El 3 de agosto de 2023, en plena temporada alta de turistas en Tailandia, un suceso conmocionó la prensa internacional de todo el mundo. Daniel Sancho, chef e hijo del actor español Rodolfo Sancho, se convertía en el principal sospechoso del asesinato y descuartizamiento del cirujano colombiano Edwin Arrieta con quien, supuestamente, mantenía una relación sentimental. Fue solo unos días después, el 5 de agosto, cuando Sancho se declaraba culpable de los cargos y justificaba su actuación asegurando que Arrieta le tenía como «rehén» y que recibía continuas amenazas por parte del doctor. Después de una investigación plagada de irregularidades y en la que sobrevoló la sombra del soborno a las autoridades, finalmente el juicio se celebró el pasado 9 de abril y no ha sido hasta este jueves, 29 de agosto, cuando se ha conocido la sentencia. El Tribunal Provincial de Koh Samui, al sur de Tailandia, ha condenado a cadena perpetua a Daniel Sancho, acusado de asesinar y descuartizar al cirujano colombiano. Además, el chef español debería indemnizar a la familia del fallecido con 106.000 euros. Ante este veredicto, los abogados de Sancho ya han anunciado que recurrirán la sentencia. Desde que fuese detenido el pasado mes de agosto, Daniel Sancho ha permanecido en la prisión de Koh Samui, en la que, según ha trascendido, se ha dedicado a leer, meditar y practicar deportes como el muay thai. Esta cárcel está considerada una de las más afables para los reos occidentales, teniendo en cuenta que Tailandia es uno de los países del mundo con un sistema carcelario más peligroso. Además de ser una prisión más laxa, Daniel Sancho está en un módulo preventivo, separado de los presos con la sentencia en firme. Sin embargo, la reciente decisión del Tribunal Provincial de Koh Samui, implicaría un traslado del madrileño a otra cárcel del país, concretamente la de Bang Kwang, ubicada en Bangkok, capital del país del sudeste asiático. Un cambio que, sin embargo, no tendrá lugar hasta que no se ratifique definitivamente la cadena perpetua este jueves. El código penal tailandés es muy duro, sobre todo en tema de tráfico de drogas, y sus prisiones también hacen gala de ese rígido sistema. De todos los centros penitenciarios del país, Bang Kwang es uno de los más temidos, especialmente por los reos occidentales. Se trata de una cárcel para hombres, ubicada en la provincia Nonthaburi, a unos siete kilómetros de Bangkok, la capital del país. Esta es la prisión en la que permanecen la mayor parte de prisioneros extranjeros que cometen delitos de sangre en Tailandia, especialmente camboyanos y birmanos. En el caso de los reos occidentales -unos 50 en este centro-, existe una norma no escrita por la cual cumplen sus condenas en Bang Kwang: se trata de la prisión más cercana a los consulados de sus países de origen, localizados todos ellos en Bangkok. Bang Kwang es apodada como «El Gran Tigre» y fue construida en 1933, siendo una de las más antiguas del país sudasiático. Se trata, además, del lugar al que se destinan los condenados por delitos de sangre, violaciones o tráfico de drogas de alto nivel, por lo que una parte de sus moradores son considerados presos peligrosos. La capacidad de «El Gran Tigre» era inicialmente de 3.000 condenados pero, a día de hoy, los datos hablan de una cifra muy superior: hasta 7.000 internos se hacinan entre sus muros. Cada una de sus celdas tiene una dimensión de unos cuatro metros cuadrados y en ellas se agolpan entre 30 y 70 prisioneros. El espacio para dormir es escaso, en el suelo, y al lado de un agujero en el que todos los encarcelados en este espacio hacen sus necesidades. Además, este centro solo cuenta con un médico y dos enfermeros, lo que hace difícil tener los medios para atender a los prisioneros que caen enfermos. Los convictos pasan en sus celdas unas doce horas al día y, debido al hacinamiento, hay problemas con la salubridad de los espacios, así como escasez de comida para las personas encarceladas. Todas estas características hace que haya quienes califican irónicamente a Bang Kwang como el «Hilton» de las prisiones.