20 años sin Brando
El actor creó un estilo de interpretación que no tenía nada que ver con lo que se estilaba hasta entonces y que luego seguirían actores como James Dean o Paul Newman.
Marlon Brando nació en 1924 en Omaha, una ciudad del estado de Nebraska y murió el 1 de julio de 2004 en Los Ángeles. En un monólogo improvisado por el actor en El último tango en París, Brando nos hablaba de una infancia que no fue muy feliz, con un padre que nunca le manifestó cariño y una madre alcohólica. Las biografías retratan al Marlon Brando niño como un chaval bastante rebelde. Era mal estudiante, pero muy popular entre sus compañeros y se erigía siempre en el líder de la banda. De niño nunca mostró interés por la actuación y eso que su madre había sido actriz aficionada de joven. En cambio, sí lo mostró por la percusión, una afición que le acompañaría toda su vida. Le gustaba tocar la batería o las congas y siempre estaba haciendo ruidos con un par de palos golpeándolos en libros o en la suela de sus zapatos. “Es curioso porque desde niño siempre me ha fascinado el ritmo. Vivíamos en una granja y me encantaba escuchar la bomba del pozo y oír ese ritmo como de pulsaciones. Hay gente a la que le gustan los colores o las formas, a mí me atraía el ritmo”, explicaba.
Con 19 años se trasladó a Nueva York. Hacía unos meses que le habían expulsado del colegio, una escuela militar. Después había intentado alistarse en el ejército, pero no le admitieron debido a las secuelas que una lesión de fútbol americano le había dejado en la rodilla. Había pasado unos meses ganándose un dinero cavando zanjas, pero el trabajo se había acabado. Fue su madre la que le animó entonces a que estudiara teatro. “Cuando estaba en la Academia militar actuar con el grupo de teatro era lo que mejor se le daba. Era lo único por lo que le felicitaban. Hizo una obra en la que hacía de ascensorista y en la que estuvo muy bien. Así que acabó en la nueva escuela de mi madre”, recordaba Ellen Adler, una de las primeras novias del actor.
Stella Adler, la madre de Ellen, era una famosa profesora de interpretación que enseñaba el llamado Método, técnica que seguía el enfoque actoral de Stanislavski. La profesora pronto se dio cuenta del talento natural de Brando y se encargó de pulir ese diamante en bruto. “Actuar es algo que cualquiera puede hacer fácilmente. Yo lo único que he hecho es, a través del talento extraordinario de mi profesora y mentora Stella Adler, aprender a ser consciente del proceso y acceder a mis propios sentimientos”, reconocía el actor. Al mismo tiempo, en esos primeros años en Nueva York, Marlon Brando fue afinando su otra gran faceta, la de conquistador. Los alumnos de la escuela hicieron una gira teatral y a Marlon estuvieron a punto de expulsarle por acostarse con una de las protagonistas. No solo no le expulsó, sino que Stella Adler le recomendó para un papel secundario en una obra que dirigía en Broadway su marido, el actor Harold Clurman. Se titulaba Truckline Café. En ella Brando tenía una escena de cuatro minutos que dejó al público fascinado. “Cuando acabó pude oír más aplausos, griterío y golpes en el suelo que nunca. La obra no pudo continuar por espacio de minuto y medio y eso es mucho tiempo sin que pase nada”, rememorba Karl Malden, uno de sus compañeros en la obra.
De ahí el actor pasó a papeles protagonistas en otros montajes teatrales. En uno de ellos le emparejaron con toda una diva teatral como era Tallulah Bankhead. Una experiencia que Brando no recordaba con mucho agrado en su autobiografía. “Lo peor de todo era que cada vez que estaba en el escenario y se acercaba el momento en que debía de besarla, no podía soportarlo. Tenía una boca fría y una lengua aún más fría. Mientras actuábamos ella me la metía siempre hasta la campanilla sin ningún motivo. Era como una anguila.”, escribió. Marlon se dedicó durante un tiempo a mascar ajo antes de salir a escena, pero la técnica no dio resultado. Hasta que Tallulah se enteró de lo que iba contando de ella y habló con los productores para que lo despidieran. “Habría preferido pisar cristales rotos antes que hacer el amor con Talulah.”
