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Política

"O pagas 1.000 millones por él vivo o pagarás 500 por el cadáver": el secuestro del empresario vasco Jesús Guibert, contado por su hijo

Aimar Bretos entrevista a José María Guibert, autor del libro 'La caverna. Diario del secuestro de un empresario vasco'

Madrid

De las muchas formas de actuación salvaje e inhumana que fue aplicando ETA durante su historia para causar el mayor dolor posible hay una que tuvo un impacto directo ya no solo sobre los derechos humanos, sobre la sociedad y sobre la dignidad de las personas, sino también sobre la economía. Hablamos de la extorsión y los secuestros a empresarios vascos. Algo que no solo atravesó de dolor y miedo a miles de familias, sino que envió un mensaje claro: como generes algo de riqueza y de empleo en Euskadi, prepárate para las amenazas, para el chantaje, para las cartas diciéndote "sabemos a qué colegio van tus hijos, paga o atente a las consecuencias".

A esos miles de empresarios que sufrieron la extorsión de ETA y, en concreto, al medio centenar que fueron secuestrados por la banda terrorista, algunos de ellos asesinados incluso, homenajea José María Guibert, ex rector de la Universidad de Deusto, con el libro que acaba de publicar relatando el secuestro de su padre, el empresario vasco Jesús Guibert. El libro se titula 'La caverna. Diario del secuestro de un empresario vasco'. En 'Hora 25' hablamos con él.

Las entrevistas de Aimar | José María Guibert

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El secuestro de un empresario

Al padre de José María Guibert lo secuestró uno de los grupos de la órbita de ETA, los llamados Comandos Autónomos Anticapitalistas. Lo secuestraron el 21 de marzo de 1983. Hay una frase tremenda, que se la dicen a él los secuestradores, que fue: "ya nos ha costado cogerte, cabrón". Lo habían intentado antes al menos dos veces y lo consiguieron aquel día en el garaje, cuando iba camino de la empresa. Así lo explicaba su hijo: "Él, como todos los días, iba de San Sebastián a Azpeitia, que está como a 50 kilómetros de San Sebastián. La fábrica estaba en Azpeitia. Sale a las ocho u ocho y algo, como todos los días, y a las nueve o nueve y algo llega a Azpeitia. Llega al garaje de la casa familiar, que estaba allí donde la fábrica, abre el portón con su llave, entra, levanta la puerta, mete el coche y, ya dentro, vienen dos tíos con una escopeta o recortadas y le dicen: "nos ha costado cogerte". Le meten atrás en el coche y salen con su coche".

¿Quién era el empresario Jesús Guibert? "Se metió en muchos temas, en muchas iniciativas. La empresa era potente, creo que la tercera en exportaciones de Gipuzkoa. Mi padre recibió cartas de ETA desde el comienzo, en el setenta y tantos, hasta la última remesa en el 2010-2011, cuando ETA lo dejó. 35 años ha tenido mi padre presión de ETA. Era un hombre tranquilo, capaz, inteligente, mantenía cierta serenidad y le tocó vivir en un momento en el que había esta mafia que era ETA", cuenta José María.

La terminología del terrorismo

¿En qué momento dimos por bueno el término 'impuesto revolucionario' para nombrar esa extorsión económica a la que ETA sometía a los empresarios vascos para financiarse como banda terrorista? "No sé, yo siempre lo he puesto con comillas. No se puede llamar a eso impuesto, es un chantaje. En la guerra siempre, el que vence quiere usar el lenguaje, el relato lo quiere dominar, lo quiere manipular. Hay términos como cárcel del pueblo, impuesto, enemigo del pueblo, refugiados... que no son así. Así que se le llama impuesto, pero ciertamente es una aberración llamarlo así", reflexiona Guibert.

La dinámica secuestradora de los etarras hizo que el castellano adoptara el término vasco 'zulo'. José María Guibert cuenta en su libro que siente vergüenza por esta aportación tan triste a la lengua castellana: "'Zulo' está en la Real Academia y el origen de la palabra es donde se guardan armas o personas por parte de los terroristas. Es uno de las lamentables aportaciones al castellano. También pongo en el libro otras cosas buenas que hemos hecho los vascos, pero esa palabra está en el castellano por ese motivo tan triste".

