Punto de Fuga
Internacional

Jaque al Daesh

El Centro de Inteligencia contra el Terrorismo está vigilante ante el riesgo de atentado terrorista en Europa amplificado por la inestabilidad en Oriente Medio. Una zona caliente sigue siendo Siria, en especial los campos de detenidos de Al-Roj y Al-Hol, donde las condiciones humanas de miles de familias son atroces, según Médicos Sin Fronteras.

Jaque al Daesh

La inestabilidad en Oriente Próximo está dando poder a quienes aprovechan el momento para propagar su odio contra Occidente, adoctrinar y reclutar a nuevos terroristas, lo que amplifica el riesgo de atentados terroristas en toda Europa.

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Así lo reconoce el general de división de la Guardia Civil, Manuel Navarrete Paniagua, máximo responsable de Inteligencia de la lucha antiterrorista del Ministerio del Interior. “Otros grupos terroristas como Al Qaeda o como Daesh intentan explotar la situación de la causa palestina, como ellos le llaman, pero solo para utilizarlo como un instrumento para hacer llamadas a cometer ataques terroristas”, explica.

Por ello el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), que dirige Navarrete, ha intensificado el seguimiento a los actores en solitario y en especial, la propaganda y el adoctrinamiento a través de Internet.

Un nido de terroristas en Siria

Pese a la guerra activa en Gaza, el Líbano e Irán, en este momento, una de las zonas más preocupantes como nido de potenciales terroristas sigue siendo Siria, en especial los campos de detención de Al-Roj y Al-Hol. Estos campos son un agujero negro para los derechos humanos de miles de familias. Se los considera una de las mayores cárceles a cielo abierto.

“Desde una perspectiva humanitaria, existen múltiples preocupaciones. Desde una perspectiva sanitaria, un problema importante al que se enfrentan actualmente las personas que viven en el campamento de Al-Hol es la grave reducción de la financiación de los servicios sanitarios críticos”, explica desde Damasco Allen Murphy, coordinador general de Médicos Sin Fronteras para el noreste de Siria. “La situación es terrible. Las personas sufren una falta de esperanza y se enfrentan a graves necesidades de salud mental y protección debido a la incertidumbre sobre su futuro y a estar atrapadas en condiciones similares a las de una prisión al aire libre”.

Otras preocupaciones urgentes que observa MSF son la situación del agua, el saneamiento y la higiene en el campo, así como las necesidades de protección de las personas en el campo de Al-Hol. El 65% de las personas que se encuentran allí son niños que, según Murphy, tienen un futuro “incierto” que corre peligro si no reciben el apoyo adecuado. “Muchos de estos niños han sido testigos de una intensa violencia durante el conflicto contra el Daesh que les ha dejado profundas cicatrices psicológicas”, recuerda el trabajador humanitario. “La ausencia de estrategias claras y coordinadas para su repatriación, integración o reasentamiento aumenta aún más esta incertidumbre”, añade.

El campo de Al-Hol, que se diseñó como alojamiento humanitario para acoger a los desplazados por el conflicto en Siria e Irak, se convirtió en 2019 en una prisión “insegura e insalubre”, cuenta Murphy, cuando Daesh fue derrotado y llevaron a allí a muchas personas afiliadas al grupo terrorista. Pero “no existen políticas ni prácticas legales formales que regulen la detención arbitraria e indefinida de mujeres, niños y hombres en Al-Hol”, denuncia Murphy. “Bajo los auspicios de la lucha global contra el Estado Islámico, se han puesto en marcha políticas de contención, muchas de las cuales inhiben la prestación de asistencia humanitaria y atención imparcial, y el acceso a ellas”.

Repatriaciones y rehabilitación

De aquellos campos de detención en Siria fueron repatriadas el año pasado Yolanda y Luna, dos mujeres españolas esposas de dos terroristas del Daesh. Fueron detenidas en España, pero han quedado recientemente en libertad provisional. Otras, como la portuguesa Vania, también relacionada con la banda terrorista, no han tenido tanta suerte. Vania sigue atrapada en el campo de Al-Roj y lleva cinco años pidiendo venir con sus hijos a España, donde vive su madre.

La Oficina de la Lucha Antiterrorista de Naciones Unidas ha publicado un informe en el que aconsejan a todos los Estados que repatriar a sus nacionales de aquellos campos de Siria dada la violencia que sufren. Sin embargo, estas repatriaciones suponen un desafío complejo. Daniel Pérez, investigador del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo, apunta la principal cuestión: “si los estados de acogida pueden sustituir u ofrecer una alternativa a las estrategias de afrontamiento que tienen estas personas con su malestar psicológico, emocional o estable. Y si podemos sustituir esa cosmovisión que les ha dado Daesh”.

Ofrecer una alternativa para poder rehabilitar a estas personas es la clave, porque durante los años que han estado en Siria o Irak, “Daesh les ha ofrecido un modelo, y especialmente los menores tienen una cosmovisión del mundo que es por la educación que han recibido, y muchos que han nacido ya en el autoproclamado califato, había un sistema educativo y se les ha ofrecido una manera de ver el mundo”, explica Pérez. “Cómo lidian estas personas con el trauma, con la depresión, con la propensión al suicidio, con la exposición a la violencia…”

Pérez cree que existe una estereotipación mediática de las esposas de los yihadistas “estigmatizante e islamófoba”. Esto, dice, puede tener el problema de que “infravaloramos su capacidad de agencia real, porque lo que sabemos es que muchas han sido financiadoras, propagandistas, reclutadoras, e incluso alguna ha sido combatiente”. En algunos casos, recuerda el experto, las mismas mujeres son víctimas y victimarias. Han sufrido violencia sexual o han sido reclutadas a la fuerza. “Gestionar esa doble condición es muy complejo”, explica, y requiere de la concienciación ciudadana y una mira a largo plazo para adaptarlas a su salida a la sociedad.

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