Curiosamente el enfado de una de las grandes estrellas teatrales no tuvo consecuencias negativas en su futuro profesional. Para entonces el director Elia Kazan ya le había visto en la obra y pensaba en él para el papel protagonista de un drama que estaba preparando. La historia de cómo Marlon Brando se convirtió en el protagonista de Un tranvía llamado deseo es una de las anécdotas clásicas del teatro americano. Burt Lancaster había rechazado el papel y un poco inseguro, Kazan decidió que fuera el autor de la obra, Tennessee Williams, el que diera el visto bueno a la joven promesa. Brando fue enviado a verle y Tennessee, que en ese momento tenía un problema con un escape de agua, le confundió con el fontanero. “Kazan le mandó a Providence Town a leer su papel para mí. Las cañerías no funcionaban y se había ido la luz. Y él las reparó; arregló la instalación como un profesional. Luego se sentó y leyó el papel para mí y para mi mujer. Ni yo ni ella habíamos oído leer a nadie así un personaje”, afirmaba el dramaturgo. Fue así como aquel joven actor con habilidades de fontanero y electricista se convirtió en el protagonista de la obra.
La interpretación de Brando en Un tranvía llamado deseo es de las que marcaron un antes y un después en la historia de Broadway. Hizo la escena y yo pensé, vaya, es genial. Al día siguiente la misma escena y distinta, totalmente distinta. Y decías, ¡guau! Tenía algo que no tenía ningún otro actor con los que he actuado y muy pocos que yo haya visto”, decía Karl Malden que volvía a ser su compañero en la obra. Brando convirtió a Stanley Kovalsky, su personaje, en una explosiva mezcla de rudeza y atractivo sexual. El actor interpretó la obra durante dos años. Dos años en los que pasó de ser poco más que un estudiante de interpretación a una estrella teatral. Fuera del escenario su apartamento era una fiesta continua: chicas, gente que entraba y salía todas las noches, escándalos, borracheras… “Todas las noches, después de la actuación, había siete u ocho chicas esperándome en mi camerino. Las observaba y elegía una para pasar la noche. Para un joven de 24 años ansioso de seguir a su pene, aquello era maravilloso.”, escribió el actor en su autobiografía.
Hollywood no tardó en fijarse en aquel joven que triunfaba en Nueva York. Su primera película fue Hombres, dirigida en 1950 por Fred Zinnemann. En ella Marlon Brando interpretaba a un herido de guerra. Pero el personaje que le convertiría en estrella de cine fue el mismo que le había hecho triunfar en el teatro. Cuando en 1951 Elia Kazan fue elegido para hacer la adaptación al cine de Un tranvía llamado deseo, no dudó en volver a recurrir a Brando. En la versión en pantalla repitieron casi todos los actores de Broadway excepto Jessica Tandy que fue sustituida por Vivien Leigh en el papel de Blanche, Marlon Brando no entró en el cine, irrumpió en él con su camiseta sudada y sus modales rudos. El actor inauguró un estilo de inconformista, de hombre rebelde y violento, que no tenía nada que ver con los galanes que se estilaban hasta entonces. El propio Tennessee Williams mostraba en público su entusiasmo. “La pantalla le hace un gran favor a Marlon porque te puedes acercar tanto a su cara y captar todos esos gestos y detalles maravillosos que tiene, los detalles fluidos de emoción que siempre ofrece”, decía.
Lo que hasta entonces había estado tan solo al alcance del público neoyorquino se convirtió enseguida en una revelación mundial. Había nacido una estrella con un estilo propio que rompía barreras. Un estilo del que después beberían otros actores como James Dean o Paul Newman. “En Brando hay una ambivalencia que consiste en una dureza exterior combinada con una inmensa ternura. Es inseguro y apasionado a la vez y todo eso está ahí a disposición del director”, afirmaba el director Elia Kazan. Enseguida llegaron otras películas: Viva Zapata, Julio César, Salvaje... Con La ley del silencio ganó el Oscar al mejor actor, pero Brando nunca se sintió cómodo con su papel de estrella de cine. Al poco de ganar la estatuilla decía lo siguiente en una entrevista en televisión: “Hasta el año pasado veía la profesión de actor como una forma más de ganarme la vida porque me interesan otras cosas. Pero últimamente he empezado a interesarme por la interpretación cada vez más y mientras no me salga otra cosa, o me decida por otro trabajo, creo que voy a dedicar mis energías a ser lo mejor actor que pueda”.
A partir de entonces Nueva York y Broadway quedaron definitivamente atrás. Muchos críticos y aficionados se preguntaron siempre por qué Marlon Brando renunció completamente a su carrera teatral. Para encontrar la respuesta hubo que esperar a que el actor publicara sus memorias muchos años después. “Jamás sentí respeto alguno por Hollywood. Es la meca de la avaricia, de la falsedad, la codicia, la estupidez y el mal gusto. Pero si actúas en una película, sólo tienes que trabajar tres meses al año y luego puedes hacer lo que te plazca durante el resto del año.”, escribió.
Antonio Martínez
Lleva más de 30 años en la SER hablando de cine y de música. Primero en 'El cine de Lo que yo te diga',...