La negociación: pagar o no pagar

Una figura que se hizo tristemente habitual en los años de plomo en Euskadi, y de la que se habla poco, fue la del intermediario entre la banda y las familias: "Había gente que se presentaba, que decía que tenía contactos y, claro, estás en sus manos. ETA mató a algunos de ellos que eran tramposos, engañaban a unos y a otros. Entonces, sí, había intermediarios que parece que manipulaban. Les decían a las familias: oye, estos han pedido cien millones, pero ETA había pedido 50. Haces lo que sea, pagas y el intermediario se quedaba con ese porcentaje. Había una situación de mucha impotencia por estar en manos de gente así", explica Guibert.

Los Comandos pidieron a la familia por el rescate de Jesús Guibert 1.000 millones de pesetas. Eran inhumanos hasta el punto de decir: o pagas 1.000 millones por él vivo o pagarás 500 por el cadáver. "Eso fue muy duro. Fue una crisis muy gorda en la familia". En el libro se cuenta que al final fueron 200 millones la cantidad que se pactó. En su momento, fue la cantidad más alta que se pagó por un secuestrado, nos dice José María.

El perdón

Es un debate ético interno brutal, no solo con los secuestros, sino frente al impuesto revolucionario, el de pagar o no lo que piden por evitar la muerte o el secuestro, pero saber que estás financiando a una banda terrorista: "Es un tema ético: ¿pagas o no pagas? ¿puedes pagar a una mafia? Pero incluso cuando la Guardia Civil liberaba a un secuestrado por ETA, la familia después terminaba pagando. Siempre se ha tenido que pagar. En ética hay dos categorías: lo obligatorio y lo deseable. El no pagar es algo deseable, no obligatorio. Como perdonar: ¿hay que perdonar a los terroristas? ¿hay que perdonar en la vida a los que te hacen daño? Éticamente es deseable, pero no obligatorio. Perdonar es deseable, pero no es exigible. No es antiético si no perdonas", reflexiona el hijo del empresario Jesús Guibert.

¿Perdonó Jesús Guibert a sus secuestradores? "Yo creo que sí", cuenta su hijo. "Hay una frase al final del libro en el que la despedida de mi padre con ellos es que les da la mano y les dice: oye, dejad esto y nos vemos si queréis en una sidrería, pero dejando esto, por otro camino. Esa frase la dijo él. Entonces, ser capaz de decir eso me hizo pensar mucho todos estos años, quizás por eso he escrito el libro. En mitad de tanta confrontación, alguien que sea capaz de dar la mano y dar ese mensaje. Quizás por su experiencia religiosa. Entre las personas mayores era más normal perdonar, tenían un sentido ético de la vida que incluía el perdón".

José María reconoce que no sabe si los secuestradores se han arrepentido: "Ha habido gente que se ha arrepentido. Diálogos restaurativos en los que un terrorista ha hecho el esfuerzo por pedir perdón a la cara al hijo de un asesinado. Alguien, humanamente, no para que te quiten pena, sino simplemente para decir a la cara lo siento. Eso es bueno. En nuestro caso, si pudiéramos hacerlo, pues se podría plantear. Hay gente que por eso se siente mejor, pero en nuestro caso no hemos dado esos pasos".

El aita entra en casa

Cuando se acaba el secuestro, los terroristas dejan a Jesús Guibert en una carretera y pasa un grupo de jóvenes con un coche, lo recogen y lo llevan a San Sebastián: "Mi padre entró en casa con su llave. Lo dejaron dos calles más allá de casa. Se fue a pie hasta el portal, en el que había dos policías que ni se dieron cuenta. Mi padre entró tranquilamente al quinto piso, tocó el timbre y se fue a la ducha. En aquellos años nosotros teníamos una especie de código de timbre: dos cortos y uno largo, para saber que era de casa el quien tocaba. Entonces empezaron a tocar el timbre, nosotros estábamos casi para dormirnos y nos preguntamos qué estaba pasando. Y era él. Entró en casa y se duchó. Aún hoy sigo usando ese código cuando toco el timbre en casa de mi madre o de mis hermanos".

Josema Jiménez

Josema Jiménez

Periodista de Sanlúcar de Barrameda. Trabajo en la Cadena SER desde 2018. Antes en Hoy por Hoy, ahora...

 
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