"Nunca se me olvidará la pregunta de mi padre: ¿Qué hemos hecho mal?": el periodista Alberto Gómez, sobre el suicidio de su hermano
Aimar Bretos entrevista a Alberto Gómez, autor del libro 'Contra el silencio', sobre el duelo por el suicidio de un ser querido
Las entrevistas de Aimar | Alberto Gómez
Madrid
Alberto Gómez es periodista. Muchos oyentes le conocerán, le pondrán cara por haberle visto mil veces en la tele haciendo conexiones desde Barcelona, pero hoy está en 'Hora 25' por un libro que acaba de publicar. El libro se titula 'Contra el silencio' y en él cuenta cómo le cambió la vida para siempre el 31 de marzo de 1997, el día en el que su hermano se suicidó.
Empieza la entrevista y suena la canción 'De menos', de Pedro Guerra, una de los temas especiales para Alberto a los que alude en el libro. Aparece la primera pregunta: ¿Cuántos años estuvo Alberto sin hablar con nadie del suicidio de su hermano? "Veintitantos... Veintitantos años en los que me refugié, en los que pensé que era una buena estrategia, una buena salida el no contarlo, el decir que solo tenía dos hermanas, el no contar lo peor que me había pasado en mi vida". Bastante duro.
¿Cómo era el hermano de Alberto? "¡Oh! Un dandi", responde con una sonrisa el autor de 'Contra el silencio'. "Era un dandi, tenía muchísimo carisma, también mucho ímpetu a la hora de hacer las cosas, para lo bueno y para lo malo. Es decir, se imponía en muchas cosas. Por ejemplo, a la hora de decorar mi habitación, lo de mi habitación es un eufemismo (ríe). Había un pequeño rinconcito en el que podía poner un par de posters y en el resto los ponía él solo. Mi hermano era el mayor de cuatro hermanos. Tenía 7 años más que yo. Abría puertas, cosa que yo también le agradezco, por supuesto, pero también se enfrentó a las cosas que te enfrentas cuando eres el primogénito".
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La noticia
"Primero me dijeron: vente, que ha pasado algo. Yo estaba estudiando, estaba en Sevilla estudiando periodismo. Te haces mil cábalas, mil historias en la cabeza. Cuando llegué y pasé por una calle por la que no tenía que pasar si iba al hospital, porque en teoría me habían dicho que había pasado algo gordo pero no todo lo que había pasado, pues pensé: si vamos para casa, es que ya llego tarde. Y, cuando llegué, ya vi a mis padres completamente rotos, a mis hermanas completamente rotas y ahí ya lo entendí todo. Realmente, nadie me tuvo que decir exactamente qué es lo que había pasado. Luego, eso sí, unos minutos más tarde, me contaron un poco cómo fue", así se enteró Alberto del suicidio de su hermano.
¿Qué se rompió en ese momento? "Todo. La vida te da un giro de 180 grados. Ves a tus padres completamente desechos. No se me olvidará nunca de aquella noche lo que me preguntó mi padre: '¿qué hemos hecho mal?', cuando tú crees que tus padres no han hecho nada mal. Casi nada volvió a ser lo mismo. Aparentamos que podíamos reiniciar nuestras vidas, pero ya casi nada fue lo mismo y, de hecho, su nombre no volvió a aparecer, ni ha vuelto a aparecer, en el salón de casa", explica Gómez.
No se dice, no se nombra
Dice Alberto en el libro: "Aquel día lloramos, mis padres, mis hermanas, lloramos juntos aquel maldito lunes, sin dejar de abrazarnos. Hasta quedarnos sin lágrimas. Lloramos aquel lunes. Y el martes. Y el miércoles. Y muchos de los días que siguieron. Pero llegó un momento en que todos comenzamos a llorar por separado. Como con miedo a contagiar a los demás. O con ganas de demostrarnos que estábamos mejor, que íbamos a salir a flote, que seríamos capaces de conseguirlo”. Y ahí… la familia deja de hablar de él.
¿Cómo se explica eso? "Me gustaría decirte lo contrario, Aimar, pero la palabra Eduardo nunca la he vuelto a escuchar. Puedo pasar días de vacaciones, días entre semana, Navidad... pero nunca ha vuelto a aparecer. No hemos rescatado ninguna historia, no hemos vuelto a abrir un álbum de fotos. Desgraciadamente, es un común denominador en muchísimas familias que pierden a alguien por suicidio. Se te vuelve todo en contra para que puedas hablar de esa persona, para que puedas honrarle y para que puedas recordar cosas que viviste con él", cuenta Alberto.
El periodista jerezano atribuye ese silencio a que: "Si no hablas, parece que no duele. Si no le mencionas, si no recuerdas aquel día, parece que duele menos. Pero cuando empiezas a abrir un poquito, cuando empiezas a quitarte la tirita, dices: ostras, pero si esto duele mucho más que aparentar que todo está bien y que todo funciona como funcionaba antes. La gente vuelve a clase o al trabajo demasiado pronto, la gente no llora lo suficiente y la gente, sobre todo, no cuenta. No compartimos lo que llevamos dentro".
