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Las imágenes de la judoca japonesa que demuestran la parte más desoladora de los Juegos Olímpicos

La campeona olímpica en Tokio 2020 Uta Abe ha encogido el corazón del público del pabellón

Uta Abe desconsolada en los Juegos Olímpicos de 2024 / DANIEL IRUNGU (EFE)

Madrid

Fue la retirada de Simone Biles de los Juegos olímpicos de Tokio 2020 para "cuidar" de su salud mental el acontecimiento que marcó un antes y un después. Se comenzó entonces a poner en cuestión la extrema exigencia y presión a la que los deportistas son sometidos, en especial aquellos de quienes se espera alcancen la gloria. Años de preparación, horas y horas de entrenamiento, expectativas mundiales y focos internacionales son solo algunas de las piedras que los deportistas de alto nivel cargan en su mochila olímpica. Unas piedras que, en ocasiones, hacen de esta mochila algo excesivamente pesado y que terminan superando mentalmente a los atletas.

Si en Tokio fue la gimnasta estadounidense quien estalló por la excesiva presión que cargaba sobre sus hombros, en esta ocasión ha sido la judoca japonesa Uta Abe. La nipona se alzó con el oro en los pasados JJOO y todo apuntaba a que no fallaría en su cita con las medallas en París 2024. En la segunda jornada tras la inauguración de los Juegos Olímpicos, Uta Abe se enfrentaba en octavos de final a la uzbeca Diyora Keldiyorova, líder del ranking mundial de la Federación Internacional de Judo (IJF).

Uta Abe deja unas desgarradoras imágenes junto a su entrenador

La japonesa que lleva dominando la categoría de judo de -52 kg desde 2018 parecía tener todo bajo control sobre el tatami, pero a falta de menos de un minuto para el final del combate, Uta Abe se vio sorprendida. La uzbeca logró un ippon con el que consiguió la victoria y puso fin a la andadura olímpica de la favorita. A pesar de que Keldiyorova no es una desconocida en el mundo del judo, pues se ha hecho con el oro en diversas competiciones en los últimos años, la derrota de Abe dejó atónito a todo el pabellón.

La japonesa, deportivamente, felicitó a la ganadora y se retiró del tatami. Fue entonces cuando el mundo se cayó sobre sus hombros. La judoca no pudo contener la decepción, se echó las manos a la cabeza y estalló. Comenzó a llorar desconsoladamente hasta tal punto que, ni el apoyo y respaldo de su entrenador podía aliviar a la deportista. El público explotó en aplausos y mostró su apoyo a la deportista japonesa que se retiraba de la pista entre lágrimas.

Esta es, sin duda, una de las imágenes que más se recordará de los Juegos Olímpicos de París. Otro ejemplo de la presión, en ocasiones exagerada, a la que los atletas son sometidos con el objetivo de alcanzar la gloria. Unas imágenes que deberían ser expuestas en escuelas y centros de alto rendimiento para enseñar a la nuevas generaciones que caer está permitido.