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Venecia 2024 | Walter Salles emociona con la vida íntima de una familia rota por la dictadura brasileña

El director de 'Diarios de motocicleta' convence con 'Ainda Estou Aqui' ('I'm Still Here' ), un drama sobre la lucha de las viudas de la memoria histórica

Fotograma de 'I'm still here' / FESTIVAL DE VENECIA

Venecia

Contar una vida, en este caso no de un personaje solo como en The brutalist, sino de toda una familia, es lo que hace el otro filme de competición. Ainda Estou Aqui, (I’m still here) es el emocionante regreso de Walter Salles, el director de Diarios de motocicleta. Una historia brasileña, política, humana y emotiva que adapta las memorias de Marcelo Rubens Paiva. En ellas relataba cómo su madre supo recomponerse y luchar por hacer justicia tras la desaparición de su padre, un diputado socialista, durante la dictadura militar de los setenta. El cine como un instrumento contra el olvido, ese ha sido el leit motiv del director brasileño para contar esta historia que, reconocía, tenía algo de personal. El autor, un niño cuando su padre desapareció, no tomó conciencia de lo que había pasado hasta mucho tiempo después, y decidió escribir la historia de su familia, y en particular la de su madre, cuando a ésta le diagnosticaron alzheimer. "Sentí la obligación de escribir sobre ella cuando me di cuenta de que había sido el centro de la familia, con cinco hijos, ella sola y sin dinero, arriesgándose en plena dictadura, vivíamos con los teléfonos interceptados, mis hermanas fueron arrestadas y yo fui amenazado por los militares".

La película transcurre en varias épocas, aunque la mayor parte tiene lugar en 1971, en plena dictadura militar de Brasil. Una familia progresista, intelectual y de clase media disfruta de las fiestas en familia y con amigos, de la playa de Río de Janeiro, de la comida y de la música. Una familia feliz, de esas que decía Tolsoi se parecen unas a otras. El padre trabaja en un estudio de arquitectura, es ingeniero, los cinco hijos crecen poco a poco, algunos en la infancia, otros ya adolescentes, y la mujer se encarga de la casa, como tantas mujeres en aquellos años. Pero un día los militares detienen y secuestran al padre, que ha estado colaborando y ayudando a los disidentes y a las víctimas del fascismo. Desaparece, sin que nadie diga a la familia, también detenida e interrogada, donde está, cuál es su situación y cuándo volverá. Un desaparecido más de una dictadura que, desgraciadamente se parece demasiado a las dictaduras vecinas, las de Argentina, Chile, Uruguay... y a la nuestra. Es entonces cuando esta mujer debe recomponer su vida personal y se adentra un compromiso político que cambia su vida.

De forma clásica, evitando el sensacionalismo, las músicas lacrimógenas o los dramas excesivos, la historia se cuenta de manera casi natural, centrándose en la intimidad de una familia y cómo la dictadura amenaza lo más íntimo de los seres humanos, irrumpiendo en la esfera privado para cercenar las vidas de quienes consideraba disidentes y de todos sus familiares. Tortura física y psicológica, en la que no se recrea el director, que deja fuera de campo. Lo apuesta todo a la fuerza de una mujer, silenciosa y sonriente, que apuesta por seguir viviendo, por hacer justicia y por ser feliz. El uso de la fotografías que se tomaban los miembros de la familia, de los vídeos en Super-8 que una de la hija mayor graba sin parar y las imágenes de la televisión encendida en la casa ayudan a contar una historia que permite empatizar a todos los espectadores y partir de la historia de vida de un individuo a una historia de toda una generación, de todo un país, incluso de muchos otros. Y que, desgraciadamente, como ocurría con el filme de Corbet, esos males no se han eliminado, conectan con el mundo de hoy. Nunca pensé que mi generación vería resurgir la extrema derecha", decía el director en la rueda de prensa del festival. "Siento la angustia de los tiempos que vivimos y creo que es importante hablar de ello".

Hay además una idea preciosa que es la de conectar, de una manera más espiritual que temática, el gran filme del director con el que lanzó su carrera internacional, Estación central de brasil, con este nuevo trabajo. En la primera descubrimos a esa grandísima actriz, la reina de Brasil como la definían en la rueda de prensa, Fernanda Montenegro, que hace una preciosa intervención en esta película que protagoniza su hija, la actriz Fernanda Torres, en una soberbia interpretación que podría arrebatarle la Copa Volpi a las estrellas americanas. La película hace justicia al personaje, porque como ella, Salles nunca cae en el melodrama, pero tampoco es silenciada, o aplacada. Pasó de ser la viuda o la madre para convertirse en una antropóloga que ha defendido hasta sus últimos días a las comunidades indígenas del Amazonas. Sin duda, un retrato precioso de la heroína moderna que no suele aparecer en el cine. Es significativo que el estreno en Venecia de Ainda estou aquí coincida con la reactivación en Brasil de la Comisión de Muertos y Desaparecidos Políticos, creada para identificar e indemnizar a las víctimas de la dictadura.