El sumiller de 'El Bulli' que cayó en el alcoholismo y ha salido de él sin dejar su profesión
David Seijas sigue vinculado al mundo del vino, donde asegura que "hay un consumo muy alto, normalizado y diario de alcohol"
El sumiller de 'El Bulli' que cayó en el alcoholismo y ha salido de él sin dejar su profesión
David Seijas, sumiller y enólogo, acaba de publicar Confesiones de un sommelier, en el que narra su adicción al alcohol y el proceso que le ha llevado a convivir profesionalmente con este problema. El que fuera sumiller de El Bulli lleva siete años sin beber y ha creado una empresa llamada Gallina de Piel Wines en la que elaboran un vino sin alcohol.
Este libro ha formado parte de la terapia que ha seguido para desengancharte, como todo el apoyo de su familia y amigos. También la psiquiatra y una grafoterapeuta, que después de estar limpio le enseñó a buscarse a sí mismo. Porque después de terminar con la adicción "uno se queda vacío, sin saber muy bien quién es", como él mismo reconoce.
El sumiller cuenta que ha estado vinculado con el mundo de la hostelería desde su infancia. Cuando tenía tres años, sus padres abrieron el bar La Perla, donde forjó su personalidad y su carácter. Allí aprendió mucho de la gente, de sus conversaciones: "Mi padre me dejaba catar el vino cuando era muy pequeño, era un mini sumiller". Su primera palabra fue "jillo" de carajillo, y es que su abuelo le dejaba chupar la cuchara de su café aliñado con Soberano.
Más tarde, tras formarse en la Escuela de Hostelería de Girona, su vida se vincularía a El Bulli, de los hermanos Adrià, para siempre. Seijas explica que el trabajo duro y toda la presión a la que estaba sometido, unido a las juergas nocturnas y la fiesta, se apoderaron de su vida: "Podía beber, hablar y que no se notara. O creía que no se notaba que estaba bebido".
El problema se acentuó cuando se dio cuenta de que le daba miedo "el simple hecho de pensar en la última copa". No podía ser la última porque todo el placer se acababa. En el libro cuenta que vivía a lo nómada, en cualquier casa, cualquier antro o en casa de sus padres. "Siempre llevaba un neceser y una pequeña bolsa en el coche porque no tenía dinero, me lo gastaba todo en juergas y en tener un coche molón", relata.
Y en Madrid Fusión 2010 cae la bomba: Ferrán anunció que El Bulli cerraba (2011) y se enteran por la prensa. El trabajo se multiplica y ahí empieza su declive. Temblores, ansiedad, paranoias. "Temblores que aún siguieron incluso sin beber, nadie sale ileso de las adicciones", destaca. Llega un punto en el que su cuerpo explota, y busca ayuda en una psiquiatra: "Pensaba que había petado del estrés y por tanta exigencia, que eso era lo que me había llevado a beber y a consumir.... Pero no terminó con el cierre del restaurante".
Y aunque las recaídas forman parte del proceso, el sumiller pone en valor el apoyo y la ayuda recibida tanto por su círculo como por los profesionales. Hace cinco años hizo pública su adicción. El punto de inflexión, según el enólogo, fue la necesidad de confesar a su padre que era adicto al alcohol. Cuando el padre murió, y con su hijo que acababa de cumplir un año, fue cuando decidió hacer las terapias para despegarse.
Seijas manifiesta que es imposible salir al mundo y no encontrar nada que no le recuerde al alcohol, y más todavía por su profesión: "En el mundo del vino hay un consumo muy alto, normalizado y diario de alcohol". Y ha revelado que sus recaídas partían siempre de una copa. "Hay un montón de recaídas, sobre todo porque no somos conscientes de que es para siempre", alerta.
Es por eso que se ha decidido a montar su propia empresa de vino sin alcohol. Además, ha destacado que le gustaría en un futuro dar charlas de superación sobre las adicciones, para todo el público, sobre todo para familias.