Madroño, zampa y 'princesa de plata': el otoño empieza a llenar el jardín
Eduardo Barba repasa en 'Hoy por Hoy' los cambios que la estación provoca en nuestras plantas
Madrid
El otoño ya está en cada rincón de la terraza, se deja sentir en cada planta. Hoy podríamos hacer un repaso a estos cambios que están presentes.
EL MADROÑO
Los frutos del madroño (Arbutus unedo) ya han empezado a teñirse. Recordamos a los oyentes que estos frutos provienen de la floración que tuvo el madroño el año pasado en los meses de diciembre y enero. Esa fue la primera de varias floraciones que tuvo nuestro madroño, ya que está muy feliz en la terraza, y nos ha regalado muchas de sus florecitas blancas, con forma de orza, tan hermosas.
¿Por qué los frutos maduran ahora, cuando llega el frío? ¿No hubiera sido mejor hacerlo cuando haya una temperatura más alta?
Para contestar a esa pregunta, hay que mirar dónde crece el madroño. Es una planta mediterránea, adaptada perfectamente a los ciclos tan exigentes del clima mediterráneo: mucho sol, unido a una sequía estacional fuerte y a bajadas considerables de la temperatura en invierno. El madroño madura los frutos cuando descienden las temperaturas y las horas de luz, porque eso le aproxima también al momento de las lluvias. Cuando un fruto colorea en rojo, es una señal para las aves y otros animales: ya me podéis comer, estoy maduro. Así, cuando lo coman, sus semillas ya estarán perfectamente maduras también, y podrán dispersarse con los excrementos del animal. Eso significa que pueden ir muy, muy lejos de donde se hallaba la planta madre, todo un éxito reproductivo. De esta forma, su genética llega a otras regiones incluso.
El otoño ya llegó a nuestros jardines
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El por qué maduran ahora es porque se sincroniza con el momento de más lluvias en el año. En el entorno mediterráneo, las lluvias comienzan a aparecer en el otoño, para generalizarse en el invierno. Así, la semilla del madroño caerá en una tierra húmeda, algo esencial para comenzar a desarrollarse. Cuando llegue la primavera, seguirán las lluvias, de forma más espaciada cada vez, hasta que llegue el verano con su sequía. Por eso los frutos del madroño maduran ahora, para tener durante más tiempo una tierra húmeda a su disposición.
Clima y luz: el reloj de las plantas
Sí, el clima y las horas de luz son las que le dicen a una planta qué proceso ha de iniciar. Si la temperatura es alta o baja, eso suele inducir a que la planta ralentice o incluso detenga su metabolismo por completo. Pero también la luz, ya que son seres vivos que se rigen por ella continuamente. Por ejemplo, el otro día hablábamos de cómo hay que dejar de regar los cactus por completo cuando desciendan las temperaturas, alrededor de noviembre. Y surgió la duda en redes de qué pasaba en aquellos sitios donde la temperatura mínima del invierno no era tan baja como en un Madrid o un Burgos. Pues bien, no solo es esa bajada de temperatura la que hace que los cactus ralenticen o paren su metabolismo, sino también las horas de luz y su menor intensidad. Así, la temperatura y la menor luminosidad hace que la planta entre en letargo. Si solo está presente uno de los factores, como la menor cantidad de luz, eso ya induce a la planta a entrar en esa parada vegetativa, a descansar. Es un tema complejo, pero en el cual la lógica tiene mucho peso.
