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El sufrimiento de una paciente por el intrusismo en la cirugía estética: "Ahora soy una persona introvertida, salgo poco"

Tamara Cuesta está esperando para pasar por quirófano de nuevo

El sufrimiento de una paciente por el intrusismo en la cirugía estética: "Ahora soy una persona introvertida, salgo poco"

El sufrimiento de una paciente por el intrusismo en la cirugía estética: "Ahora soy una persona introvertida, salgo poco"

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Cada día en España se llevan a cabo unas 550 intervenciones estéticas, más de 200.000 al año. Según un estudio de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE), el 85% de las operaciones se practican a mujeres, mientras que el 15% es a hombres. Desde cirugías de aumento de pecho, liposucciones a rinoplastias, este número no ha dejado de crecer en los últimos años.

Este 29 de septiembre entraba en vigor la 'Ley Sara', una nueva normativa en España que lleva el nombre de Sara Gómez, una mujer de 39 años que falleció en 2022 tras someterse a una liposucción que derivó en graves complicaciones y varios días en coma. La mujer se sometió a la cirugía en una clínica privada de Cartagena que no tenía las garantías suficientes.

La operación de Sara Gómez tuvo lugar en un quirófano de alquiler y estuvo a cargo de un cirujano cardiovascular que no contaba con la formación para realizar intervenciones plásticas. El médico se publicitaba en redes sociales como un especialista, sin titulación ni experiencia, tan solo contaba con un máster. Según la jefa de sociedad de la SER, Mariola Lourido, la Ley Sara marca un antes y un después en el control y la regulación de la cirugía estética en nuestro país. El caso de Sara Gómez sirvió para exponer unas prácticas muy extendidas en España, por las que médicos de cualquier especialidad, sin experiencia en estética, podía realizar operaciones de esas características.

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La lucha de la familia de Sara Gómez ha logrado, con esta normativa, combatir el intrusismo en la cirugía estética. Desde su puesta en marcha, solo los médicos especializados y cualificados en cirugía plástica, estética y reparadora puedan realizar las intervenciones. El caso de Sara hizo saltar las alarmas, pero hay miles de casos con errores y negligencias que no llegan al foco mediático.

El desastre de Tamara Cuesta

Uno de estos casos que pasan desapercibidos es el de Tamara Cuesta. Esta paciente se sometió a una intervención para corregir su rinitis alérgica en la Clínica Teknon de Barcelona hace seis años. Cuesta además tenía el tabique nasal desviado, por lo que su otorrina se ofreció a intervenirla para arreglar ambas condiciones.

"Una vez que salgo del posoperatorio, la zona está totalmente inflamada. La zona de la nariz y de los ojos se me pone amoratada. Por lo que, en un inicio, el resultado parece que es bueno", explica Tamara Cuesta. Sin embargo, según avanzan los meses y esa inflamación se va reduciendo, es cuando la paciente descubre que su tabique nasal está totalmente hundido. "El desastre es terrible", reconoce Cuesta.

Ante la situación, la afectada decide acudir a la consulta y le dicen que los resultados son normales, al ser que la nariz puede tratar hasta dos años en cicatrizar. Pero el tabique de Tamara Cuesta continúa hundiéndose a lo largo de los meses y su doctora se ofrece a operarle de nuevo. "Ante el desastre que me ha ocasionado evidentemente busco otras alternativas, busco una segunda y tercera opinión, en este caso, con cirujanos estéticos", explica Cuesta. En ambos casos, las reacciones a su resultado fueron muy negativas, lo que permitió a Cuesta "darse cuenta del desastre".

'Ley Sara': combate al intrusismo en la cirugía estética

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Seis años después de la intervención, Tamara Cuesta cuenta que no ha recuperado su aspecto previo a la operación estética. "A pesar de afectarme psicológicamente, yo lo que quería era acudir al juicio con el resultado para que la jueza viese en primera persona el desastre que tengo en la cara. No he querido operarme hasta que saliese el juicio", detalla Cuesta, que está esperando a la resolución tras la celebración del juicio en julio.

A día de hoy, Cuesta continúa con el desastre estético en la cara. "Siempre he sido una persona extrovertida y es triste decirlo, pero en la época de pandemia yo fui feliz. Llevaba una mascarilla en la cara y yo podía salir a la calle a pasear o al trabajo sin problema. Ahora soy una persona más introvertida, salgo poco y llevo en terapia psicológica desde que pasó la pandemia", confiesa la afectada.

"Voy por la calle paseando, y la gente me mira la cara. Eso me intimida, me provoca timidez, me provoca desilusión y desconfianza. Me levanto por las mañanas y lo primero que veo es mi nariz", afirma. Además, Cuesta lamenta que ella quiso someterse a una operación para corregir una afección funcional, la rinitis alérgica, y esta tampoco se ha quedado resulta, ya que sigue teniendo problemas para respirar. A la espera de que salga la sentencia, la paciente asegura que se intervendrá de nuevo, aunque no sin miedo tras todo lo vivido. "Será el inicio de una vida nueva, de recuperar mi seguridad", reconoce.

 
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