"En estos meses de preparación del libro, me enteré de que una de mis hermanas iba dos o tres veces por semana al cementerio. Y le dije: ¿en serio, dos o tres veces? Y me dijo: sí, sola. ¿Por qué? ¿Por qué iba sola? ¿Por qué no me preguntó? Pues por lo mismo que hago yo, que voy también solo", explica Alberto Gómez.
Culpabilidad y enfado
La culpa surge inexcusablemente en los familiares de las personas que se suicidan, nos dice Alberto. "Esa sensación de: pude hacer algo, pude preguntarle, pude ofrecerle un abrazo, pude intuir que no estaba del todo bien... Porque evidentemente uno no cuenta cuando está mal, pero si el otro no lo intuye y no te pregunta, la cosa se va alargando y se va haciendo más grande y peor. A mí me ha mutado el enfado, pero la culpa cuesta más, porque siempre te podrás preguntar si pudiste hacer algo más, un café más...".
"Yo me enfadé mucho con él", reconoce el autor de 'Contra el silencio'. "Yo sentí que nos había dejado en la estacada, que nos había llevado a un episodio para el que no estábamos preparados y que no nos merecíamos. Pero eso sí que fue cambiando. Yo creo que enfadarte con alguien veintitantos años cansa mucho". ¿Y el perdón? "Más que el perdón... el entenderle. Es ponerte del todo en sus zapatos, hacerte más preguntas del tipo qué hubiera pasado si yo hubiera hablado más con él, si le hubiera ofrecido algún tipo de ayuda, más complicidad... Y, sobre todo, si realmente estaba sufriendo, si realmente quería dejar de sufrir, pues bienvenido sea el dejar de enfadarme con él".
¿Se llega a entender una decisión como la de suicidarse? "Más que entender, se llega a asimilar la decisión. Evidentemente, no sabes qué pasa por su cabeza en los cinco últimos minutos de una persona, pero sí que he asimilado que no estaba a gusto, que no quería seguir sufriendo, que había algo o varias cosas que fallaban en su vida y que no tenía ganas de seguir intentando sobrellevarlas. Supongo que eso pasa en la mayoría de los casos de la gente que muere por suicidio, que quiere dejar de sufrir. Entonces, si nos ponemos del todo en esos zapatos, asumirlo, asimilarlo y dejar de enfadarte te llega. Estoy satisfecho de dejar de enfadarme con mi hermano", reflexiona Gómez.
El trabajo del duelo
"Un grupo de duelo es un grupo en el que te encuentras con 8 ó 9 personas completamente desconocidas el primer día y de las que no te quieres deshacer a partir del primer minuto. Porque hablan tu mismo idioma, te comprenden, han vivido y sufrido prácticamente lo mismo. Vas escuchando frases que dices: esto a mí también me ha pasado. Es un escalón mucho más alto de complicidad y empatía que con cualquier otro amigo. No va en detrimento de mis amigos, que me han ofrecido, por supuesto, espacios de complicidad y amistad impagables, pero hay algo más", así explica Alberto lo que es un grupo de duelo por la pérdida de un ser querido por suicidio.
Y continúa aclarando la dinámica de esos grupos: "durante esas dos horas vamos intercambiando, dándonos las manos, interviniendo... No nos interrumpimos, sino que, sobre todo, esperamos y escuchamos. También hay silencios que... tela. Porque no todo el mundo después de escuchar algo de alto voltaje tiene ganas de intervenir rápidamente, sino que esperas un rato, lo asimilas y luego quizás intervienes. Sales diciendo: qué pena que haya 8 personas que hayan pasado por lo mismo que tú y qué bonito haberlas conocido".
"Da un poco de vergüenza contarlo. Da vergüenza decir: mi hermano murió por suicidio. Es una muerte tan visceral y tan antinatural... ", nos cuenta Alberto sobre el estigma que pueden sentir las personas que tienen a algún familiar muerto por suicidio. "Hay que pensar que hace x años ni se enterraban en los propios cementerios". ¿Y contar cómo fue? ¿Duele que te hagan esa pregunta? "Desgraciadamente, el ser humano tiene unas pequeñas dosis de morbo, de decir: oye, pero cómo lo hizo. Y ni suma ni resta pena ni dolor. Yo no voy a echar de menos a mi hermano ni más ni menos porque yo cuente ahora cómo lo hizo".
El libro
¿Qué dicen las hermanas de Alberto de que haya escrito el libro? "Es muy curioso que me digan que soy muy valiente, cuando no lo somos para hablarlo entre los tres o con mis padres. Mis hermanas están muy contentas, una se lo ha leído dos veces, pero cuando nos vemos no surge, es como quedarte en blanco. Están contentas. Creen que he dado un paso, que también es parte del grupo de duelo. Y también creen que le he puesto palabras a lo que ellas han sufrido. Por eso no me han dicho que está mal el libro. Me han dicho que siga, que siga contando que lo he escrito".
Josema Jiménez
Periodista de Sanlúcar de Barrameda. Trabajo...