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San Sebastián 2024 | Costa-Gavras ilumina la muerte digna en 'El último suspiro': "En los países democráticos tiene que haber un lugar donde te ayuden a morir"

El cineasta de obras maestras como 'Z' o 'Missing' vuelve al Festival de San Sebastián a abrir un debate en torno a la muerte y los cuidados paliativos con una película llena de luz

El director, guionista y productor Costa Gavras posa este miércoles durante la presentación de "Le dernier souffle", que compite en la Sección Oficial de la 72 edición del Festival de Cine de San Sebastián. EFE/ Javier Etxezarreta / Javier Etxezarreta (EFE)

San Sebastián

A sus 91 años, el cineasta de origen griego, Constantin Costa-Gavras sigue encontrando en el cine espectáculo y discurso político. "Todo el cine es político", ataja el director, por si a estas alturas nos quedara alguna duda. Eso es lo que le mueve a seguir haciendo películas, entretener al público, como hacía en sus thrillers políticos Z o Missing, abriendo debates sobre la sociedad actual. En Le Dernier Soufle, El último suspiro, el cineasta adapta un ensayo, firmado por un filósofo y un médico francés, Régis Debray y Claude Grange, donde explican y abordan cómo funcionan los cuidados paliativos y la muerte digna en Francia. Costa-Gavras se ha limitado a tomar esa conversación y a poner ante la cámara de una manera digna y luminosa cómo se viven esos instantes previos a la muerte de muchos enfermos.

En un momento donde el mundo ha separado, en contra del pensamiento de los antiguos griegos, la filosofía y la ciencia, denostando la primera por su incapacidad de generar beneficio económico, el director, siempre a contracorriente de las dinámicas comerciales, las junta en esta película. Un filósofo y un médico se encuentran y preparan un libro o un programa de televisión conjunto, para hablar de un tema que asola cada vez más a las sociedades occidentales, el envejecimiento de la población y la necesidad de cuidados y residencias, algo que durante la pandemia se puso, más si cabe, en evidencia. "La muerte es un asunto personal, no tiene que depender de los demás. Hay que prepararse y vivirla con dignidad. La sociedad hoy en día tiene millones de personas que no son capaces de vivir por sí solas, que necesitan depender de los demás. Eso son servicios muy caros para la sociedad. Lo que yo intento decir con la película es que cada uno de nosotros nos tenemos que preparar para ese momento de partida", explicaba Costa Gavras en una entrevista en la SER.

La película comienza con el temor del filósofo, el actor Dénis Podalydès, a la muerte, tras una prueba rutinaria y el miedo a que una mancha que aparece en una resonancia sea algo más. Eso le permite acompañar al médico tranquilo, el actor Kad Merad, que dirige una unidad dedicada a los cuidados paliativos, una rara avis dentro de la sanidad pública, que se encarga de aquellos a los que la sociedad no quiere ver, personas que ya no tienen alternativa, que no sanarán. Tampoco los médicos, pues la muerte es el fracaso de la cura, como se menciona en la película. La idea de este médico es incitar al paciente a que viva lo mejor posible el tiempo que resta, sin sufrir y hacer solo cosas que sean significativas. Así vemos a pacientes que quieren salir del hospital para comer ostras y vino blanco por última vez al lado del mar. O una mujer, gitana, interpretada por Ángela Molina, que quiere que su familia no sepa nada de su estado terminal y se despide cantando una canción de Prévert. O a un señor que quiere despedirse de su perro en el hospital. O a Charlotte Rampling, que pide que ea inminente y alejada de la hospitalización.

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Hay varios temas relacionados con la muerte que recoge el director a través de los distintos casos, por ejemplo, la información que se da al paciente. La película muestra lo doloroso que es para un enfermo terminal no tener todos los datos de su estado, algo que sucede o bien, por miedo del médico a enfrentarse al paciente o por temor de los familiares a conocer lo que ocurre. También habla sobre el dolor, el miedo, la rabia y la soledad. "Dejar una nostalgia en los demás, que es una forma de amor. Y no tanto tristeza, ni miedo", propone Costa Gravas. "Por eso he hecho esta película de esta manera", decía el director que evita lo sensiblero en una película didáctica y amena, con momentos divertidos, momentos emotivos, como esas despedidas de los familiares, y momentos políticos. El director nos invita a resocializar la muerte, como ocurre en países africanos.

"Los políticos no se atrevan a abordarlo porque es un problema complicado. Al final se arriesgan a ir contra determinadas religiones y creencias y por eso estamos en una situación complicada y mala. Hace dos años, en Francia que intentamos tener una ley al respecto, tenemos una gran comisión que ha dado directrices. Pero los políticos no se atreven a entrar ahí. No tienen la valentía para hacer lo que hay que hacer en democracia. Y eso es lo que sucede en nuestras sociedades", dice sobre la situación ahora mismo de la muerte digna en los países occidentales. Como bien señalaba Pedro Almodóvar en Venecia, donde presentaba una película sobre la eutanasia, la decisión de cómo y cuándo morir solo está legalizada en un puñado de países. Por suerte, España cuenta con ya una norma al respecto, pero Francia no.

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"Uno llega a una edad donde el horizonte de la muerte se acerca. Esto sucede y hay que estar preparado y llegar con dignidad y que los demás tengan nostalgia por uno, en lugar de miedo o tristeza", decía el director que tiene 91 años y una vitalidad y una fuerza tremendas. "A veces hay que darse cuenta de que las cosas, en un momento dado, no van a ser como antes, sino que cada vez van a ser peores. Creo que cuando el cuerpo comienza a abandonarle a uno, la memoria también. Hay veces que uno no tiene ganas de continuar. Y en los países democráticos tiene que haber un lugar donde se pueda decir quiero terminar, ayudadme. Godard, sin ir más lejos, se sintió así y tomó esa decisión", que fue en Suiza donde pudo cumplir con su decisión de poner fin a su vida.

Para Costa-Gavras no es tanto un problema económico, sino de coraje. Sin embargo, es difícil no vislumbrar el filme pensando en lo dañada que está la sanidad pública de los países europeos, lo que cuesta dedicar dinero y personal a esos cuidados paliativos y cómo murieron en Madrid 7.219 ancianos en las residencias de mayores durante la pandemia. "El Covid nos ha hecho hablar de la muerte de otra manera. Yo creo que estamos en un momento en el que hay que hablar de la sociedad de la muerte, porque durante mucho tiempo lo hemos dejado de lado. No queríamos hablar del tema. Era una cosa como aterradora o sucia, que daba miedo y daba angustia", explica el director que tras este rodaje dice sentirse mucho mejor ante la muerte. "Si soy sincero, me siento mucho mejor desde que he hecho esta película y este guión".

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