'The apprentice', la película sobre los turbios inicios de Donald Trump que no quiere que veas
El cineasta iraní Ali Abbasi dirige este drama sobre los inicios del expresidente americano y hoy candidato republicano, desde su obsesión por construir la Torre Trump a su matrimonio con Ivana y cómo aprendió a retorcer la verdad. Sebastian Stan y Jeremy Strong son los protagonistas
'The Apprentice', el biopic que desnuda las miserias de un joven Donald Trump
Madrid
Ali Abbasi, director de origen iraní afincado en Dinamarca, es uno de los autores más interesantes del nuevo cine europeo. Hijo del Festival de Cannes, ya lo demostró con la inquietante Border, premiada en la sección Un certain regard, y años más tarde con Holy spider, un thriller ultraviolento sobre un asesino de mujeres en su país natal. Por eso sorprende ahora su salto a EEUU con The Apprentice, un biopic de juventud de Donald Trump que se estrena a un mes de las elecciones y que ha tenido problemas de distribución entre amenazas de demandas por el demoledor retrato que hace del hoy candidato republicano, un hombre megalómano, misógino y déspota desde sus inicios.
El cineasta iraní lo hace con guasa y con un acercamiento imitando el grano de aquella época, los setenta y ochenta, en un Nueva York en pleno crecimiento neoliberal, aquel que tan bien nos contó Oliver Stone en Wall Street. El director busca aquellas pistas en la vida de este emprendedor de clase media que ya indicaban, sin nadie preverlo, que haría historia, para mal, en la política americana. El relato se centra en su relación con el abogado Roy Cohn, el hombre que le enseñó muchas de las maniobras políticas, empresariales y judiciales que le han convertido en una figura impune. Abbasi se remonta a esa época de los 70, a un país conmocionado por el escándalo Nixon y el miedo comunista, donde un joven Trump empezaba a infiltrarse en los clubes más selectos de Nueva York en busca de oportunidades de negocio. Ahí conoció a este letrado que se movía con soltura en los bajos y altos fondos y conseguía doblegar a fiscales y jueces para librar a sus colegas ricos de cualquier marrón o delito.
A ese joven Trump lo interpreta Sebastian Stan -tiene su aquel la elección, más allá del parecido y la caracterización, porque el actor encarnó al rockero y maltratador de Tommy Lee en la serie de Pamela Anderson- y al abogado Roy Cohn le da vida Jeremy Strong, el Kendall Roy de Succession, serie de la que el filme copia esos movimientos abruptos de cámara y una música con compases dramáticos que hace más evidente el tono de farsa, junto a temazos de la época firmados por los Pet Shop Boys o incluso las españolas Baccara. En esta sátira, los amigos se vuelven inseparables en una ciudad que crecía de forma desorbitada y quería recuperar su esplendor, pero que también quería esconder sus problemas, la creciente desigualdad y la epidemia de VIH. Es brillante cómo la película retrata la psicopatía de Trump con el sida, desinfectando cada cosa que toca su abogado.
La cámara sigue a este chico tímido y ambicioso de Queens, rubio como Robert Redford, en el momento en que está a punto de convertirse en un hombre de éxito, al que emularán generaciones y generaciones de empresarios, como veremos en Pose. Abassi va dejando pequeños detalles de cosas que ocurrirán en la vida real tiempo después, estableciendo un simpático y entretenido juego con el espectador que primero consigue sacar una sonrisa y después una sensación de estupefacción y hasta de pavor. Entre esos detalles, el propio título del filme, The Apprentice fue el nombre que tuvo el reality televisivo de Trump, emitido de 2004 a 2007, donde él mismo era el premio. En este programa un grupo de empresarios competía para ganar el concurso y quedarse así con la dirección de una de las muchas empresas de su corporación. Si en ese espacio televisivo el emprendedor era mostrado como un héroe, aquí el emprendedor es el blanco de todas las bromas, un tipo hortera, pero también peligroso, pues da igual lo que tenga que hacer para lograr convertir un edificio en un gigante hotel de lujo que llamará la Torre Trump.
Es cierto que Abasi muestra al monstruo antes de serlo, en la intimidad, sufriendo por no estar a la altura de su padre, ese hombre protector americano que ejemplifica al votante republicano, tal y como definía en su libro George Lakoff. El lingüista hablaba de dos modelos masculinos para cada uno de los partidos: el padre comprensivo que deja hacer a sus hijos y el padre que protege a su familia, que la salvaguarda del peligro extremo, ya sea con las armas o con una educación basada en el esfuerzo y el sacrificio. Es precisamente algo interesante que puede inferirse de este biopic, que bajo la risa, cuela una advertencia muy seria, cuidado con los prohombres de familia que estrujan a los churumbeles, cuidado con una sociedad exigente, porque la insatisfacción genera monstruos, con pelo rubio y piel naranja.
Uno de los mayores peligros es su trato hacia las mujeres. La película cuenta hasta una violación a su mujer Ivana Trump, a la que interpreta Maria Bakalova. Otro es contarnos cómo las decisiones de los empresarios de aquel momento iban a marcar los grandes dramas sociales de la América de hoy. Trump consigue salvarse de las acusaciones de segregación racial en el alquiler de sus inmuebles, algo que aumentará el racismo y la división años después, como vemos cada día. También le veremos evadir impuestos, algo que perjudicará a la escasa sanidad pública que tiene el país. El filme termina con un punto interesante, sobre todo estos días, en los que hemos vuelto a hablar de la máquina del fango. Trump deja claro cómo se construye la verdad desde la mentira, una práctica que le hizo ser presidente de los Estados Unidos de América y que ahora amenaza de nuevo.