Una jugada tan legal como políticamente penosa
Aimar Bretos analiza la elección de Barnier como primer ministro de Francia
Una jugada tan legal como políticamente penosa
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Madrid
Hoy hemos asistido en Francia a un movimiento jupiterino por parte de Macron, que ha nombrado primer ministro a Michel Barnier, el político que negoció el Brexit en nombre de la Unión Europea, y que es un político de la derecha tradicional, miembro del partido 'Los Republicanos', que para entendernos es como el PP pero en Francia.
Macron hace primer ministro a este hombre de derechas, a pesar de que el partido de Barnier quedó en cuarta posición en las elecciones, lejísimos de las otras tres opciones. Fue la izquierda quien ganó, pero Macron se ha negado a nombrar a la primera ministra que le proponían los partidos de la coalición de izquierdas, Lucie Castets, con el argumento de que no tendría apoyos suficientes en la cámara para resistir cualquier intento de moción de censura.
¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Qué le ha pasado realmente a Macron? Pues que cuando su partido se la pegó en las europeas, Macron quiso dar un golpe de efecto, quiso hacerse un Sánchez emulando la convocatoria anticipada que el presidente español adelantó al verano pasado y, en esa línea, Macron precipitó unas elecciones legislativas, que a él le salieron mal. Le salieron mal porque él pensaba que una vez más, para que no ganase la extrema derecha, el resto de hijos de vecino terminarían apoyando a los candidatos macronistas, pero no contó con que la izquierda -de forma milagrosa- jugó sus cartas muy astutamente y se integró en una coalición que le permitió imponerse en la segunda vuelta y ganar esas elecciones. Tampoco es que arrasara, consiguió 182 diputados cuando la mayoría absoluta está en 289. Pero ganar, ganó.
Y pidió paso para gobernar. Pero en Francia, al primer ministro no lo elige el parlamento sino que lo elige el presidente. Y Macron no tenía ninguna intención de nombrar a la candidata que le propuso la coalición de izquierdas. Oficialmente, como he dicho, él argumenta que sería fácil de derribar por una moción de censura, que en Francia no necesita candidato alternativo.
Así que Macron ha estado mareando la perdiz mes y medio, reuniéndose con unos y con otros, hasta que ha decidido nombrar a Barnier. Pero claro, a Barnier también podría tumbarlo la asamblea. A no ser, y aquí está la clave, que a Barnier lo vayan a respaldar ya no sólo sus diputados del PP francés, sino también los macronistas -obvio- y la extrema derecha. Para que Barnier pueda gobernar, la extrema derecha tiene que permitirlo. ¿Ha pactado Macron este nombramiento con los de Le Pen? Lo iremos viendo.
Es realmente llamativo que, después de unas legislativas que ganó la izquierda, quien va a gobernar es un señor que tendrá el beneplácito más o menos entusiasta de todos, salvo de la izquierda. Y sin contar que muchos de los diputados de macronistas o de derecha moderada están ahí, sentados en la Asamblea, porque los candidatos de la izquierda sin posibilidades de ganar se retiraron en la segunda vuelta y el electorado progresista de esas circunscripciones terminó apoyando a los liberales o conservadores moderados con tal de que no gobernara el candidato de Le Pen.
Posiblemente, la coalición de izquierdas -con la Francia Insumisa al frente- se pasó de frenada cuando reclamó poner a la primera ministra, formar el gobierno y aplicar su programa íntegro teniendo un tercio de la cámara. Pero también es verdad que Macron ha hecho una jugada tan legal como políticamente penosa y se ha garantizando un primer ministro, Barnier, que políticamente le va a dar muchos menos problemas que una primera ministra de izquierdas con la que cohabitar. Barnier no va a revertir la reforma de las pensiones, no va a recuperar el impuesto a los ricos. En definitiva, no va a ponerse a revocar las medidas liberales que ha ido aplicando Macron.
Tanto ansía proteger su legado de un giro a la izquierda, que finalmente quizá su legado sea una presidencia de Le Pen. Lo veremos en 2027.
A seguir preguntándonos todos a qué se deberá el desapego de determinados sectores sociales respecto a la política y sus tinieblas.