Opinión

La alegría en la casa del pobre

Quizá sea ilustrativo para el jefe del PP español enterarse de lo que ocurre en Francia. Al presidente de la derecha convencional, Los Republicanos, le acaba de echar fulminantemente la dirección del partido, y por unanimidad

Qué poco dura la alegría en casa del pobre ciudadano. Del ciudadano, claro, que quiere escuchar a los dirigentes políticos haciendo propuestas, discrepando y desplegando cierta cortesía. No insultando, acorralando o empeñándose en destruir a los rivales como si fueran enemigos.

Antes de las elecciones oímos al vicesecretario del PP, Esteban González Pons, diciendo que después del voto ellos volverían a su sitio, como sugiriendo que harían una oposición normal. Después de votar, el portavoz Borja Sémper fue muy duro con el presidente del Gobierno, pero anunció una oposición ni agónica, ni histérica, ni precipitada: vaticinó que el presidente caería a “fuego lento”.

Pero ya vuelve Feijóo a las prisas del "váyase señor González" que aprendió del inefable Aznar, el jefe del Gobierno con más ministros procesados por corrupción de toda la historia democrática. Ahora con una frase incluso menos ingeniosa: "déjelo ya". Y arremetiendo de nuevo contra la esposa, acosando al hermano y pronto a los primos, tíos, cuñados o sobrinos, después a los vecinos o saludados de Sánchez. Menudo esfuerzo perseguir a tantos. Bueno, no tanto. El encargo lo cumple un tercero, la organización chantajista Manos Limpias.

Quizá sea ilustrativo para el jefe del PP español enterarse de lo que ocurre en Francia. Al presidente de la derecha convencional, Los Republicanos, le acaba de echar fulminantemente la dirección del partido, y por unanimidad. Porque cometió la infamia de proponer una alianza con los parafascistas de Le Pen. Lo mismo que ha hecho Feijóo con Vox, bajo el aplauso de su partido, en parte prisionero todavía de sus orígenes franquistas.

Xavier Vidal-Folch

Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas...