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Carla Simón se encomienda al realismo mágico gallego para 'Romería', su película sobre los 80

La directora catalana cierra la trilogía sobre su familia que inició con 'Verano 1993' y continuó con 'Alcarràs', en un rodaje en Vigo donde quiere homenajear a la generación del Sida y las drogas

Momento del rodaje de Romería, de Carla Simón / John Lewis

Vigo

Son muchas primeras veces para Carla Simón en el rodaje de Romería, su tercera película, la primera después de ganar ese histórico Oso de Oro en Berlín con Alcarràs. Esta historia es su continuación de esa trilogía sobre su familia que inició con su debut, Verano 1993 y que ahora la ha llevado por primera vez a rodar fuera de Cataluña. En Galicia ha encontrado un lugar casi mágico, decía la directora, que le ha permitido imaginar cómo fue la historia de amor de sus padres. Además, aquí es la primera vez que se aleja de la cámara en mano, la primera que se adentra en ciertos elementos poéticos y se aleja de ese realismo y naturalismo que tan bien maneja en su cine. "Cada película te pide una cosa y cada familia no puede estar retratada de la misma manera que las otras, porque también el personaje que llega es un outsider. Estoy aprendiendo mucho y para mí el reto es encontrar maneras de que la cámara no sea rígida y se adapte a los actores", explica Carla Simón.

La directora ha desplegado a todo su equipo en torno a una casa perfecta, en la costa de Vigo, en al cima de una pequeña montaña desde la que se baja a una playa nudista. Los bañistas van a lo suyo, mientras, el equipo de rodaje va preparando una de las escenas del filme. Se rodará por la tarde y por la noche, así que la mañana Carla Simón la dedica a atender a la prensa. Es un día nublado. "Yo quería sol...", musita la directora nada más llegar, con su mochila a cuestas. Se ha pasado todo el verano en Galicia, un verano soleado y caluroso, pero justo los días que necesitaban el sol, la lluvia fue lo que encontraron. "El primer día nos llovió muchísimo también".

Inclemencias del tiempo que se solventan con naturalidad, sabiendo que el paisaje gallego es demasiado poderoso como para que ningún contratiempo afee el plano. En Galicia vivieron sus padres. Se enamoraron y aquí empezó también su final. Su madre era catalana, su padre gallego. Vivieron en el Vigo de los ochenta, el de las drogas y el SIDA, dos cosas que pasaron factura a toda una generación. "Desde hace mucho tenía esta idea en la cabeza, de hacer algo con las cartas que mi madre había escrito desde aquí", nos cuenta. Sin embargo, Alcarràs se pospuso por la pandemia y, mientras esperaba a que terminara el confinamiento, escribió este guion. esas cartas describen no solo la vida de su madre, sino el espíritu de toda una generación. "Es un testimonio, de una manera de vivir que no tiene nada que ver con la que vive ahora la juventud. Vivían el momento, sin prisa, esperando y experimentando. Las cartas me parecían muy potentes, de hecho, ya las había utilizado una vez para para un corto, y me quedé con las ganas de explorarlo".

Romería sucede en dos tiempos, otra novedad para Simón. Uno corresponde más o menos a la actualidad, cuando una joven que quiere pedir una beca llega a Galicia a buscar el certificado de defunción de su padre, pero no es tan fácil de conseguir. Mientras espera que se solucione el trámite burocrático, pasa unos días con su familia paterna, a la que a penas conocía, e imagina cómo fue la vida de sus padres cuando tenían su edad. Así nos adentramos en la otra línea temporal, la de esa década de los ochenta, donde España había salido de la dictadura para adentrarse en el hedonismo, en la libertad. "Es una especie de memoria de toda una generación. Sus historias son un tabú, porque las drogas y el SIDA siempre lo han sido. Yo he intentado encontrar mi memoria familiar, pero no ha sido fácil, porque esas historias se cuentan con eufemismos, como a cachitos. Es mi particular homenaje a esta generación, porque creo que nos sigue costando mucho hablar de de la cantidad de gente que murió en ese momento por ese tema".

