"Recuerdo la primera vez que me duché de nuevo de pie sin caerme"

Madrid

Toda conversación con Silvia Abascal (Madrid, 1979) deja un enorme poso de muchas cosas, todas dichas desde la reflexión, la emotividad, la alegría y la serenidad. Es la dueña del matiz, de la pausa, los mismos que imprime a sus papeles y a su vida cotidiana. Siempre se recuerda madura, seguramente marcada por la temprana ausencia de su padre, fallecido cuando tenía sólo 46 años. "Casi tengo ahora la edad que tenía mi padre cuando se marchó. Entonces me parecía que era alguien mayor, y cumplir su edad me ha removido muchas cosas".

De aprendizajes de la vida y de la profesión de intérprete ha hablado junto a Luis Alegre y Àngels Barceló. De su hermana mayor, de Natalia y del síndrome de down reconoce haber aprendido mucho. "Mi hermana es la mayor, yo la mediana, pero las circunstancias me convirtieron en la mayor de los tres hermanos". Y de Natalia asegura emocionada que "en una familia que somos una piña, ella es columna vertebral. Natalia abraza con los ojos cerrados, pero tomándose el tiempo de lo que es un abrazo; cuando se tumba, se desparrama y cuando entra en una habitación donde todo el mundo se está riendo, ella no necesita saber por qué, directamente conecta con esa emoción. Con la alegría, con la tristeza o con el dolor. Aprendo tanto de ella...."

Sus aprendizajes y primeras experiencias interpretativas nos llevan inevitablemente a uno de los mayores templos y santuarios de la historia de la televisión: "Un, dos, tres". Allí, donde tantos actores y actrices hicieron su bautismo de fuego, se remontan sus orígenes. Entonces, con 13 años, hacía de una niña poseída, encargada semanalmente de contar una historia a los concursantes. "Chicho Ibáñez Serrador era muy exigente, y con él aprendí latín. Le guardo un afecto muy especial porque fue la primera persona que me dio la primera oportunidad". De esa época recuerda Silvia divertida que "la gente me escribía muchas cartas creyendo que yo era una persona mayor interpretando a una niña. Pensándolo ahora -recuerda la actriz madrileña- yo creo que hacer eso, sin la ingenuidad y la naturalidad de cuando eres tan pequeña, teniendo en frente a Chicho, igual me costaría más".

Después, sólo tres años después, con 16, se coló de nuevo en las casas de España en el papel de la hermana pequeña en la serie "Pepa y Pepe". Una escuela junto a su añorada Verónica Forqué, Tito Valverde o María Adánez... De ese periodo exitoso recuerda su primera semana de rodaje en la que "literalmente me hice pis en una escena, junto a Verónica y Antonio Resines".

El humor como motor de vida, incluso cuando sufrió un ictus. "Aquel ictus me hizo literalmente renacer. Recuerdo perfectamente el aprendizaje de volver a empezar. La primera vez que me duché de nuevo de pie sin caer, abrocharme por mi sola un pantalón. Después subirme de nuevo a un escenario, coordinar el cuerpo, aprender un texto y ponerlo al servicio de las historias... Ha sido impresionante". Y añade: "Un viaje alucinante en el que nunca ha faltado el humor".