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Opinión

Las voces sin rostro

"Cuando dejamos de invocar las cosas, también dejamos de creer en ellas. Sucede hasta con Dios. Nombrarlo es la manera de que exista"

La píldora de Andújar | Las voces sin rostro

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Barcelona

Hay mucha gente sin voz, pero también hay voz sin gente, como la voz de los andenes o la del súper. La gente sin voz está jodida, pero la voz sin gente da mucho miedo. Antes de que se inventaran las psicofonías, la primera voz que oí salir de la nada fue la voz de los Supertacañones, en el Un, dos, tres... Siempre hablo de cosas de hace cincuenta años; pero, en el mundo, todo ha tenido siempre cincuenta años. Por ejemplo, cuando daban en la tele cine cómico ponían películas de Buster Keaton y de Harold Lloyd. Corrían los años setenta, y corrían también Harold Lloyd y Buster Keaton, pero sus películas se habían estrenado en los años veinte, de modo que era cine que tenía cincuenta años, como tenía entonces cincuenta años el poeta Marcos Ana, el preso político del franquismo que más tiempo había pasado en la cárcel (estuvo encerrado veintitrés años), aunque entonces ya vivía en el exilio. Ayudó a sacarlo Amnistía Internacional. Ahora no se nombra tanto a Amnistía Internacional. Nos quedamos la amnistía y tiramos la internacional. Nadie cree en el internacionalismo. Ni nadie invoca ya la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cuando dejamos de invocar las cosas, también dejamos de creer en ellas. Sucede hasta con Dios. Nombrarlo es la manera de que exista. Pero la culpa de esto es solo suya, pues fue Él quien creó el mundo con las palabras, nombrando la luz para que la luz se hiciera, diciendo que lo primero fue el Verbo... Nunca aprendí tantas palabras como cuando fui monaguillo. Aunque parecía divina, la voz de los Supertacañones no irrumpía para crear un orden; su misión era, más bien, poner orden. Una voz de ordeno y mando. Jamás se vio en el Un, dos, tres... el rostro de aquella voz. En España, es tradición llamarse Vox y ser opaco.

 
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