Salvador Illa, ornitorrinco
Ahora el PSC tiene, sobre todo, a Salvador Illa, que está llevando las contradicciones del PSC a un paroxismo zen donde todo se fusiona
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Madrid
Dibujado por el Altísimo no se sabe si en un momento de diversión o en un momento de resaca, el ornitorrinco, más que un animal, parece una anarquía. Tiene, como el botillo del Bierzo, un poco de todo: el pico del pato, la cola del castor y las patas de la nutria. Por si fuera poco, pone huevos como las gallinas y guarda veneno como el escorpión.
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El ornitorrinco vive lejos, en Tasmania, pero si viviera en Cataluña, votaría al PSC. Al fin y al cabo, tiene, como él, una cosa y su contrario. Dinastías pijo-progres de Barcelona y socialdemócratas de pana vieja. Gauche divine y sindicato del metal. Maragalles y Montillas. Gentes que se fueron a Ciudadanos y gentes que volaron a ERC. Los que han mandado siempre en Girona y los que han montado, con éxito de apoteosis, la Feria de Abril. Dirigentes que se manifestaron contra el Tribunal Constitucional en 2010 y dirigentes que se manifestaron por la España constitucional en octubre del 2017.
Ahora el PSC tiene, sobre todo, a Salvador Illa, que está llevando las contradicciones del PSC a un paroxismo zen donde todo se fusiona. Un día pone una bandera y al otro pone las dos. Deja cultura a los indepes pero comunicación a los constitucionalistas. Corteja a Esquerra y recibe al Rey. Se proclama a la vez muy progresista y muy cristiano y, entre unas cosas y otras, acaba de pasar una primera Diada de esteladas fláccidas con esas estrategias de poner una vela a Dios y otra al diablo. Feliz viernes.