San José, la capital del exilio nicaragüense
La periodista de la SER Isabel León relata en 'Hora 25' cómo Costa Rica se ha convertido en un refugio para miles de migrantes
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Madrid
Wendy Quintero, periodista nicaragüense y defensora de los derechos humanos, lleva cinco años en el exilio, en Costa Rica. Cumplirá seis en diciembre. Yader Valdivia, trabajador del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, también tuvo que salir del país. Su trabajo, desde donde acompañaban legalmente a víctimas de violaciones de derechos humanos a que pudieran denunciaran la muerte de sus hijos en las protestas y a que retirasen sus cadáveres, se convirtió en un problema. El 30 de mayo de 2018, mientras Nicaragua celebraba el Día de la Madre, madres de presos políticos, de los torturados y apresados por el régimen de Daniel Ortega, decidieron salir a la calle. Desde entonces, los exiliados forzosos se cuentan por miles y Costa Rica se ha convertido el destino de muchos de ellos.
Quintero y Valdivia no tuvieron otra opción que abandonar su país. Se instalaron en la capital de Costa Rica, en San José, y ahí nació 'Nicaragua. Nunca más', una organización que, desde el exilio, trabaja en la documentación, en la memoria histórica de la represión y en el acompañamiento de los nicaragüenses que fueron considerados opositores por pensar diferente. "La nacionalidad es un derecho intrínseco del ser humano. No se puede tapar el sol con un dedo. Estamos empecinados en continuar este acompañamiento y en seguir denunciando", dice Quintero, tras los últimos movimientos de Ortega. Echan de menos su casa, su familia, sus raíces. La situación que están viviendo implica a veces "negar" a sus propias familias, algo que forma parte del "contexto represivo", explica Valdivia.
Aira también se ha visto obligada a ir a Costa Rica. En su caso, trata de llegar a Estados Unidos. Salió de su ciudad hace más de 15 días y todavía tiene un largo recorrido por delante, pasando por Medellín, Turbo y la propia selva. Como ella, Antonio y Lizeth caminan en busca de una vida mejor, aunque los kilómetros acumulados hasta la meta les hagan vivir en situaciones de mucha vulnerabilidad. "La situación se está poniendo muy dura en Colombia. Con lo que uno trabaja no alcanza. La situación está difícil, mucho secuestro, mucha extorsión", cuenta Aira. Antonio lo hace para sacar adelante a su familia: "Espero que Dios nos dé fortaleza para salir de esta situación que vivimos cada uno de los migrantes".
Entran por el sur de Costa Rica, donde pagan 30 dólares por montarse en un autobús que les lleve hasta el norte. Después, tendrán que pagar 150 dólares para pasar la frontera de Nicaragua y seguir su camino. Muchos de estos migrantes ya han desembolsado más de 1.500 dólares en el camino. Todos tienen el mismo objetivo: alcanzar el sueño americano. "Ese es el sueño de todos los que migramos. Si pasamos altos y bajos, muchas necesidades, es porque tenemos un destino y lo hacemos por nuestra familia", relatan. No pierden la esperanza de llegar y de conseguir una vida mejor para ellos y para sus familiares.