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Lauren Bacall: “La mirada” del Hollywood clásico

Se cumplen 100 años del nacimiento de la protagonista de películas como Tener y no tener y El sueño eterno.

En los últimos años de su carrera, ya superados los 70 años, Lauren Bacall volvió a encontrar su hueco en el cine. Rodó películas en inglés y en francés, con algunos directores consagrados, pero también con otros casi desconocidos. Y nunca faltaba a los festivales de cine donde se presentaban esas películas. Allí, sentada entre actores mucho más jóvenes, costaba ver en ella a aquella gran estrella que había sido en el pasado. Pero entonces, después de alguna respuesta, surgía el milagro. Lauren soltaba su risa fuerte y estridente, tan personal como su voz profunda o su mirada felina y era como si con esa risa se destapara la leyenda que encerraba. Todos los presentes recordábamos entonces que estábamos ante un verdadero mito del cine, aunque ella nunca cedía a la nostalgia. “No dedico demasiado tiempo a verme a mí misma, pero si estoy haciendo zaping ante el televisor y me encuentro con algo familiar, recuerdo la situación, lo que ocurrió aquel día de trabajo y lo hago con agrado. Pero estoy más interesada en el presente”, decía.

A partir de ese momento la rueda de prensa se centraba en ella. No faltaba nunca, por ejemplo, la inevitable pregunta sobre el que fue su marido, Humphrey Bogart. “Era una persona tan extraordinaria, con tanto talento como actor, además de maravilloso como ser humano, se merece estar ahí, ser venerado por todas las generaciones. Es atemporal, siempre lo será, mucho después de que yo me haya ido”, recordaba la actriz. Entonces la película que había venido a presentar al festival dejaba de interesar y todos los periodistas queríamos saber más cosas sobre su vida y su carrera.

Su verdadero nombre era Betty Joan Perske. Nació en el barrio neoyorkino de Brooklyn en una familia judía y era prima de Simón Peres que acabaría siendo presidente de Israel. Desde niña soñaba con ser actriz. “Quería ver mi nombre en anuncios luminosos. Era un sueño que tenía y no sé de dónde venía. De mi familia no, ya que nunca tuvieron nada que ver con el mundo del espectáculo. Simplemente era algo que tenía que conseguir y habría hecho casi todo por ello. De hecho, hice casi todo por ello”, afirmaba tajantemente. Para conseguirlo vendió revistas a las puertas de lugares emblemáticos de Broadway, como el restaurante Sardi’s o se buscó un empleo de acomodadora en un teatro para estar cerca de los actores. Por la mañana iba a clases de interpretación en una escuela en la que coincidió con Kirk Douglas. “Kirk y yo nos llevábamos muy bien. Coincidimos en la escuela de interpretación. Yo estaba en el primer año y él en el último. Tenía 16 años y no podéis imaginar lo coladita que estaba por él”, rememoraba. También trabajaba de maniquí. Un día, cuando tenía 18 años, eligieron una foto suya para la portada de la revista Harper’s Bazar y la mujer del director Howard Hawks la vio en la peluquería. “Ella enseñó la fotografía a su marido porque pensaba que yo tenía una imagen interesante y tal vez debería hacerme una prueba. Y él, que se dejaba influir mucho por su esposa, dijo: de acuerdo, vale. Y así fue como empecé”.

Con sus ojos verde grisáceo y su melena ondulada Hawks vio en ella una cierta insolencia que, sin embargo, no resultaba molesta y la tomó bajo su tutela. Tardó casi un año en prepararla. Le enseñó a actuar, a moverse en un plató; le dio a su voz algo nasal un tono más profundo y le cambió también el nombre. Bacall, que era el apellido de soltera de su madre y Lauren porque le parecía sugerente al director. A ella, en cambio, nunca le gustó y durante toda su vida sus allegados siempre la llamaron por su nombre real. Tras muchos meses esperando, por fin llegó su momento. Hawks había decidido lanzarla en una película junto a Humphrey Bogart. “Recuerdo que iba hacia la oficina de Hawks, cuando de pronto se abrió una puerta y salió Bogart. Me miró y me dijo: acabo de ver tu prueba, seguro que nos vamos a divertir juntos”. La película era Tener y no tener. Durante el rodaje estaba muy nerviosa, le temblaban las manos y también la cabeza. De ese temblor surgió precisamente su famosa forma de mirar. “Descubrí que al mover mi cabeza un poco hacia abajo y mirar hacia arriba podía mantenerla quieta y así mirar hacia un lado u otro, pero siempre manteniendo la barbilla baja”. Un hecho que los publicistas del estudio aprovecharon para apodarla así: “The look”, la mirada. “La mirada que derrite”, como la llamaba Bogart”, añadía siempre la actriz.

Durante el rodaje de Tener y no tener Bacall y Bogart se enamoraron. “Una noche al terminar el rodaje estaba en mi camerino preparándome para irme y Bogie entró a despedirse. Le miré y le dije “buenas noches” y de repente se inclinó y me besó. Fue la primera vez y cuando quise darme cuenta ya estábamos enamorados”. Bogart estaba casado, pero no tardó en divorciarse y la noticia de su relación sacudió a Hollywood. Bogie le sacaba 25 años, pero decidieron casarse y formaron uno de los matrimonios más famosos del cine. Tuvieron dos hijos y algún que otro obstáculo que superar, como el alcoholismo de Bogart. Pero la actriz siempre dijo que los doce años que estuvieron juntos fueron los más felices de su vida. “Era un encanto, un hombre muy emotivo y sensible. Siempre fue un caballero, al contrario de muchos de los papeles que interpretó. No era así para nada. También era culto e inteligente. Y muy divertido”, recordaba la actriz. El cuento lo desbarató el cáncer de esófago que acabó con el actor en 1957.

