Aval europeo a España

Barcelona

La economía española va bien. Lo sabemos por los números, porque crecemos mucho más que nuestros países vecinos, porque lo reconocen todos los organismos internacionales, porque coinciden con ellos los nacionales especializados, porque los mercados financieros no solo no huyen de los bonos españoles, sino que los compran a granel. Todo el mundo lo proclama así. Todos, salvo, claro, algunos personajes de la política, que parecerían encantados con la posibilidad de que nos fuese mal. Como decía aquel exministro conservador, mejor que España se hunda, porque ya la arreglaremos nosotros, ¡vivan los autodenominados patriotas!

Y por si faltaba alguien, ahora, la Comisión Europea añade a ese tono positivo generalizado que la parte oficial de la economía, o sea, las finanzas públicas, también está en orden, aunque no sean maravillosas. Este reconocimiento es más significativo comparativamente, porque Bruselas ha iniciado hoy un proceso sancionador por el déficit excesivo de ocho Gobiernos, que puede acabar en sanción económica.

El anuncio de posibles sanciones puede provocar polvaredas en Francia, que está en pleno período preelectoral; en Bélgica, que vuelve a estar descabezada, y en Italia, donde la primera ministra extremista Georgia Meloni anda enfadada con todo el mundo porque nadie ha contado con ella para acordar los próximos cargos de la Unión.

La diferencia entre que España exhiba buenas previsiones de déficit y deuda para este año y el próximo, o que las presentase malas es sustancial. Si no hubiese aprobado el examen, tendría que ahorrar 7.500 millones de euros en la ejecución de los presupuestos: vulgarmente, hacer recortes. Es mucho dinero, que más vale poder dedicarlo a las necesidades previstas del Estado del Bienestar, o de las inversiones en infraestructuras. Sí se puede. Y podemos.