Las exageraciones se pagan

Barcelona

En la vida las exageraciones se pagan. También las sobreactuaciones, los excesos retóricos, los insultos: nada es gratis, todo eso se acaba pagando. Ocurre ahora en la política. Cierta oposición se ha propuesto sobreactuar. ¿Qué significa eso? Pues duplicar las acciones, exagerar los argumentos, convertir lo criticable en tema de ciencia ficción. Una manera de hacerlo es la judicialización: eso se da cuando un partido, cuando pierde una batalla en el Parlamento, recurre sistemáticamente a la Justicia para recuperar lo que perdió en la arena política.

El Tribunal Constitucional ha dejado en suspenso 16 recursos, o sea, 16, contra la ley de amnistía. Los presentan comunidades autónomas y PP. Son calcados, una copia, vaya broma. Es decir, sospechosos de ultra-politización, como cuando recibimos un anónimo mil veces firmado por mil seudónimos distintos. Gato encerrado. Los jueces constitucionales han decidido ni admitirlos a trámite ni no admitirlos. Sino ponerlos en barbecho, en cuarentena, en el congelador, a estudio, a ver qué deciden. Con la calma. Según la ley, parece probable que debieran ser rechazados, porque las autonomías solo pueden recurrir si sus competencias se ven directamente afectadas por una norma central. Pero los del Constitucional se las saben larga: verán si aceptan o si rechazan. O si deniegan pero menos, o sea, sólo al final de decidir sobre el fondeo del asunto.

Este suave revés de entrada es mucha bofetada. Después de tanta campaña, cruzada, ocupación de calles y plazas, los guardianes de la Constitución responden con la siesta. Es lo que tiene la exageración, la sobreactuación y el ataque sistemático: solo funciona si alguien le hace caso inmediatamente. Y de momento es un… ya veremos.