La carrera cinematográfica de Lauren Bacall estuvo llena de altibajos. “Cuando estrené mi primera película los críticos y la prensa decían que era la nueva Marlene Dietrich, Katherine Hepburn, Mae West, Carole Lombard; era todas ellas. Eso fue con la primera película. Con la segunda ya no era nada”, afirmaba la actriz. Y era cierto. Su segunda película, Agente confidencial, al lado de Charles Boyer, fue un fracaso estrepitoso. La actriz parecía que iba a ser flor de un día cuando Bogarty Hawks llegaron de nuevo al rescate. La pareja protagonizó otro clásico del cine negro: El sueño eterno. Lauren volvería a compartir reparto con su marido en dos películas más, La senda tenebrosa y Cayo largo, películas que cimentaron definitivamente su estatus de gran estrella. Rodó también melodramas como Escrito en el viento de Douglas Sirk o un musical de jazz, El trompetista, junto a su viejo amigo Kirk Douglas. Y probó su vis cómica al lado de Marilyn Monroe en Como casarse con un millonario. Otra de sus mejores películas fue otra comedia, Mi desconfiada esposa, con Gregory Peck de compañero. Su rodaje coincidió con los últimos días de la vida de Bogart. "Era muy extraño vivir de aquella manera. Estar con Bogie que tenía aquella enfermedad espantosa y luego ir al plató a rodar una comedia. Fue difícil, pero Gregory Peck, que era un hombre maravilloso, me ayudó mucho y nos hicimos buenos amigos. Esa película me alivió en aquellos días terribles. Iba al estudio y me centraba en la comedia, aunque luego tenía que volver a casa y enfrentarme con la realidad”, rememoraba.

Durante su matrimonio, la pareja adquirió fama de grandes anfitriones. En su casa se reunía un grupo fijo de amigos entre los que estaban Katherine Hepburn y Spencer Tracy, David Niven, Judy Garland o Frank Sinatra. Precisamente con Sinatra, tras la muerte de Bogart, la actriz viviría un romance muy publicitado por entonces que casi acaba en boda. Creo que solo buscaba continuidad. “Él era parte de nuestro círculo privado. Nos habíamos hecho muy amigos en los últimos años de la vida de Bogie, así que estar con Frankie era como recuperar la normalidad. En cualquier caso, la cosa no funcionó y me alegro de que no funcionara”, explicaba la intérprete. La muerte de su marido también marcó un antes y un después en la carrera de Lauren Bacall. “Creo que en la industria muchos no me consideraban una buena actriz, me veían solo como la esposa de Bogart. Seguían rodándose buenas películas, pero ya no me querían en ellas. Cuando tu vida privada se hunde, tu carrera y lo demás también. Nunca volví a estar en la cima, eso es todo”.

Fue entonces cuando decidió regresar a su Nueva York natal. Lauren debutó en el teatro con la obra Flor de cactus con la que tuvo un gran éxito. “El teatro me dio lo que siempre quise. La aclamación del público, el reconocimiento, la sensación de que era parte de algo y que se me tomaba en serio. Fue un privilegio, pasé 20 años en el escenario y saboreé cada minuto”. Fue en el teatro también donde conoció al actor Jason Robards con el que se casó en 1961. Tuvieron un hijo y estuvieron juntos ocho años, antes de divorciarse, de nuevo por problemas con la botella ya que Robards era también alcohólico. “Me llevó un tiempo. Las rupturas no son fáciles. Habíamos compartido muchas cosas, pero Jason pasaba por un momento difícil en su vida. Tenía sus propios demonios”, recordaba la actriz. El mayor éxito de Lauren Bacall en Broadway llegó en 1970. Ya superados los 45 años la actriz se atrevió con un musical, a pesar de que nunca había tocado ese género. Se trataba de Aplauso, una versión musical de la película Eva al desnudo con la que cosechó un gran triunfo. Ganó el premio Tony, premio que volvería a ganar en 1981 por La mujer del año, basada también en la película del mismo título. El teatro era su principal interés, pero de vez en cuando también se dejaba ver en el cine. En los años 70 rodó junto a John Wayne El último pistolero que fue también la última película del actor, o participó en el macro reparto de Asesinato en el Orient Express.

Reciclada ya como actriz secundaria en las décadas siguientes pudimos verla en películas como Mr. North, Misery, Pret-a-porter, Dogville y Manderley dirigidas por Lars Von Trier; El cebo, del mallorquín Antoni Aloy o Reencarnación junto a Nicole Kidman que se convirtió en una buena amiga que le pedía consejos. En 1997 fue nominada al Oscar por primera y única vez en su carrera por su papel de madre egoísta de Barbra Streisand en El amor tiene dos caras. Aunque era la favorita para llevarse el Oscar al final lo ganó Juliette Binoche por El paciente inglés. No obstante, en 2009 la Academia de Hollywood le concedería uno honorífico por toda su carrera, premio que ella recibió con gran júbilo alzando la estatuilla y exclamando: “¡Un hombre al fin!”. Su última película fue El falsificador, estrenada en 2012. Para entonces vivía casi recluida en su apartamento del edificio Dakota de Nueva York, el mismo a cuyas puertas asesinaron a John Lennon. Lauren Bacall falleció un mes antes de cumplir los 90 años, el 12 de agosto de 2014. Algunos obituarios, quizá un poco cursis, dijeron que había acudido al silbido de Bogart para reunirse con él en el más allá, aludiendo a la famosa escena de Tener y no tener.

 
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