Obscenidades políticas

Madrid

La ruptura de Vox con el PP en cinco comunidades autónomas parecía responder solo a claves políticas. Pero no es así. Además ha desvelado claves personales, algunas de mercado persa. Han aflorado al menos cuatro obscenidades:

Primera obscenidad, la viga en el ojo propio, la paja en el ajeno. Dijo la dirección de Vox que Alberto Feijóo había impuesto su criterio a sus presidentes autonómicos; pues es el líder, Santiago Abascal quien lo ha hecho con sus consejeros, y algunos se han enfadado y le han traicionado.

Segunda obscenidad, el engaño. Dice Abascal que en la reunión decisoria hubo “diferentes posiciones pero en ningún caso mostraron apego por sus cargos”. Alguien engaña, porque ha habido dos consejeros que sí se han aferrado a la poltrona.

Tercera obscenidad, la pasta en vez de las ideas. Uno de los que ha escogido la pasta en vez de la lealtad a su partido, el de Extremadura, ha descubierto de repente por qué decidía eso. Resulta que “Vox no representa ahora mis ideales”, menuda conversión, rapidísima. Y la presidenta Guardiola, del PP, que tanto se opuso al pacto, entusiasmada.

Cuarta obscenidad, la falsa satisfacción. Abascal dice que su partido no decide “por sillones” sino por “principios”. Pues si es así, ¿qué principios le impiden extender la ruptura a los Ayuntamientos? ¿dónde está la coherencia? Tampoco se aplica a las presidencias de Parlamentos autonómicos, pues alega el dirigente que “no tienen nada que ver con los Gobiernos”. Pero todo el mundo sabe que formaron parte del paquete negociador.

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Alguien apeló a la honra sin barcos. Pues ni barcos, ni honra, ni principios, ni coherencia. Pero eso sí, alegría general de todos los demás por este chusco episodio que reduce la densidad del matonismo político. Sean felices.