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Opinión

Renta básica particular

Cuando la renta básica universal se convierte en una renta particular ya no se llama así. Se llama momio, prebenda, sinecura, canonjía, enchufe... O sea: corruptela, trapacería, fraude, parasitismo, podredumbre, clientelismo...

Ignacio Martínez de Pisón: "Renta básica particular"

Madrid

Con el nuevo gobierno catalán nos hemos enterado de que el anterior, el de Pere Aragonès, había reservado cuarenta millones de euros para crear la renta básica universal. Qué bonito es hacer experimentos con el dinero público. Haces chas y aparecen a tu lado cuarenta millones. Cuarenta millones que, divididos entre los ocho millones de catalanes, dan a cinco euros por cabeza. Bueno, ya tenemos para un café con leche y un cruasán.

El problema es que estaba previsto repartir esos cuarenta millones solo entre unos pocos: a unos cuantos mayores de edad se les iban a dar ochocientos euros mensuales y a unos cuantos menores, trescientos... Quizás el gobierno de Aragonès tendría que haber consultado en el Pompeu Fabra el significado de la palabra universal: "Que s’estén a tot el món, a tota la terra, a tots els homes". O sea: justo lo contrario.

Cuando la renta básica universal se convierte en una renta particular ya no se llama así. Se llama momio, prebenda, sinecura, canonjía, enchufe... O sea: corruptela, trapacería, fraude, parasitismo, podredumbre, clientelismo... Todo ello, claro está, en nombre del progreso social y la lucha contra la desigualdad. ¡Qué razón tenía aquel que dijo que el infierno está empedrado de buenas intenciones!

Parece, por suerte, que la cosa no va a salir y que esta renta básica particular acabará durmiendo el sueño de los justos. A veces, la propia incompetencia de la clase política nos protege contra ella misma.