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Robert Guédiguian: "Si tengo alguna nostalgia, es al futuro que imaginé y que no sucedió y que algún día sucederá"

El director francés regresa con 'Qué la fiesta continúe', una historia revolucionaria donde los vecinos se unen ante la tragedia con una Pasionaria francesa a la que interpreta Ariane Ascaride

Fotograma de 'Que la fiesta continúe' / CEDIDA

Paris

Si hay un cineasta que ha sabido definir la revolución social como algo divertido, alegre y esperanzador, ese es sin duda, Robert Guédiguian. Francés, marsellés para más señas, de origen armenio, de clase obrera. Su cine es emotivo, crítico, político, pero sobre todo amable y divertido. Ha rodado la mayoría de sus películas con su compañera, la actriz Ariane Ascaride en su barrio de L'Estaque en Marsella, donde nació y donde empezó a militar en el socialismo y el comunismo. De aquel barrio obrero, donde ambientó Marius y Jeannette o Marijo y sus amores, saltó al parís palaciego con su biopic de Mitterand. También ha viajado a Armenia o Beirut, donde centró Una historia de locos. Su último viaje fue a África, en Mali Twist, para retratar los problemas a los que se enfrentaron los jóvenes revolucionarios socialistas y anticolonialistas. En todos esos lugares, el cineasta francés ahondaba en la cuestión de la utopía derrotada, la revolución fallida. Sin embargo, en su última película, Que la fiesta continúe, todo es mucho más esperanzador y alegre, desde su título hasta lo que nos muestra.

"Es un homenaje a todos los grupos sociales que se produjeron después del derrumbe de un edificio que marcó a ese barrio en la ciudad y que además se reflejaron dos años después en una victoria electoral", cuenta el director que aprovecha el filme para relatar ese cambio político de su ciudad tras el derrumbe de dos edificios, los de la calle D’Aubagne, el 5 de noviembre de 2018, que costó la vida a ocho personas. "Marsella es una ciudad que pasó a ser de izquierda después de esa una unión, una unión muy amplia, muy muy amplia de la izquierda. Creo que eso es ejemplar. Esa es la única solución para nuestros países, España y Francia. Siento mucha admiración por la posición de España sobre Palestina y también sobre la posición de las mujeres. Creo que España está en el camino", nos dice el director sobre la crisis política que vive la izquierda en Francia y en casi todo el mundo.

La película puede leerse como un homenaje a Marsella y a las mujeres. Ariane Ascaride es Rosa, una mujer de sesenta años que ha dedicado toda su vida a cuidar a su familiar y al activismo político. Todo el mundo confía en ella para que lidere la alianza de izquierdas en vísperas de unas elecciones municipales decisivas. Pero Rosa no está convencida y, menos, cuando se enamora de un desconocido. "Las mujeres tienen una mirada del mundo que no es exactamente la misma que la de los hombres. Lo llevo diciendo des de hace mucho tiempo, los hombres piensan, las mujeres actúan y eso siempre sigue siendo un poco cierto", cuenta la actriz Ariande Ascaride, pareja perfecta del director y actriz de todas sus películas. Ganadora del César y de la Copa Volpi en Venecia, es de las pocas interpretes francesas capaz de mostrar en su rostro la vida de las mujeres corrientes, como esta madre y política que vive un momento de indecisión, sobre si involucrarse o no en la vida política, mientras se enamora, casa a sus hijos y sueña con su padre, un tipo con valores, militante de la izquierda en el pasado.

"Es por nuestra condición, quizás por el hecho de la capacidad de ser madres, tenemos una especie de relación con lo concreto que es mucho más inmediata. Porque cuando tienes un hijo, dos hijos, y cuando eres una mujer soltera como ella, que hace mucho tiempo que es viuda, te tienes que ocupar de todo, de los niños, trabajo, estudios. Al mismo tiempo, creo que eso le provoca un sentimiento de ira en momentos en que las cosas no funcionan como deberían. Es una heredera de un pensamiento de izquierdas. Está el fantasma de su padre que viene a visitarla. Es casi natural que se involucre en un movimiento. Pero lo que le molesta que solo se hable, se hable y se hable y no se haga nada. Está cansada, porque ya no tenemos tiempo. Está bien que se hable, pero no de eso que en francés llamamos un exceso de palabrería", cuenta sobre esas reuniones y asambleas en las que se discute cada coma de un discurso, pero donde lo pragmático está cada vez más ausente.