La Zampa australiana
Es un arbusto de lo más cautivador, con un color plateado muy intenso, de origen australiano. Recordamos su nombre científico: Atriplex nummularia. Esta en concreto es un cultivar que se llama ‘Silver Holly’, que significa “acebo plateado”. Este arbusto pertenece a un género de plantas que conocemos bien en España, ya que contamos con al menos una docena de Atriplex que crecen en la península ibérica. Muchos de ellos son plantas anuales, es decir, que no sobrevivirán a la sequía del verano, pero hay un arbusto que es muy conocido en jardinería y en paisajismo, que es la osagra, salgada o salado blanco (Atriplex halimus). Este último nombre de salado blanco deja claras dos cosas: una, que es un arbusto de un color blanquecino precioso. La otra, que es una planta con un gusto salado, por crecer en tierras con sales, en muchos lugares muy cerca del mar. Por ello, es planta bien conocida en el Levante español, por ejemplo. Sus brotes tiernos se consumían como verdura e incluso en la antigüedad se aprovechaban sus supuestas propiedades medicinales, para calmar los dolores de vientre o producir más leche en las embarazadas. Seguro que muchos oyentes han visto este arbusto blanquecino en montes cerca del mar o plantada al pie de las carreteras, porque aguanta la sequía como nadie y es perfecta para retener la tierra con sus raíces.
La zampa australiana, pariente del salado blanco
Son dos miembros del género Atriplex. Eso sí, separados unos 14.000 kilómetros de distancia con respecto a sus lugares de origen. Pero guardan mucha similitud entre sí, como su porte desgarbado, con muchas ramas finas y sus hojas muy, muy blancas. Este color blanquecino, plateado o glauco de sus hojas tiene una razón de ser primordial: la de evitar que sus tejidos se quemen bajo la intensa radiación solar que han de soportar. En el caso de estos Atriplex de los que hablamos, sus hojas están recubiertas de una vellosidad muy fina de color blanquecino. Como las casas pintadas de blanco, evitará ese excesivo calentamiento. Así que, de plantar esta zampa australiana, debemos ponerla en un sitio muy, muy soleado, si no queremos que se debilite y crezca mal. Con muy soleado me refiero a que, al menos, le dé el sol directo unas cuatro o cinco horas, si no más. De hecho, esta planta sería feliz si le da el sol desde que amanece hasta que se pone, como les ocurre a las lavandas (Lavandula angustifolia), por ejemplo. Estas plantas aromáticas son también glaucas, si bien no tanto como esta zampa australiana. Y, casualmente, las he colocado juntas en la terraza, al lado de nuestro kumquat (Citrus japonica ‘Nagami’). Por cierto, para aquellos oyentes que tengan un jardín en el que haya una parte más alejada, con tierra más seca y a pleno sol, el salado blanco del que hemos hablado es una opción muy buena para plantar allí y generar un seto con esta planta.
¿Siempre que veamos una planta de color plateado, indica que está hecha para cultivarse al sol?
El color glauco es un indicador de que la planta necesita de mucho sol, como le ocurre a la lavanda, al olivo (Olea europaea) o a nuestra planta del curry (Helichrysum thianschanicum). Pero siempre habrá excepciones, claro, y tiene que ver con plantas glaucas que provienen de lugares tropicales, como le ocurre a nuestro aglaonema (Aglaonema ‘Silver Queen’).
La princesa de plata
El Aglaonema ‘Silver Queen’ tiene hojas de un bello color plateado. Pero al tocarla, notaréis que son tiernas y veréis que son grandes. Imaginad a esta planta creciendo bajo el sol de Soria en verano, ¿a que no esperarías que sobreviviera? En este caso, este aglaonema es una planta que adora crecer bajo otras mucho más altas, y que está acostumbrada en su Asia natal a recibir una luz intensa, pero sin sol directo.
Tengo que reconocer que es una de mis plantas favoritas de todas las que tenemos. Tanto es así, que hasta la quiero en mi casa. Le tengo mucho cariño desde los años en los que estuve en la escuela de jardinería. En uno de los edificios manteníamos las plantas de interior que allí había, y en uno tenían muchas jardineras con muchísimos aglaonemas. Es una planta perfecta para las casas, así que lanzo esta propuesta a los oyentes: que se hagan ya mismo con un aglaonema ‘Silver Queen’, princesa de plata, porque es una planta excepcional.
Eduardo Barba
Eduardo Barba Gómez es jardinero, investigador botánico en obras de arte, paisajista y profesor de jardinería....