El placer de desconectar (o no)
Puede que deje de escuchar informativos (sólo puede), casi seguro dejaré de verlos y leeré más libros que periódicos. Pero desconectar del todo, en absoluto
Maruja Torres: "Desconectar del todo, en absoluto"
Madrid
Como persona afortunada que soy, que pertenezco a una sociedad compleja pero no invivible, me dispongo a desconectar. Es decir, al igual que muchos y muchas afortunadas, me pongo en estado vacacional, me piro, me largo, abandono las preocupaciones, me fijo en un hermoso rincón de la naturaleza, me diluyo en un grupo amistoso, participo en comilonas, excursiones, quizás alguna romería y alguna playa. Disfruto.
Espera un momento. ¿He dicho, antes, desconectar? Imposible. Puede que deje de escuchar informativos (sólo puede), casi seguro dejaré de verlos y leeré más libros que periódicos. Pero desconectar del todo, en absoluto. Quedará detrás de mi nuca, como un rascar de uñas que parece poca cosa pero que horada y duele, la parte más amarga que nos ha traído la temporada que termina, que ya llevaba lo suyo de la anterior.
Hay por detrás, en esa zona del pescuezo que se nos eriza de horror o de temor o de indignación unas cuantas veces al día, una telita que me recuerda aquellos trapos que salían del salacot o casco colonial que veía en las engañosas pelis de aventuras de mi niñez. En esta ocasión no protegen el cuello, sino que son como hilillos sensores que nos mantienen atentos al mundo de hoy y, me temo, al incierto mundo que viene. Que tengáis un feliz verano. Y que yo recupere la voz.
Maruja Torres
María Dolores Torres Manzanera (Barcelona, 16...