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San Sebastián 2024 | Mike Leigh conmueve con un demoledor retrato de la depresión y la cotidianidad de la clase obrera

El director británico regresa seis años después con 'Hard truths' ('Mi única familia'), un drama en las familias negras de clase obrera con la brillante interpretación de Marianne Jean-Baptiste

Fotograma de 'Hard Truths' / MEDIAPRO

San Sebastián

Va a costar tiempo sobreponernos a la desgarradora y sobria historia de Pansy, una mujer al borde del abismo, que protagoniza Hard Truths, la primera película del veterano Mike Leigh después de seis años, que compite por la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. El director vuelve, como hiciera en Secretos y mentiras, a confiar un papel crucial a la actriz Marianne Jean-Baptiste, que tiene el reto de sacar adelante a uno de los personajes más desagradables, repulsivos y agotadores que han aparecido en una pantalla de cine en años. "No puedes hacer una película así, sin estos actores fantásticos, que consiguen interpretar a gente corriente. Es una alegría y un privilegio haber creado con ellos esta aventura", decía el director británico.

El cine de Mike Leigh se ha centrado en retratar lo cotidiano de la clase obrera, desde un lugar diferente al de otros directores británicos de su generación, como Ken Loach o Stephen Draldry, pero que comparte con ellos la mirada empática hacia sus personajes, llenos de problemas y contradicciones, pero también de vida y de verdad. Es lo que pasa aquí, que sentimos simpatía y hasta reímos con las ocurrencias y la rabia y efusividad de un personaje, pero acabamos siento lástima y dolor por él, a lo largo de los 97 minutos, de esta pequeña joya que firma el director de títulos tan importantes como Happy, un cuento sobre la felicidad o El secreto de Vera Drake, con la que ganó el León de Oro en Venecia.

Producida en España por Mediapro, la película es un drama que nos introduce en la vida diaria de una mujer, un ama de casa, cansada de su vida y de su familia. Su marido trabaja haciendo reformas y su hijo se pasa las horas encerrado en su habitación comiendo lo que pilla. Su vida está llena de dolores, físicos y emocionales, como la de tantas mujeres de esa generación, educadas para servir y para cuidar, y que no tuvieron o no pudieron salir de la rutina familiar, ni siquiera elegirla. Una película extraordinariamente conmovedora que nos pone en el espejo de nuestra propia existencia, de nuestro hartazgo con la sociedad, extremadamente hipócrita y donde nada funciona, ni la sanidad pública, ni el trato con los demás.

Hard Truths trae a Leigh de regreso a una historia contemporánea por primera vez desde Another Year, en 2010, ya que sus últimos trabajos han sido de época, como Mr. Turner en 2014, sobre el pintor inglés, y Peterloo, en 2018, una historia sobre los primeros levantamientos obreros y la represión británica. El director demuestra que tiene un talento extraordinario para captar el día a día de una mujer madura, pero también de su entorno, el de las familias negras de clase obrera que habitan en la periferia londinense. El miedo a todo, generado por una educación social e íntima donde el racismo institucional ha pesado mucho, se demuestra en esos gritos que el personaje da al despertarse, en el miedo a salir al jardín o a que su hijo salga solo por el barrio y la policía pueda hacerle año. Grita a su marido y su hijo, a los captadores de ONG que están por la calle, a las dependientas estiradas, etc. Una vida que contrasta con la de su hermana, a la que interpreta la actriz Michele Austin, madre soltera, peluquera y con dos hijas adultas y felices, que hacen sus vidas y tratan de salir adelante en ese mismo entorno hostil, donde tienen que soportar humillaciones rutinarias a manos de los blancos.

Enfado o resignación son las dos formas de entender y enfrenarse a un mundo doloroso. Son las dos formas que reflejaba de alguna manera Pedro Almodóvar en una escena de La habitación de al lado. El mundo se va a la mierda, pero todavía hay cosas a las que aferrarse. “¿Por qué no puedes disfrutar de la vida?”, dice Chantal. Sin embargo, es difícil cuando una mujer sufre una depresión, como la que evidencia este personaje, pero ni siquiera es capaz de verbalizar eso, porque incluso saber qué un malestar se debe a una enfermedad mental y hay derecho a curarse de ello es todo un privilegio. Hay una escena que pone los pelos de punta entre las dos hermanas. Pansy, la protagonista, le dice a la hermana que está tan casada que solo quiere acostarse y cerrar los ojos, que todo se detenga.

"Hemos tratado de crear una realidad orgánica, no pensábamos en nada esquemático como ahora hay un silencio, ahora se habla, simplemente es así, así funciona", explicaba sobre cómo se ha reflejado la cotidianeidad de esta familia. El director nos lleva de la risa, sobre un personaje fuera de sí, al llanto y la emoción, controlando los silencios y el tempo de cada situación. "La vida es una comedia, es ridícula, sois ridículos. Creo que es triste, pero es divertido. Así es la vida. La gente se ríe, pero ¿por qué? Levantad la mano el que no se haya reído en medio de un funeral". La primera parte de la película no se trata de comedia o tragedia, se trata de retratar con naturalidad lo que pasa, insistía el director. "Inevitablemente, en la parte final, es obvio que estamos abordando cuestiones sobre la condición humana, sobre sentimientos, problemas. Pero insisto en que no hemos hecho algo esquemático de empezaremos con la comedia y acabaremos con el drama. Eso sería una perspectiva muy hollywdiense".

La fotografía de Dick Pope, colaborador de Mike Leigh, capa la claustrofobia y la apatía del mundo de la protagonista. En una casa sin vida, perfectamente limpia y ordenada, pero que no tiene alma, que ha perdido identidad. El director no explica y justifica sus comportamientos. nadie sabe cómo se ha degradado el matrimonio, cómo esa mujer fue entrando en la espiral de la depresión. Hubo un duelo, el de la madre, hubo una infancia al servicio de los demás, hubo un matrimonio rápido, una vida no satisfecha. Quizá un cúmulo de cosas que no solucionamos, que a las mujeres se nos ha dicho que no se pueden cambiar, que hay que aguantar y poner buena cara. Quizá el personaje que con brillantez interpreta Jean-Baptiste sea excesivo e insoportable, pero todos hemos sido ella, todos hemos permitido que mujeres como ella se mantengan en esa espiral. Mike Leigh tiene claro una de las verdades más duras que existen, que en la vida no siempre hay momentos épicos como en el cine, que no hay un ajuste de cuentas.

 
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