"¿Qué hemos hecho para merecer esto?": Maruja Torres recuerda qué conclusión sacó al escuchar el primer discurso de Aznar como presidente

No es que yo sea clarividente, sino que el Barrio Chino y mi época me hicieron así. Desde el momento de la proclamación de Aznar como presidente, en mayo de 1996, supe que si yo hubiera sido Sherlock Holmes, él habría sido mi Moriarty. Un enemigo capaz de herirme no ya personalmente, sino en lo que más quiero: la España democrática que hemos conseguido conquistar, con todas sus imperfecciones.

De aquel primer discurso de investidura de Aznar, que en general fue considerado como moderado y conciliador, saqué una conclusión muy diferente. Quizá porque me hallaba en la Tribuna de Prensa del hemiciclo, quizá porque había vivido lo suficiente soportando a Francos y Francas como para distinguir entre un candidato que acepta el mando con naturalidad y uno que es aclamado por los suyos como el Don Pelayo, el Cid Campeador en versión Lego que les devuelve la propiedad perdida.

Cuando regresé al periódico y escribí mi crónica, muchos la leyeron con escepticismo. Han vuelto, dije. ¿En qué te basas? En la ovación del Movimiento Nacional que han recibido Ana Botella y sus cachorros desde el palco de invitados de honor.

El tiempo me dio la razón en numerosas ocasiones. Me la da ahora. Por todas las diosas, Watson, ¿qué hemos hecho para merecer esto?