No nos desarraiguen

Me siento profundamente europea. Porque Europa es mi cultura, mi identidad, el sitio en el que hice la secundaria y donde me nacieron hijos, donde sé quién soy y qué me une a los otros europeos, porque creo en sus valores, que son también los míos y porque ni soy nueva aquí ni estoy de paso ni hay ningún lugar en el mundo al que pueda volver.

Y aun así el domingo me hicieron sentir desarraigada, como si fuera un árbol que hubiera echado unas raíces robustas en esta tierra a la que me trasplantaron y hubiera fuerzas que tiraran de mis ramas para hacer que me tambalee toda yo y se tambaleen mis hijos y los hijos de todo el que sea considerado de “fuera”.

Así es como nos sentimos los descendientes de inmigrantes cuando las urnas arrojan esos millones de papeletas de ciudadanos que han comprado bulos y mentiras, difamaciones y teorías de la conspiración sobre nosotros, los siempre “otros”, extranjerizados una y otra vez a pesar del esfuerzo titánico por agarrarnos y apegarnos a este suelo que habitamos y fertilizamos como todos los demás con nuestro trabajo, nuestros impuestos y el fruto de nuestros vientres.

No tengo ya argumentos contra el rechazo ciego de quienes no nos conocen ni nos quieren conocer porque no es la razón ni la lógica lo que les guía. No nos quieren por lo que somos y no por lo que hacemos. No van a conseguirlo, no nos van a desarraigar. Aquí nos quedamos porque de aquí somos, tan europeos como ellos.