A vivir que son dos díasLa píldora de Enric González
Opinión

La tortura del otoño

"Una de las variedades de la tortura psicológica consiste en desorientar a la víctima: que no sepa si es de día o de noche, si es verano o invierno, si es hoy o mañana. O sea, lo que venimos denominando otoño"

La tortura del otoño

La llaman “tortura blanca”, porque no deja señales en el cuerpo. Pero daña el cerebro. Una de las variedades de la tortura psicológica consiste en desorientar a la víctima: que no sepa si es de día o de noche, si es verano o invierno, si es hoy o mañana. O sea, lo que venimos denominando otoño.

Ya sé que en otros lugares refresca, pero ahora mismo en el litoral mediterráneo hace calor. Quien puede va a la playa. Aún hay gente de vacaciones de verano. En el supermercado, sin embargo, ya encuentras todo lo relacionado con “Halloween”, esa entrañable tradición española, y en los escaparates se ven abrigos apropiados para la Antártida.

Uno deja de saber en qué estación vive. Y esto es sólo el principio. A finales de octubre cambian la hora, amanece y anochece a destiempo y tu reloj interno deja de funcionar. En ese mismo momento, cuando aún no ha empezado noviembre, se lanza la campaña navideña. Dos meses enteros de villancicos, turrones, anuncios de colonias y publicidad lacrimógena de embutidos.

Llegan al fin el invierno y la Navidad y ya estás harto del invierno y de la Navidad. No pasa nada: en enero, casi coincidiendo con las rebajas, se declara inaugurada la primavera. Como si no hubiera bastante con el cambio climático. Evidentemente, pierdes la noción del tiempo y tu espíritu se quiebra. No es extraño que un lunes de enero sea considerado el día más triste del año: aunque hace frío y está oscuro, la fantasía publicitaria se empeña en convencerte de que llega el calor. Creo que en Guantánamo pasan cosas parecidas.

Tengo una hermana que ha decidido ir más allá y darle la vuelta completa al calendario. En las rebajas de enero compra los regalos de la Navidad siguiente y los guarda. De esta manera no sólo sorprende a los demás, sino también a ella misma: no hay quien se acuerde de lo que compró un año atrás.

Me llamo Enric González. Les deseo un feliz fin de semana y, ya puestos, una feliz primavera.