Rosa es una Pasionaria moderna, tal y como mencionan en el filme. "Ay, Dolores. Es extraordinaria. Una de las grandes figuras de la resistencia española", recuerda emocionado el director. "Su nombre pasó al lenguaje común, incluso en Francia se dice eso de ser una pasionaria. Eso igual significa que la gente no sabe quién es, pero sabemos que es alguien que puede luchar, a quien nadie le impedirá hablar y que nadie le impedirá actuar", apunta la actriz.

La película es un toque de atención a la izquierda, que debería aprender de la lucha vecinal, nos dice Guédiguian. "La izquierda debe aprender. Tenemos que preocuparnos por mejorar medidas que mejoren la vida de los jóvenes, en lugar de estar mirando a nuestro propio partido. Hay una lógica partidista que resulta perjudicial para cualquier forma de unión hoy en día. Debemos estar unidos, los personajes de la película, están unidos entre sí. Todos acuden a ese lugar, bajo la estatua de Homero, aunque todos tienen puntos de vista diferentes o no militen en los mismo partidos, pero sí existe la posibilidad de un pueblo unido. Y creo que, además, los votantes de izquierda, en todos los países del mundo occidental, para todos los países, están mucho más unidos que los líderes de los partidos que supuestamente los representan". Alude a una escena donde todo el pueblo acude en una marcha silenciosa a ese lugar donde cayó el edificio y donde yace una escultura del autor de La Odisea y La Ilíada. Un canto a la palabra y al relato como motor del cambio social. "El de Homero es uno de los primeros grandes relatos de la historia de la humanidad. Nombrarlo de esta manera es plantear la pregunta de cómo contar una gran historia hoy, cómo hacer historia. Eso es política y también cómo contar la historia, la epopeya popular".

Lo popular está siempre en el centro del cine del director que mira al pasado, pero sobre todo a los jóvenes y al futuro. Nada de nostalgia, explica Guédiguian: "No es una mirada nostálgica. Creo que cada uno en cada época, debe encontrar sus propias formas de acción. No soy nostálgico de la época que nos ha precedió, se ha hecho lo que se ha podido. Por eso digo, a menudo que siento nostalgia de un futuro que no ha venido todavía. Si tengo alguna nostalgia, es al futuro que imaginé y que no sucedió y que algún día sucederá". El director y la actriz se conocieron militando, sus sueños, dicen, no se han desvanecido, simplemente todavía no han llegado. No hay fracaso en sus horizontes, sino ganas de seguir luchando. "Nos conocimos en movimientos estudiantiles, así que siempre tuvimos un poco la misma relación con el mundo y el deseo de cambiarlo. De hecho, soñábamos con un mundo diferente mientras nos enamorábamos. Nunca diría que estábamos equivocados. Yo diría que el futuro está tardando un poco más de lo que pensábamos para que este mundo tenga éxito".

La nostalgia aparece en la pareja para hablar de la situación del cine actual. "Hemos crecimos en una época en la que el cine tenía un status muy grande, algo que ha perdido. En los años 70 y 80, fue enorme su importancia, sobre todo en el cine italiano. Ahora hay cineastas que pueden hacer buenas películas, pero creo que hay menos grandes obras que antes. Hay buenas películas que me gustan mucho, pero no ese nivel de Bergman, ni Passolini", explica el director. "Creo que el cine es un modo de expresión extraordinario y eso es algo que no ha logrado la televisión. Creo que la televisión ha influido en los jóvenes creadores y espectadores de hoy. Tenemos que esperar que el cine volverá a tener ese significado que ha tenido en la historia. Nos enfrentamos a los monstruos del cine mundial y es cierto que las personas de nuestra generación nos dan una perspectiva diferente del cine", apunta Ascaride, protagonista de Que la fiesta continúe, una obra sobre la esperanza, sobre la unidad, el amor y el compromiso. Una película que nos dice que la vida es también una fiesta, a pesar de las dificultades históricas.

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Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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