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Así acabó San Sebastián convertido en icono LGTBIQ+: "A la Iglesia no le importó que los hombres se pusieran cachondos con él"

Este mártir comenzó a ser un referente de los homosexuales en el siglo XIX gracias a Oscar Wilde, que incluso cambió su nombre para utilizar el de Sebastián

😇🏳️‍🌈 San Sebastián, icono gay | El 'Arte-sano' de 'Hoy por Hoy'

Este pasado viernes fue el Día Internacional del Orgullo y en Madrid ya se ha montado polémica con el cartel del Ayuntamiento para las celebraciones de esta semana. Aparecen tacones, condones y copas como símbolos del colectivo LGTBIQ+. También en Valencia, donde la alcaldesa, María José Catalá (PP), se ha negado a colgar la bandera del Ayuntamiento, asegurando que "tampoco ponemos pancartas del día de la ELA ni el día del cáncer". Esto nos ha llevado a preguntarnos: ¿cuáles son los verdaderos símbolos del Orgullo? Y la respuesta está en el arte.

San Sebastián, un icono gay

Quizá la imagen históricamente más representativa de este colectivo es, aunque parezca mentira, un santo de la Iglesia Católica. ¿Cuál? Pues si el Orgullo tuviera un santo patrón, sin duda sería San Sebastián. No es que la Iglesia Católica lo haya nombrado oficialmente santo del Orgullo. Nada de eso. Pero lo es porque su representación sirvió como código secreto entre homosexuales y ha sido utilizado por artistas como icono del sexo no normativo.

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Antes de nada, hay que contar quién fue, según la Iglesia, San Sebastián. Era un soldado del Imperio Romano que servía en el ejército a las órdenes del emperador Diocleciano, en el siglo III d.C. Pero se convirtió al cristianismo y empezó a predicar las bondades de Jesús entre los romanos. Diocleciano lo condenó entonces a morir atado a un árbol y acribillado a flechazos. Esa es la típica imagen que tenemos de él.

Milagrosamente no murió. Santa Irene lo curó y pudo recuperarse. Pero volvió a las andadas y finalmente el emperador lo volvió a condenar a muerte y acabó lapidado y su cadáver en la Cloaca Máxima de Roma.

De cristiano martirizado a icono LGTBI

Desde la Edad Media se vuelve muy popular porque se le considera el santo protector contra la peste. Se le representa muchísimo como talismán para luchar contra la enfermedad. En esta época se le suele representar como lo que era: un hombre de mediana edad tirando a mayor y acribillado a flechas.

Pero en el Renacimiento los artistas se obsesionan con la belleza del cuerpo desnudo, que empieza a simbolizar la perfección humana, física e intelectual. San Sebastián era el santo perfecto para esto: atado a un árbol y con el torso retorcido resultaba la excusa perfecta para representar el ideal del perfecto cristiano, alguien no solo con una fe perfecta, sino también con un cuerpo perfecto. Por eso le van quitando cada vez más y más ropa.

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Pero claro, un hombre mayor no encajaba con el ideal de belleza, así que lo rejuvenecen para que luzca más hermoso. Luego le cambian la cara de dolor por un gesto más de placer. Al principio tiene un gesto dolorido de alguien que sufre, pero con el tiempo, para parecer aún más hermoso e idealizado, el dolor se convierte en éxtasis por la pronta subida al cielo. Y finalmente le quitan flechas para que no dificulten la vista de lo importante, el ideal de belleza masculino.

Y así es como un soldado algo mayor acribillado a flechazos se convirtió en un joven efebo desnudo y con cara de placer.

Un icono erótico

Es a partir del Renacimiento cuando empieza a ser icono erótico, pero aún no abiertamente homosexual. Al principio a la Iglesia no le preocupa que los hombres se pongan cachondos con él. En ese momento, el problema más urgente son las pasiones que ciertos sansebastianes levantaban entre las feligresas que iban a misa.

Parece que había iglesias donde ciertas pinturas de San Sebastián gustaban demasiado al público femenino. Como el que había en la iglesia de San Marco de Florencia, pintado por Fray Bartolomeo. Según cuenta Vasari, el gran historiador del arte del Renacimiento, los confesionarios del templo empezaron a llenarse de mujeres que le contaban al cura que habían pecado al verlo. Así que tuvieron que taparlo.

En su famoso tratado ‘Arte de la Pintura’, Francisco Pacheco, artista del siglo XVII y suegro de Velázquez, pide a los pintores que se moderen con los sansebastianes, que no los hagan tan jóvenes y que lo retraten en otros momentos, como cuando le curan de sus heridas. Aunque casi es peor, porque cuando pintan a San Sebastián curado por Santa Irene, a veces está a un paso del porno.

