Del fuego a las IAs: la tecnofobia del ser humano a lo largo de la historia
La historia está llena de inventos que provocaron terror antes de transformarse en herramientas cotidianas. Marta Fernández ha repasado algunos de esos momentos en la Academia de los Saberes Inútiles.
Academia de saberes inútiles | Del fuego a la IA: tecnofobia a lo largo de la historia
Madrid
Siempre que se habla de Inteligencia Artificial sobrevuela una sospecha, un temor, un escalofrío. El miedo a que unas "máquinas" super inteligentes creadas por el ser humano se rebelen y terminen con la especie es algo que la cultura popular y la ciencia ficción han exacerbado. Sin embargo, para contrarrestar estos sentimientos negativos y ponerlos en contexto, quizás tendríamos que recordar todas las veces que un nuevo invento nos ha aterrorizado. Desde el fuego, pasando por el tren hasta la IA, la historia está llena de inventos que provocaron terror antes de transformarse en herramientas cotidianas. Hoy, con Marta Fernández en la Academia de Saberes Inútiles, repasamos esos momentos en los que la tecnología nos asustó y cómo los superamos.
El primer miedo: el fuego
Imaginemos a nuestros antepasados Homo Erectus sobreviviendo a una tormenta salvaje. Un rayo cae y provoca un incendio. Todos huyen. Menos uno, que se acerca curioso a las llamas, localiza una rama que sólo arde por un extremo y decide llevarse el fuego como si fuera un tesoro. En aquel momento, el fuego no solo era una herramienta, sino un objeto místico. La historia de este homínido nos recuerda cómo lo que primero nos aterra, con el tiempo, se convierte en parte de la vida cotidiana.
Pavor a la electricidad en la Casa Blanca
Uno de los momentos más curiosos en la historia de la tecnología ocurrió en 1891, cuando la Casa Blanca instaló por primera vez la electricidad en sus instalaciones. El presidente Benjamin Harrison y su esposa tenían tanto miedo de los interruptores de luz que cuando él y su mujer se metían en la cama, si no iba un criado a apagar las lámparas ellos no se atrevían a hacerlo y dormían con las luces encendidas. Y así estuvieron dos años, hasta que Harrison perdió las elecciones y volvió a su trabajo de abogado en Indianápolis, suponemos que con candiles.
El terror al tren: ¿Nos desintegraríamos?
A principios del siglo XIX, cuando el ferrocarril hizo su aparición, se pensaba que viajar a la entonces impresionante velocidad de 30 km/h podría desintegrar a los pasajeros o asfixiarlos. Incluso cuando quedó claro que los trenes no hacían explotar cuerpos, se creyó que el traqueteo provocaba locura temporal de los pasajeros. Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, escribió largo y tendido sobre esta fobia, la cual él mismo sufría.
Luditas: la rebelión contra las máquinas
A finales del siglo XVIII, Ned Ludd, un tejedor inglés, destruyó dos telares que mecanizaban su trabajo, dando inicio a un movimiento que se oponía a las nuevas tecnologías de su tiempo. Los "luditas", como se les conoció, creían que las máquinas acabarían con sus empleos. Aunque Ned Ludd era más un mito que una realidad (uno que vestía de verde, iba encapuchado y robaba a los ricos para dárselo a los pobres...), su nombre perdura como símbolo de la resistencia al cambio tecnológico. En Francia, este temor dio lugar al término "sabotage" ('sabot' en francés significa zueco) cuando los obreros introducían sus zuecos en los telares para romperlos.
Computerofobia
Y al hilo de los telares, con el surgimiento de los primeros ordenadores en el siglo XX, el temor a lo desconocido volvió a manifestarse. Las tarjetas perforadas, en las que se basaban muchos de estos primeros ordenadores, recordaban los telares de Jacquard, un vínculo simbólico con los primeros temores industriales. En la cultura popular, el miedo a los ordenadores ha dado lugar a películas como Juegos de Guerra, en la que un joven piratea un sistema militar y casi desencadena una guerra nuclear.
Inteligencias Artificiales: de HAL a los replicantes
El cine ha alimentado nuestro miedo a las inteligencias artificiales con máquinas como HAL o el monolito de 2001: Odisea del espacio, Terminator, o los replicantes de Blade Runner. Estas ficciones han creado la imagen de máquinas que, en algún momento, podrían rebelarse contra nosotros. A nuestras inteligencias artificiales, no obstante, les queda un largo camino para ser como los replicantes de la película de Ridley Scott.
Nuria Oliver, doctora en Inteligencia Artificial por el MIT (el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussets) y directora de la Fundación Ellis de Alicante, también nos ha acompañado en La Ventana y ha abordado los temores y oportunidades que plantea el avance de esta tecnología.
Frente a la imagen de robots y replicantes que vemos en películas como Blade Runner o Terminator, Nuria Oliver ha sido tajante: "Eso es ciencia ficción". La preocupación, según la experta, no debería centrarse en la posible rebelión de las máquinas, sino en lo que los seres humanos hacemos con la tecnología. "El mayor enemigo de los seres humanos somos los propios seres humanos". Sobre la preocupación de esa "super inteligencia" que podrían desarrollar las IAs, la experta ha dicho que "por definición, si una super inteligencia es tal, no podríamos entender lo que significa, así como los insectos no nos entienden a nosotros. Además, las especies mas inteligentes no tratan bien a las menos inteligentes. No sería lógico crear algo que fuera más inteligente que nosotros"
También ha incidido sobre la dimensión física y fisiológica de nuestra inteligencia, siendo imposible dividir cuerpo y mente. "Nos olvidamos de que nuestra inteligencia es una inteligencia con cuerpo ('embody' en inglés). No se puede disociar la inteligencia del cuerpo. Aprendemos a través de nuestras interacciones y nuestra corporeidad. Muchas inteligencias se corresponden a fenómenos fisiológicos. Esto no se puede replicar en un ordenador o en un chatbot", ha explicado.
Oliver ha reflexionado sobre el movimiento en auge de Inteligencias Artificiales que desempeñan el rol de novios y novias, como en la película Her."Tiene aspectos positivos como el acompañamiento en personas mayores o detección de enfermedades. La otra cara de la moneda es la manipulación de los humanos a través de los vínculos emocionales y la vulnerabilidad. También la dimensión ética: las personas están compartiendo datos muy privados, sentimientos muy íntimos, para qué se utilizan esos datos, si se guardan, si se comparten".
Una de las mayores preocupaciones en torno a la IA es la posible pérdida de empleos. Oliver, sin embargo, señala que las predicciones apuntan a un cambio en los tipos de trabajo, no a su desaparición. "La Cuarta Revolución Industrial, como las anteriores, transforma el mercado laboral. Antes había oficios que hoy no existen. Todos los trabajos relacionados con 'smartphones' o redes no existían hace 20 años. Los estudios económicos anticipan una creación neta de trabajo fruto de esta revolución. Estos nuevos empleos sustituirán a los anteriores", ha finalizado.
Álvaro García-Dotor
Periodista cultural. Redactor en La Ventana.