ella tiene esa mentalidad ganadora y esa necesidad de tirar palante y de conseguir cosas. Y nosotros no teníamos y la verdad que nos vino muy bien y lideró, lideró aquella noche, lideró muchas otras noches y muchos otros discos y la verdad que empezamos a ver ahí que Amaia no solo era una voz, sino que además tenía la personalidad para liderar una banda.

Aimar: ¿Cómo celebrasteis ese premio?

Pablo: Como si no hubiera un mañana. Ya solo aquí cuando cuando escuchamos el nombre del grupo empezamos a saltar, abrazarnos, nos tiramos a la arena, hicimos ahí la croqueta. Bueno, no sé, locura. Estábamos muy emocionados. Esas primeras veces se quedan grabadas de una manera especial. Hemos ganado muchísimos premios a lo largo de nuestra carrera. Los premios más prestigiosos y más importantes en la música.

Aimar: Me llama mucho la atención que dices en el libro que no hay Grammy, Ondas o MTV que sea equiparable a aquel premio de Radio San Sebastián.

Pablo: Totalmente. Porque ahí está la absoluta espontaneidad, naturalidad, no pretendes más que eso. Luego, lo que hablábamos también antes de la profesionalización. Y bueno, los premios ya se enmarcan dentro de una cosa mucho más comercial u otras cosas. Hay otros factores que juegan. Ese primer premio donde era el grupo de tu vida yendo a por un concurso de tu ciudad, no lo ha igualado nada.

Aimar: ¿Donde está el premio?

Pablo: Lo tenemos en el local de ensayo. Es el origen. Nos ayuda a recordarnos de dónde venimos, quiénes somos, la ilusión, el por qué nos juntamos tantos años atrás a hacer música. Y yo creo que tener esa referencia ahí, cuando todo va tan rápido, cuando hemos vivido cosas tan intensas, pues tener esa referencia ahí siempre te hace tocar tierra.

Aimar: ¿La Oreja en qué punto está?

Pablo: Conectando de repente con una generación de chavales que no habían nacido cuando escribimos nuestro primer disco y de repente hemos vuelto a conectar con esta generación, no sé si los dos miles están de moda. No sé qué tiene que ver, pero es muy bonito.

Aimar: ¿Cómo te explicas eso? Que haya chavales que no habían nacido y que ahora se están enganchando con los primeros discos.

Pablo: Bueno, yo creo que hay músicas e historias que yo creo que son universales, que en definitiva son las cosas importantes en la vida y yo creo que eso es atemporal. Cuando hablas de esas cosas, pues es complicado que el tiempo pueda con ellas. Y la verdad es que bueno, te das cuenta, que después de 30 años de carrera, de haber vivido muchas cosas y siempre hemos intentado que eso que estábamos viviendo, que era extraordinario, no se convirtiera en ordinario. Yo creo que es cuando cuando empiezas a morir de éxito: cuando no eres consciente de que tienes una vida privilegiada y la conviertes en algo que es ordinario. Nos hemos preocupado mucho porque cada vez que subíamos a un escenario o sacábamos un disco fuera algo extraordinario y así lo hemos intentado vivir. Y yo creo que para eso es muy importante muchas veces saber colgar al personaje, preocuparte por construir una vida personal. Por lo que hablábamos antes: Donosti, no desconectar de lo de los amigos, de lo de siempre. Y en eso estamos, disfrutando mucho del privilegio que es después de tantos años, poder seguir viviendo de la música.

Aimar: ¿Qué te han dicho tus compañeros del libro?

Pablo: Yo he ido compartiendo con ellos todos los pasos. Primero me siento muy agradecido porque bueno, han permitido que sea mi mirada la que cuente esa parte de la historia que creo que es de muchísima generosidad por su parte. Es mi mirada. Yo he incidido en los puntos que yo creía que eran importantes y eso la verdad que es muy bonito, pero es que luego encima cuando lo han leído y les ha emocionado y lo que me han transmitido, pues la verdad que para mí ya con eso yo estoy estoy feliz. Además hay alguna reflexión muy chula. El otro día Xavi hablaba de que el libro tiene esa capacidad de devolverte al origen, de entender de dónde veníamos, qué hacíamos, por qué y lo que hablábamos. Cuando llevas tanto tiempo y hemos vivido cosas tan grandes y a tanta velocidad, de vez en cuando el pararte a pensar, el hacer memoria, el comprender de dónde vienes, creo que te fija mucho en la realidad y y es necesario muchas veces.

Aimar: ¿Y a Amaia le ha gustado?

Pablo: Sí, fui a verle a su casa, se lo entregué y cariñosísima. Le encantó el libro, lo disfrutó mucho. Amaia es de las personas del grupo que que mejor memoria tienen y que se acuerda de muchas cosas y me ayudó en algunas cosas donde tenía dudas porque yo ya sabía que la memoria de cada uno tiene el sesgo de cada uno. Intentas convivir con tus contradicciones, vas amoldando tu vida para ajustar todo aquello y que duela menos. Pero la memoria colectiva yo creía que estaba a salvo y porque siempre hay alguien que se acuerda. Pero me he dado cuenta de que hay cosas que se olvidan. La memoria colectiva también es frágil. Por eso creo que es necesario muchas veces dejar escrito lo que pasó, porque es verdad que con los años va todo a una velocidad que se pierde la pista de muchas cosas que pasaron.

Víctor Olazábal

Subdirector de Hora 25. Antes fue corresponsal...