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Las consecuencias económicas de la victoria de Keir Starmer en Reino Unido: un giro de 180º

Las políticas del nuevo primer ministro prometen estabilidad y crecimiento, buscando un cambio excepcional en todos los órdenes económicos

Las consecuencias económicas de la aplastante victoria laborista en el Reino Unido

Las consecuencias económicas de la aplastante victoria laborista en el Reino Unido

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La victoria abrumadora del líder del Partido Laborista, Keir Starmer, en las elecciones del pasado jueves 4 de julio en el Reino Unido supone un cambio histórico en el Gobierno del país. Los 'tories', que ostentaban la hegemonía del poder desde hace 14 años, y sus políticas han mermado la economía británica. Algo que, analistas británicos y expertos señalan ser la causa de la pérdida de apoyos. Ante este cambio de paradigma, se espera un giro de 180º en las políticas económicas británicas.

Las medidas que se espera que el nuevo gobernador del Reino Unido desarrolle prometen dos cambios principales en la agencia, marcados por el crecimiento y la estabilidad. Sobre estos dos pilares se cimentarán estas medidas cuyas consecuencias se reflejarán en todos los órdenes del país.

La economía de Starmer: estabilidad y crecimiento

Estos dos cambios considerados como fundamentales desde el entrono del recién elegido primer ministro se basarán en buscar primero una estabilidad en el país. Los últimos cinco años en el Reino Unido han estado marcados por inestabilidad y cambios constantes en el Gobierno y en las políticas internas y externas. Se ha abandonado la Unión Europea y se han sucedido tres primeros ministros, cinco ministros de Exteriores y siete ministros de Economía. En este sentido, Starmer busca consolidar lo que, desde las empresas denominan de forma irónica 'la política del salmón' invitando a desayunar el costoso salmón ahumado: una estabilidad más que necesaria para el correcto desarrollo del país.

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Por otra parte, desde el nuevo ejecutivo buscan un crecimiento económico que palie la 'anemia' que sufre el país desde 2007. Starmer prioriza el crecimiento económico previo a emprender un gasto masivo. Desde la esfera laborista consideran éste el "orden correcto": ingresar primero, gastar después.

Estos dos objetivos prometen un cambio excepcional en la economía y, por ende, en todos los órdenes nacionales. Por un lado, Starmer aboga por la creación de una nueva energética pública que garantice el suministro y la estabilidad de los precios y el aumento de la inversión en servicios públicos. Analizando el lado fiscal, el que involucra a los gastos e ingresos nacionales, el nuevo Primer Ministro promete una subida de impuestos que permite la sostenibilidad de los servicios públicos, los cuales se denuncia desde la población estar "gravemente mermados" tras los sucesivos gobiernos conservadores. Se busca la inversión pública en la construcción de viviendas e infraestructuras y, como media estrella, se quiere acabar con los subsidios que reciben las empresas industriales del país.

Por último, en el lado de las relaciones comerciales se plantea una revisión de las mismas con la Unión Europea que permitan un mejor desarrollo de intercambios que se han visto perjudicados desde la salida de los británicos de la Unión tras la aprobación del Brexit.

Este cambio promete acabar con lo que los analistas de la bolsa consideraban "la prima de 'riesgo de estupidez'" que se pagó con Liz Truss, y con la promesa de pagar menos impuestos pero recibir lo mismo o más que se extiende también por otros países.

El mercado y la bolsa aprueba los cambios pero muestran cierto temor

Desde la bolsa y los mercados británicos no dudan en aplaudir las políticas de estabilidad y crecimiento que se promoverán desde el nuevo ejecutivo. Sin embargo, no se oculta cierto temor que los mercados van a poner aprueba.

Por un lado, la agenda de Starmer promete garantizar plenos derechos de los trabajadores desde el día 1 de su contratación frente a los dos años que se tardaba en alcanzar esta plenitud en la actualidad en el Reino Unido. Este tema se vincula a los análisis que advierten que estos plenos derechos pueden contraer la contratación, disparar el paro y frenar el crecimiento económico.

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Los anuncios fiscales son el otro foco de temor de las casas de análisis. La promesa laborista que se ha hecho durante la campaña de aumentar los impuestos a las escuelas privadas, a los millonarios no residentes en el país o a las acciones, amenazan, según la banca, a la inversión y al crecimiento.

El medio británico The Economist resume los cambios con una frase rotunda: "El intervencionismo puede envenenar el crecimiento. El cortejo a la inversión requiere estabilidad, pero la estabilidad puede no ser suficiente".

Se vaticina un cambio radical en la economía británica que, si funciona, amenaza con seguir rompiendo la idea ya desquebrajada de que "la de que la derecha gestiona mejor la economía".

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