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La vida de Rocky Myers en el corredor de la muerte, un pulso contra la pena capital

Hablamos con dos de las abogadas de Rocky Myers, un hombre afroamericano que lleva tres décadas en el corredor de la muerte en Estados Unidos con el único criterio del magistrado que le juzgó

Rocky en el corredor de la muerte

Rocky en el corredor de la muerte

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“Rocky Myers es hijo. Su madre murió cuando él estaba ya en prisión. Es hermano de otros nueve hermanos. Es padre y también es abuelo”. Así lo define una de sus abogadas. Pero Myers es además uno de los reos que lleva en el corredor de la muerte en Alabama desde hace casi 30 años, donde espera con “actitud positiva y espíritu crítico” que en cualquier momento se pueda fijar el momento de su ejecución.

Un juez impuso la pena de muerte contra Myers en contra del criterio del jurado, que recomendó la cadena perpetua, y sin pruebas concluyentes contra él. Una tragedia realmente muy triste, en palabras de su abogada Casey Keaton. Junto a Miriam Bankson forma parte de su equipo de defensa jurídica.

“Hay una lista muy larga de problemas que ocurrieron con este juicio”, explica Keaton. “Rocky Myers es un hombre negro y pobre, y no recibió un juicio justo por una gran cantidad de razones”. Bankson también comparte que los prejuicios raciales fueron clave. “Lo vimos en los abogados que lo representaron, que tenían vínculos con organizaciones supremacistas blancas, pero también en las expresiones que utilizaron. Y el hecho de que hubo 11 jurados blancos en un pueblo tan pequeño tuvo sin duda mucho impacto en un caso como este”, asegura.

Cuando Keaton asumió el caso hace 17 años entendió que Rocky había tenido muchos problemas desde el principio del juicio. “Pero él se culpa a sí mismo por este problema, por no entender el sistema, no estar más involucrado en su representación”, explica su representante. Al no reconocer su discapacidad mental su anterior abogado, eso mermó su posibilidad de interactuar en su defensa.

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La última decisión que tiene que tomar Rocky en estos momentos, si es que le llega la fecha de la ejecución, es cómo prefiere morir, con una inyección o con el sistema por asfixia con nitrógeno que se ha recuperado en algunos estados, entre ellos Alabama. Mientras tanto espera en el corredor de la muerte. Y esa espera la llena participando en un grupo de la Iglesia, rezando, comunicándose con su familia y sus amigos, escuchando música… Sus abogadas le consideran una persona muy especial. “Cuando uno va a una prisión se encuentra con un lugar muy oscuro. Pero cuando se le visita, él puede iluminar la sala”, dice Bankson.

Myers también representa a muchos otros reos afroamericanos que están en una situación o igual o parecida por el trato policial y judicial que reciben en Estados Unidos. Pero sus abogadas no ven cerca el momento en que Estados Unidos se plantee que la pena capital es contraria a los derechos humanos. “Hay un movimiento entre ciertas personas que reconocen cuáles son las dificultades en el sistema legal, pero creo que no hay suficientes personas que sean verdaderos decisores”, lamenta Keaton.

La pena de muerte en cifras

A lo largo del año 2023 han sido ejecutadas 1.153 personas en el mundo, según los datos de Amnistía Internacional. Es la cifra más alta que se registra desde el año 2015 y puede ser aún mayor, porque el país donde más se practica la pena de muerte, China, mantiene sus cifras en secreto. Tampoco se conocen los datos exactos de Corea del Norte o de Vietnam.

Ana Gómez, responsable de medios de Amnistía Internacional España, asegura que uno de los países que se lleva la peor parte es Irán, donde se han realizado el mayor número de ejecuciones desde 2015. Le sigue Arabia Saudí. Además, explica, “los avances han perdido fuerza en Estados Unidos debido al aumento del número de ejecuciones”. En Estados Unidos, Somalia y Yemen aumentaron las ejecuciones llevadas a cabo con respecto al año anterior. En el caso de Estados Unidos, en la ONU preocupa el uso de métodos como la asfixia con nitrógeno y han lanzado una advertencia de que podría suponer tortura y por tanto una violación del derecho internacional de los derechos humanos.

También han aumentado las condenas a muerte en todo el mundo. Fueron 2.428 el año pasado. Al horror que suponen todas estas cifras hay que sumar detalles que Amnistía Internacional denuncia de forma concreta: las ejecuciones públicas en Afganistán y en Irán, por ejemplo. En este último país también la condena a menores de edad, a personas con discapacidad intelectual en Estados Unidos o en Japón, o las confesiones conseguidas mediante torturas en Arabia Saudí o en Egipto. Todavía hay 55 países en el mundo que mantienen la pena de muerte como sentencia para distintos tipos de delitos.

 
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