Máquina letal
¡Ay, cuánto talento puesto al servicio de la destrucción! Si todo ese talento desperdiciado se usara para mejores causas, el mundo sería menos inhóspito, y hasta podríamos viajar a Gaza y a Beirut sin necesidad de tomar el barco o el avión, solo caminando, en bicicleta o autostop
Ignacio Martínez de Pisón: "Máquina letal"
Madrid
Sabíamos que el servicio secreto israelí era capaz de mandar un misil a tu teléfono móvil y fulminarte en el momento mismo en que te dispusieras a responder a una llamada. Lo que no sabíamos es que fuera también capaz de convertir en armas mortales unos dispositivos tan inocentes como los buscapersonas y los 'walkie talkies'.
Desde lo del Líbano yo ya no me fío ni de mi maquinilla de afeitar. ¿Qué digo, mi maquinilla de afeitar...? ¡Ni de mi cepillo de dientes, que ni siquiera es eléctrico! ¿A qué mente tan retorcida se le pudo ocurrir convertir los objetos domésticos más inofensivos en mortíferas armas de guerra? Que otras mentes igualmente retorcidas elaboraran complicadas estrategias para lograr que esas armas llegaran a quienes tenían que llegar no resulta menos sorprendente.
Tiene todo esto un aire retro, como de película de serie B de los años sesenta. Es como si Q, el científico que inventaba bolígrafos explosivos y cosas así para James Bond, se hubiera pasado a la competencia y ahora trabajara para el doctor No. Quienquiera que sea el que diseñó y llevó a cabo toda la operación ha confundido la vocación, y nunca lo veremos recoger ese Oscar o ese Emmy que sin duda habría merecido.
¡Ay, cuánto talento puesto al servicio de la destrucción! Si todo ese talento desperdiciado se usara para mejores causas, el mundo sería menos inhóspito, y hasta podríamos viajar a Gaza y a Beirut sin necesidad de tomar el barco o el avión, solo caminando, en bicicleta o autostop.