Christian Petzold: "Me interesan los cretinos, los cobardes, porque en ellos hay un desarrollo humano"
El director alemán estrena 'El cielo rojo', una película con la que ganó el Gran Premio del Jurado en Berlín y que reúne a unos jóvenes en una casa veraniega en medio de unos devastadores incendios forestales
Madrid
El viaje veraniego es sinónimo de descanso, relajación, amoríos... al menos, así lo hemos visto en las películas de Rohmer, director al que se encomienda el alemán Christian Petzold en El cielo rojo, su nueva película que transcurre en una casa en el bosque en un caluroso verano donde coinciden tres jóvenes, donde en lugar de ofrecernos una idílica instancia bucólica y amable, el director nos introduce en los conflictos que afectan a la sociedad, como el clasismo, el machismo o la competitividad, a través de tres personajes necesitados de amor y reconocimiento. "Todas las películas son de amor", dice el director en una entrevista en la Cadena SER durante el pasado Festival de San Sebastián, donde la película, que venía de ganar el segundo premio en la Berlinale, se presentó en la sección de Perlas.
"Tuve una discusión con un amigo que estaba en contra de las películas de amor y yo le decía que todas las películas son de amor. No me interesa el amor en sí, sino cómo el amor se modifica, se utiliza, se defiende en los ecosistemas sociales. El amor es una producción, es un devenir. Al cine todo lo que sea producir devenir le interesa. Por eso no puede hacerse cine sin amor", insiste el cineasta alemán, que en toda su filmografía ha mostrado precisamente historias de personajes enamorados en medio de contextos históricos o políticos que han definido a la Alemania reciente, como Phoenix, ambientada justo después de la Segunda Guerra mundial con una superviviente de Auswicht, o Bárbara, donde nos llevaba a un verano de en la Alemania Oriental, en los ochenta, con una enfermera investigada por la Stasi. O en la actualidad, como hizo en Ondina, donde a través de la historia de amor de Franz Rogowski y Paula Beer se adentraba en las leyendas y cuentos tradicionales.
Hay algo de esos cuentos que permanece en El cielo rojo, que también cuenta con esta actriz como una de las protagonistas del filme, junto a Thomas Schubert, Langston Uibel y Enno Trebs. Interpretan a jóvenes con pulsiones vitales aparentemente distintas, que convergen en esa idílica casa en medio de un bosque alemán cerca del mar Báltico. "El egoísmo masculino muestra a esos hombres irritados todo el día y sí, claro que hay muchos en el cine", dice sobre su protagonista, un tipo con malas pulgas, responsable y culto, debe acabar su novela en ese verano, pero las musas no acuden en su ayuda, tampoco le ayuda que su amigo de la infancia, mucho más alegre que él y la chica, encantadora, amable y lista, se lo pasen bien. La tensión en la convivencia y en las discusiones, donde el director refleja los diferentes modelos de vida, se acrecienta conforme avanzan las llamas rojas de un incendio forestal que amenaza la región.
Unos incendios que el propio director vivió. "Cuando mis hijos eran pequeños tenían un libro que era su favorito, Las y el oso polar. Lo leíamos todo el rato y había una frase que tuve que explicarles: silencio de muerte. Se refiere a cuando no se oye nada, a cuando hay silencio que no deja escuchar el viento, algo que no podemos ni imaginar. Un año después, viajábamos en coche por Turquía y pasamos por un bosque que se había quemado tras un incendio. Era increíble, porque no se oía nada. Era la aniquilación total", cuenta sobre cómo pensó en utilizar los incendios como elemento que ahoga a los protagonistas. "En esta historia intentaba que no hubiera espacio narrativo y eso lo vinculé con ese incendio y con ese silencio. En la cultura alemana, por los cuentos de los Hermanos Grinn, los bosques son un lugar de historias, de cuentos. Si se incendian, ya no tenemos bosques, entonces tampoco tendremos cuentos. Es ahí cuando aparece el silencio de muerte en la sociedad", reflexionaba Petzold sobre una cultura que está acabando con todo. De hecho, la crítica a cómo hemos destrozado el medio ambiente, al ego desmedido, está presente de una manera muy sutil en el filme.
Al director no le gusta eso de que las películas hablen de temas, pero reconoce que las grandes preocupaciones de la sociedad del momento siempre acaban apareciendo. "Hay demasiadas películas que se dedican a trasladar temas al cine. Después de haberme estudiado la filmografía de Éric Rohmer tenía ganas de hacer una película solo centrada en las personas. Por supuesto, la historia de Alemania y la política están ahí, porque es el contexto en el que nos movemos, pero no es el tema central". Dice que esto pasa por la cantidad de filmes que se producen al año y la cantidad de festivales que abundan en todo el mundo. "Esto es una espada de doble filo. Los festivales son importantes, pero también una especie de feria de artesanía. Está muy bien que existan, pero el problema es que tenemos demasiados, hay más que películas. Tenemos que luchar por que cada ciudad tenga una sala de cine", pide el director que ha dibujado a un personaje algo antipático, un antihéroe de verdad. "Tenemos tanta televisión y tantas historias que creo que eso ha hecho que solo nos guste lo simpático, lo bueno, lo agradable. Esto es francamente aburrido. Me interesan los cretinos, los cobardes, porque en ellos hay un desarrollo humano".
De ahí que su personaje, un tipo que ha tenido que trabajar duro, que viene de una familia de clase obrera se comporte como un clasista y machista, mostrando todos los prejuicios habidos y por haber. Cuando preparamos el personaje con el actor, Thomas Schubert, le dije que pensara que venía de una familia trabajadora, humilde, que pudo estudiar gracias a una beca. Estos personajes venidos a más son los más arrogantes de todos. Por eso se comporta así con el personaje de Paula Beer, para marcar que está por encima", describe Petzold a su personaje al tiempo que se muestra preocupado por cómo la diferencia de clase sigue marcando el mundo actual. "Hace 30 o 40 años en la Escuela de Cine de Berlín había gente de clase trabajadora, hoy en día solo hay clase alta, hijos de cirujanos maxilofaciales y eso me parece horrible", reconoce. La uniformidad en quién estudia cine se nota en las historias que vemos después en la gran pantalla. "Claro que influye en las historias que se cuentan. Pero el clasismo no solo se da en el cine, los intérpretes y las intérpretes también vienen de una clase alta hoy en día. Tampoco tenemos intérpretes de clase obrera. Es imposible encontrarse a un Gerard Deparidieu, con ese bagaje y esa cara. No vamos a encontrar rostros así. Los actores jóvenes parecen dentistas. Esa diversidad falta en el cine actual".
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...