En el Museo del Prado hay un San Sebastián pintado por Guido Reni a principios del siglo XVII. Es uno de los ejemplos de hasta qué grado de erotismo llegó la representación de San Sebastián. Está atado al árbol, con una única flecha clavada y casi completamente desnudo. El artista se recrea con evidente sensualidad en la iluminación y suavidad del torso, el cuello. Tiene cara casi de placer. Solo lleva un pequeño paño de pureza que le tapa los genitales y parte del trasero.

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Pero, aunque parece muy erótico, este no es el San Sebastián tal cual el artista lo pintó. Este cuadro perteneció a la reina Isabel de Farnesio en el siglo XVIII y decoraba el oratorio del palacio de la Granja de San Ildefonso. Y sabemos que la reina, escandalizada por lo indecente de este San Sebastián, ordenó que lo taparan añadiendo un trozo mayor de paño. Así ha estado durante siglos, censurado, hasta el año pasado. Los restauradores del Prado le quitaron por fin el púdico añadido para que podamos ver cómo era realmente de erótico. Se le ve parte del trasero, y parte del pubis casi hasta los genitales.

¿Cuándo deja de ser un mito erótico para las mujeres heterosexuales y se convierte en icono gay?

En el siglo XIX, aunque puede que antes ya se hiciera, empieza a interpretarse como un símbolo secreto del deseo homosexual. Quizá el primero en popularizar esta idea fue el escritor irlandés Oscar Wilde. En 1877, en el Palazzo Rosso de Génova vio un San Sebastián muy parecido al que censuró la reina Isabel de Farnesio, pintado también por el mismo artista, Guido Reni. Es prácticamente un fetiche gay: las manos atadas que recuerdan al fetichismo sadomasoquista, los labios rojos, los rizos, la forma de recrearse en los reflejos de la luz en el torso y lo bajísimo que tiene el paño que le tapa… Wilde se quedó boquiabierto al ver este cuadro y le dedicó un poema abiertamente gay.

¿Por qué se identifica con él? Primero porque es de los pocos personajes masculinos a los que se les pinta de forma claramente sensual. Eso atrae las miradas y deseo de muchos hombres. Además, está penetrado por múltiples flechas fálicas…

Pero al mismo tiempo, la vida de San Sebastián tiene paralelismos con la de muchos homosexuales: es un santo que se negó a vivir escondiéndose (era un soldado romano que creía en Cristo). Decidió salir del armario, defender públicamente su fe. Y fue torturado por ello. Como ocurría con los gais, lesbianas, transexuales, intergénero o bisexuales, es castigado por mostrarse tal como es.

Sabemos que Wilde fue condenado a dos años de cárcel por sodomía y al salir se marchó a París y se cambió de identidad para escapar del acoso. ¿Qué nombre eligió para su nueva vida? Sebastián Melmoth. Un homenaje a ese San Sebastián de Guido Reni que le dejó pasmado.

Oscar Wilde no es el único escritor homosexual al que este mismo San Sebastián de Guido Reni le impresionó

Lo que le pasó con este mismo cuadro al escritor japonés Yukio Mishima es aún más impactante. En su libro ‘Confesiones de una máscara’, muy autobiográfico, cuenta que al ver de joven ese San Sebastián en un libro que le dejó su padre, descubrió lo que es masturbarse. Lo cuenta así:

“Tan pronto como puse los ojos en ese cuadro, todo mi ser se estremeció (...). Sentí arder la sangre y mi órgano mostró un impulso rebosante de ira. Esta parte de mi cuerpo, repentinamente agigantada y a punto de estallar, esperaba con una violencia inusitada a que la utilizara de una vez. Inconscientemente, mis manos empezaron a moverse de una manera que nadie les había enseñado. (...) Esa fue mi primera eyaculación y también el comienzo, torpe e imprevisto, de ese ‘mal hábito’”. Muchos años después, Yukio Mishima (que acabó suicidándose) se fotografió a sí mismo como ese San Sebastián. Nos habla de esa mezcla de deseo sexual y sufrimiento. Es el dolor que la sociedad y él mismo se autoimpone por sentir lo que siente, por ser quien es. La tortura de no aceptar lo que uno es y también el castigo por mostrarte al mundo como realmente eres.

Por todo esto, San Sebastián representa no solo a hombres homosexuales, sino también a todos aquellos que han sufrido por su orientación sexual o por sentirse de un género distinto al que le asignaron.

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Pablo Ortiz de Zárate

Educador de arte, colaborador de 'Hoy por Hoy'...