Inés Hernand, sobre la filtración en las oposiciones de RTVE: "Qué indignante que el modelo de vida nos lleve a estos extremos tramposos"
Inés Hernand reflexiona en Hora 25 sobre el sistema de la Administración Pública a raíz de la suspensión de las oposiciones de RTVE
Madrid
Nuestra Administración Pública está deprimida. España, casi 3 millones de trabajadores públicos registrados en enero de 2024. En Radio Televisión Española se encuentran 6500 de esos trabajadores. A punto estaban de engrosar ese número algunos de los 5000 periodistas que se han quedado a las puertas de unas oposiciones que se ven aplazadas por una filtración este pasado de fin de semana.
Sí, unas preguntas filtradas, ¿qué decir no? Que qué indignante que el modelo de vida nos lleve a estos extremos tramposos, donde la competitividad ya es salvaje e incluso, recompensada. Aquí hubo freno, aunque tardío: ese director de Recursos Humanos que se asomaba por la ventana a 5 minutos del examen como si de una comedia de situación se tratase, pero que en definitiva, pretendía garantizar el proceso por igual a todos los opositores. Son las primeras oposiciones en 17 años, que se han visto arrastradas por demoras, nulidades judiciales y negligencias varias. Ni que decir tiene que a todos nos debería interesar que se hagan mejor las cosas, pero sobre todo, saber prever cuando se hacen mal y no vivir bajo el paraguas "TE LO DIJE" o "LO SABÍA" toda la vida. Hay que despojarse ya de esa marca España.
Ser funcionario público es uno de los status más deseados y también más escupidos en lo que a conversación de bar se refiere: que si son unos vagos, que si hay demasiados, que si el café de las 11, que si no hay quién les eche… ¿pero por qué tenemos esa percepción? No confundamos un sistema completo con sus inevitables taras. No tomemos la parte, la peor parte, por el todo. No quiero ser romántica, pero el funcionario tiene un impacto directo en la vida de la ciudadanía y ojalá todas las personas lo entendieran así porque sería más sencillo esquivar el obstáculo que supone la burocracia a la hora de solicitar una ayuda por dependencia, o se entendería por qué un niño ha de tener una educación distinta al resto en una instancia pública y facilitársela. El funcionariado además es diverso, sin distinguir hombres o mujeres una vez se obtenga la plaza a nivel salarial.
Ahora bien, nos encontramos con un sistema que propone un desarrollo profesional nulo. Siendo eso en muchas ocasiones un callejón sin salida que no permite especializarse, formarse o desarrollarse en otros sentidos. Si es usted C2 (categoría de funcionario), C2 se morirá. Siendo una posibilidad maravillosa el incentivar a aquellos que deseen cambiar e innovar, se queda lejos de eso una administrativa terca, con jerarquías anacrónicas, con desarrollos profesionales que se promocionan únicamente por el transcurso del tiempo.
Jamás me oiréis decir que la cultura del esfuerzo funciona y la meritocracia es infalible en una sociedad que está averiada desde hace rato, pero el desarrollo profesional ha de ser un derecho del trabajador. Que la Administración procurase como gran empresa pública ser competitiva y sostenible en el tiempo debería ser imperativo. Que los trabajadores de la misma fuesen escuchados por hacer propuestas de mejora y que se llevasen a cabo, debería de ser el alma que reinase esas estructuras, porque en definitiva, el espíritu de todo esto, es estar al servicio de toda una sociedad y mejorar la misma. Sin embargo, el pulso entre la tristeza y la indignación se apoderan de todos aquellos que quieren un sistema útil, veraz e independiente. Pero ¿Por qué pasa esto? Por la impotencia, la palabra más repetida, de unas personas que quieren integrarse y que creen en los procesos limpios y serios, en el servicio público digno. Porque como dice el meme, si no confías no hay confianza.
Queridos, simplemente quiero deciros que no os habéis equivocado y que no habéis fracasado, que como decía este fin de semana en una columna José Luis Sastre, la vida es fruto del mérito y del azar o de ninguna de las dos. A veces la vida es injusta y sin explicación. Hacéis bien en reclamar y quejaros a través de vuestros sindicatos, que no se cuestione la profesión. Tenéis la oportunidad de hacer un periodismo, y un funcionario, comprometido, de calidad, y decente. Todo lo contrario es la decadencia y lo que no debería de ser. Que haya independencia en los medios públicos es un requisito para el pluralismo, y eso es algo que debería ser infranqueable. Por eso ha de haber funcionarios. Porque lo público ha de llegar a donde no llega lo privado, sin que haya consecuencias. Íbamos a salir mejores pero cancelaron el examen para serlo en el último momento.