De hecho, nos cuenta Carla Simón que para entender ese árbol genealógico tan especial, con tres familias, la materna, la adoptiva y la paterna, hizo hasta varios tipos de terapia. "Uno era una especie de terapia regresiva, una especie de hipnosis en la que te imaginas a sus antepasados. Eso me conectó mucho con lo que quería contar. Después hice una más onírica, una terapia de sueños. De repente soñé que mi pareja y yo vivíamos como mis padres", relata divertida. "He tenido conexiones muy interesantes y el hecho de estar aquí ya es fuerte. Galicia tiene algo muy mágico para mí, más en relación a esa historia de amor de mis padres".

La protagonista es Llúcia Gàrcía, una actriz a la que descubrieron en la calle, en el barrio de Gràcia en Barcelona. Un trasunto de la propia directora. Una chica que estaba estudiando su último año de instituto y que compaginó la EBAU con el casting de Romería. Quiere estudiar filosofía, pero este veranos sus vacaciones las ha pasado interpretando este papel, el de una joven que perdió a sus padres. "En este tiempo, en este casting también, me he dado cuenta de que somos mucha gente la que hemos perdido a los padres por el SIDA. Hay muchas historias, muchas maneras de haber vivido esto, desde gente que se crió con sus tíos o con otra familia, o con un abuelo. El personaje e hace las mismas preguntas que se haría cualquiera en esta situación. Hubo mucho dolor por el hecho de perder toda. Bueno, pues de perder gente por sobredosis, sida o accidente, que era lo que pasaba en ese momento. Se rompían familias. Hay familias enteras de que perdieron".

Tristán Ulloa y Janet Novas también andan por el rodaje, junto a un grupo de actores y actrices adolescentes que esperan con tranquilidad al fresco a que les toque rodar. La ganadora del Goya a la mejor actriz revelación por Ocorno es aquí la amiga de la madre de la protagonista, que vive en Galicia y que canta, en la escena que ruedan delante de la prensa, una canción de Lole y Manuel que, nos aseguran, tiene mucho significado en la película. Hasta cinco tomas hemos visto. Con ellos ha rodado de la misma manera que en sus anteriores filmes, sin que se aprendan el guion de memoria. Se lo enseña, pero no les deja leerlo más. Antes de eso, han ensayado mucho y han pasado tiempo juntos, configurándose como una familia en el rodaje que ha sido apacible, pero que también ha tenido incidentes. María Zamora, productora que recibirá en San Sebastián el Premio Nacional de Cine, cuenta sin dramas cómo perdieron un dron en una de las primeras escenas que rodaron. Era la de una romería a la Virgen del Carmen. "Se cayó a la ría, con la cámara dentro y no tenemos lo que se grabó, pero es que no encontramos la cámara. Hemos mandado buzos y nada. Nos han pasado unas cuantas, pero todo va en orden".

Lo cierto es que orden y tranquilidad se respira en el rodaje en una casa de piedra, donde pasó temporadas Buñuel y dicen que hasta Valle Inclán, donde las vistas son impresionantes y donde se respira algo de ese viaje místico que propone la directora en este proyecto, donde hasta el título evoca a la idea de esa travesía, pero donde el fondo político emerge, como emergía en Alcarràs. "Siempre hablamos de memoria histórica, pero solo nos centramos en la Guerra Civil, que es importante, pero hemos olvidado los ochenta. Estuvo el cine quinqui, pero yo siento, como hija de esta generación, que nos referimos a esa época como si fuera un tiempo oscuro y vergonzante. Yo no juzgo a mis padres. Les pasó esto, no se sabía el alcance y los peligros de todo", insiste. Lo cierto es que hay una cosa luminosa en la forma de explicar su historia en Carla Simón, que no hay rencor ni enfado, simplemente curiosidad para entender la memoria familiar que es también la memoria de un país.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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