'Cerebro y pantallas', el libro que muestra las graves consecuencias de calmar las rabietas de nuestros hijos con el teléfono móvil
María Couso, pedagoga y especialista en neuroeducación, habla este miércoles en La Ventana sobre su libro
La Ventana a las 16h | María Couso: "Estamos convirtiendo a los niños en analfabetos emocionales"
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Una madre va al supermercado con su hijo de tres años. El crío se encapricha con unas patatas fritas. La madre intenta explicarle que ya tienen esas patatas en casa y que no van a comprar más. El chaval no acepta un "no" por respuesta, y empieza un tira y afloja que acaba con una rabieta monumental. La madre se desespera y al final, como única solución, coge el móvil, busca unos dibujos animados y se lo da a su hijo. El niño se calma de inmediato, se sienta en su carrito y se queda hipnotizado con la pantalla.
Años después, ese crío se convertirá en preadolescente y pedirá insistentemente un móvil propio. Cuando lo tenga, puede que se pase horas enganchado a los videojuegos, deje de dormir lo suficiente, de hacer deporte, leer o incluso de ver a sus amigos porque está chateando en redes sociales o navegando sin control por páginas web.
Este relato, que cada vez es más común verlo a nuestro alrededor, resume bien lo que es 'Cerebro y pantallas', el último libro de la pedagoga, especialista en neuroeducación y divulgadora María Couso. Es un libro que parte de situaciones cotidianas que lleva años observando para explicar lo que no se ve, lo que ocurre a nivel neuronal y emocional en la cabeza de niños y adolescentes ante un uso precoz, abusivo o inadecuado de pantallas, todo ello basado en evidencias científicas sobre el impacto en el desarrollo cognitivo.
"Estamos creando analfabetos emocionales"
"Lo hemos normalizado y es bastante preocupante. Estamos creando analfabetos emocionales, personas que el día de mañana, cuando tengan un problema, calmarán esas emociones con una pantalla", cuenta la pedagoga. El uso de móviles a tan temprana edad altera un aspecto crucial de la infancia: la experimentación de emociones. En esta etapa no hay ninguna que sea positiva ni negativa, todas son necesarias para el desarrollo cognitivo, y el teléfono móvil mitiga artificialmente emociones como la rabia o el enfado, como en el caso del relato inicial.
María Couso tiene una opinión firme contra el uso de móviles en estas edades: "Dar un móvil para calmar o anestesiar a un crío no enseña a regularse, ni a tolerar la frustración. Esto es algo que se aprende en contextos reales y no ficticios. La pantalla solo oculta la intensidad emocional y convierte a los chavales en potenciales adictos y mucho más reactivos la próxima vez que quieran algo".
Para la especialista no se trata de una cuestión de edad, sino de desarrollo cognitivo. En las fases adolescentes hay una merma en el control de impulsos. "Los adolescentes son muy susceptibles, todo les afecta enormemente. Esto lleva a que sean carne de cañón como clientela para las grandes tecnológicas. Aun así, un niño de 3-4 años no pinta nada con un móvil", afirma Couso.
Al niño que agarra una rabieta se le puede consolar fácilmente con las patatas fritas, pero el adolescente presenta una situación más complicada. María Couso explica cómo gestionarlo: "La gestión que hacemos empieza con la concienciación que se hace durante la infancia. Además, hay que hacer partícipes a nuestros hijos de las decisiones que tomamos y que así sean conscientes de que esos límites son para salvaguardar su desarrollo".
Un recurso útil que propone la autora del libro es, por ejemplo, crear y firmar una especie de contrato para fijar unas normas previas a la entrega de un teléfono móvil: cuántas horas de uso, qué aplicaciones que se pueden utilizar o la implementación de un control parental entre otras. "Cuando tú le das un móvil a un hijo, se le abre la puerta a mil problemas", afirma Couso.
El término "nativo digital" es una falacia
Desde finales del siglo XIX los niños han crecido con el entretenimiento de otras pantallas como la televisión, pero para la especialista los teléfonos móviles son muy distintos a las televisiones tradicionales: "No es lo mismo la televisión que el teléfono móvil. La pantalla táctil hace que los estímulos sean más reiterados. Además, para cambiar de canal en la televisión se necesita saber cómo se usa el mando. En el móvil solo necesitas un dedo.
En el año 2022, el 86% niños menores de 2 años invertían una media de casi una hora diaria en cualquier tipo de pantallas. Si vamos a los tiempos de media de otras franjas, en la de 11 a 16, casi cinco horas de consumo medio. "Es un porcentaje bastante preocupante", afirma.
El mundo en el que vivimos cada vez se acerca más a un paradigma digital. La tecnología está implementada en la rutina diaria y los niños ya nacen sabiendo utilizar todos estos dispositivos. ¿Cómo se compatibiliza esto con apartar a los más pequeños del uso masivo y descontrolado de la tecnología? María Couso corta por lo sano con esta teoría: "El término de nativo digital es un término social que no tiene nada de neurocientífico. Lo que pasa es que creemos que ahora los niños vienen al mundo con una pantalla bajo el brazo. La realidad es que el cerebro humano lleva sin variar los últimos 50.000 años, y esto de que los niños tienen mayor facilidad para las tecnologías es una falacia".
La tecnofobia es un error y sacralizar la tecnología también. Para Couso hay dos grandes errores: "Dar pantallas a edades inadecuadas, y usarlas durante un tiempo excesivo o de una forma que no ayuda a un cerebro en formación, sino que lo estresan, causan adicción o ansiedad".
A pesar de todo, la pedagoga insiste en que debemos trabajar para poder revertir esta situación: "Yo soy muy positiva. Todavía estamos a tiempo, y debemos reflexionar y buscar soluciones proactivas en lugar de culparnos pensando que no lo estamos haciendo bien".
Francis Pérez
Periodista madrileño de 21 años con gran pasión por la música y la cultura.