¿Ojo por ojo, diente por diente?

Barcelona

35 por una. 35 vidas palestinas por una israelí. Esa es la ecuación en un año de guerra. Hamás asesinó, hoy hace un año, a 1.195 jóvenes inocentes judíos que estaban en una fiesta. La respuesta del Gobierno Netanyahu ha sido matar a 42.411 ciudadanos palestinos, en Gaza y Cisjordania. Cuatro de cada diez, niños y jóvenes. Son solo datos.

Pero nos bastan para una reflexión sobre el principio de proporcionalidad, en la justicia. Un concepto plenamente consagrado por el derecho democrático contemporáneo.

Antes de la proporcionalidad, entre perjuicio y pena, entre delito y castigo, las sociedades antiguas funcionaban con el principio de venganza: la respuesta arbitraria, ilimitada, sin equivalencia en cantidad o dureza al ataque previo. La ley del Talión, inventada en Mesopotamia hace cuarenta siglos, moderó las ansias de represalia. Les puso fronteras. “Ojo por ojo, diente por diente”, así la explicaba el Antiguo Testamento. O sea, nada de eliminar dos vidas al enemigo si te han matado a un amigo: sólo puedes cobrarte una.

Esta ley se mejoró luego y en las sociedades avanzadas, se prohíbe tomarse la justicia (o el ojo) por la propia mano, y se encomienda el castigo a jueces independientes, en juicios con pruebas, en que la pena debe ser ponderada y se elimina el castigo físico. Las ejecuciones masivas de ciudadanos palestinos han sido 42.411, en un año. ¿Todos ellos habían matado? Imposible, no han muerto 42.111 israelíes, sino un millar largo. La ley del talión sería hoy más benévola, en aquella tierra.