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Caso Assange: "El daño ya está hecho en la autocensura de los periodistas"

La liberación de Julian Assange es el final de un largo pulso y un golpe a la libertad de información

Julian Assange / MICK TSIKAS (EFE)

Julian Assange

La liberación de Julian Assange es el final de un pulso judicial que ha durado 14 años, pero también un golpe a la libertad de información. La fórmula que ha encontrado su defensa para liberarlo es que se declarase culpable de un delito de conspiración para obtener y divulgar documentos clasificados de Estados Unidos por sus publicaciones en Wikileaks, un trabajo que permitió al público conocer los presuntos crímenes de guerra cometidos por las fuerzas estadounidenses en las guerras de Irak y Afganistán.

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Durante sus años de batalla legal no ha dejado de recibir el apoyo de Amnistía Internacional por haber sacado a la luz “trapos sucios que el público merecía conocer”. Su directora adjunta Eva Suárez Llanos celebra su liberación como “una excelente noticia internacional”. Pero cree que nunca debería haber sido acusado de nada ni menos aún haber pasado años en prisión, con el coste personal que ha supuesto para él. “Ha sido una persecución que no tiene justificación, que ha tenido una motivación política y que contrasta con la poca persecución que hubo en su momento de los crímenes que salieron a la luz gracias al trabajo de Julian Assange”, defiende Suárez.

Su exclusiva con mayor repercusión mediática internacional fue la publicación de un video de 39 minutos en el que se mostraban los disparos de un helicóptero norteamericano contra civiles iraquíes. Entre las víctimas, un fotógrafo de la agencia Reuters. El video acumuló más de 4 millones de visitas en YouTube en poco más de 72 horas y provocó una protesta social contra la guerra de Irak en todo el mundo. Wikileaks también ha publicado detalles de los abusos a presos en la cárcel iraquí de Abu Ghraib, o en Guantánamo. Fue en abril de 2011 cuando el portal de Assange publicó imágenes e información inédita de interrogatorios y torturas en ese centro de detención. Esta información destapó que al menos 150 de esos presos no tenían ningún tipo de juicio.

Por esas publicaciones Assange fue acusado, entre otros cargos, de espionaje, delito que ha reconocido a cambio de ser liberado de la cárcel de Reino Unido en la que llevaba los últimos cinco años. Suárez insiste en que el trabajo que realizó en Wikileaks de hablar con fuentes y conseguir documentación clasificada de interés público para después difundirla es el trabajo que realizan a diario los periodistas de investigación, por eso, subraya, “la persecución a Assange es una persecución a la libertad de prensa, que es algo que nos interesa a todas las las personas”.

La directora adjunta de Amnistía Internacional lamenta que “el daño ya está hecho. Es el efecto inhibidor y disuasorio que puede tener en periodistas y editores de todo el mundo, que se autocensuran por temor a exponerse a un proceso y a una persecución como la que ha sufrido Assange”. Un proceso que ha llevado a cabo la primera potencia del mundo, que sin embargo no ha sido penalizada por los crímenes que se demostraron con la información de Assange. “El daño está hecho para para todas las personas que tenemos derecho a saber lo que hacen los gobiernos en nuestro nombre, más cuando se trata de violaciones de derechos humanos”, añade Suárez.

Pablo González sigue preso en Polonia

Amnistía cree peligroso que otros Estados enemigos de las libertades puedan tomar ejemplo de la actuación de Estados Unidos. Uno de ellos es Polonia, donde sigue encarcelado el reportero español Pablo González acusado de espionaje. Lleva preso 28 meses sin que se haya presentado una sola prueba contra él. Un caso “insólito”, denuncia Reporteros Sin Fronteras, de “un periodista de un Estado miembro de la Unión Europea encarcelado en otro Estado miembro de la Unión Europea”.

Organizaciones en defensa de la libertad de prensa como RSF se manifestaron al día siguiente de la liberación de Julian Assange exigiendo la puesta en libertad de González, que “sigue tratado como preso peligroso”, recuerda Edith Rodríguez, portavoz de RSF.

Rodríguez ve un paralelismo entre el caso Assange y el de Pablo González : “han sido dos casos marcados por el recelo hacia las dos víctimas por filtraciones sobre su supuesta culpabilidad y por rumores también. Y todo esto, al final logra el propósito de ahuyentar un poco a los medios e incluso a las organizaciones periodísticas de lo esencial. Y es que no se trata de cómo te caigan las personas, o de o de qué te parezcan, sino de sus derechos y libertades fundamentales y las de todos. Porque al final está en juego algo tan sagrado para la democracia como es la libertad de prensa”.

 
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