"Nos mandaron pintores a las seis de la mañana para presionarnos y que firmásemos el nuevo contrato": las voces que reflejan la actual situación de la vivienda
Este domingo unos 40 colectivos han convocado una manifestación en Madrid para reivindicar que "la vivienda es un derecho, no un negocio", tres mujeres nos cuentan los abusos y chantajes que han sufrido como inquilinas en Madrid, Barcelona y Málaga
"Nos mandaron pintores a las seis de la mañana para presionarnos y que firmásemos el nuevo contrato": las voces que reflejan la actual situación de la vivienda
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Madrid
Bajo el lema "Se acabó, bajemos los alquileres", unos 40 colectivos han convocado este domingo una gran manifestación en Madrid para poner el foco en uno de los mayores problemas que se percibe dentro de la sociedad española, el de la vivienda. El precio medio del alquiler en España ha subido en los últimos 10 años un 78%. Según datos de Fotocasa, un piso de 80 metros cuadrados en 2014 costaba 553 euros al mes, mientras que hoy, de media, cuesta 984. Un derecho, el de disfrutar de una vivienda digna, que cada vez es más complicado por la situación de un mercado disparado, pero también por los abusos a los que algunos inquilinos se están teniendo que enfrentar por parte de sus caseros o inmobiliarias.
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Celia vive en Madrid y hace justo tres semanas recibió un mensaje del propietario de su piso en el que le comunicaba a ella y a sus compañeros que había decidido transformar el salón en una habitación más para alquilar. "De ser cinco, íbamos a pasar a ser seis", explica. Después de unos días de "mucha frustración y nerviosismo" decidió llamar a su casero para intentar llegar a un acuerdo "y que el salón siguiese siendo un salón". La opción que les ofreció fue que, entre todos, pagasen 500 euros más al mes para cubrir el precio que iba a costar esa nueva habitación, es decir, 100 euros más cada uno. "Le dijimos que no podíamos permitírnoslo y su última oferta fue rebajarnos 20 euros, de 100 a 80". Fue entonces cuando consultaron a un abogado y les explicó que el propietario estaba incumpliendo el contrato. Se lo dijeron y les amenazó: "Nos dijo que iba a solicitar echarnos de la vivienda, que íbamos a tener un mes de preaviso como establecía la ley, pero que él ya se había empadronado en la casa y quería vivir allí".
Sin que sus compañeros de piso quisiesen avanzar en el proceso judicial por sus costes, acabaron aceptando, explica Celia. Pero, ¿Qué ocurre si no lo haces? Blanca, de 27 años, vive en Barcelona y este año tenía que renovar su contrato. Con la entrada en vigor de la ley que regula los precios del alquiler, su zona se consideró de las tensionadas y su casero, por las condiciones y por ser gran tenedor, pasó a estar obligado, comenta, a mantenerle el precio del contrato anterior. "Recibimos un correo electrónico en el que nos indicaban que debíamos firmar un anexo, con una fecha anterior a la entrada en vigor de la ley, y en el que se establecía que nuestro alquiler pasaba de 950 euros a 1.350", asegura.
Ante esta propuesta - inmobiliaria de por medio - decidieron no responder porque tenían todavía medio año de contrato por delante. Pero como no contestaban, la inmobiliaria inició una serie de "medidas coercitivas" como enviarles pintores a las 6 de la mañana para cubrir unas humedades "que llevaban años allí", repercutirles tributos que hasta la fecha no habían tenido que pagar y que no estaban estipulados en el contrato, como el IBI, o empezar a contactar con las personas que habían avalado el contrato, los padres de uno de sus compañeros "para asustarles diciendo que teníamos a gente viviendo ilegalmente en el piso cuando era falso".
"Respondieron diciendo que no les constaba nuestra identidad"
Desesperados, recurrieron al sindicato de inquilinos de Barcelona, que intentó mediar con la inmobiliaria y el casero, pero, se llevaron una sorpresa: "Respondieron diciendo que no les constaba nuestra identidad, que no sabían quienes éramos, que no vivíamos en el piso y que no podían atenderles", recuerda. La situación, dice, les acabó agotando psicológicamente, por lo que decidieron dejar el piso y después de unos meses de búsqueda, Blanca y sus dos compañeros han renunciado a vivir juntos y han alquilado habitaciones por separado.
Una dificultad, la de encontrar una vivienda, que es patente, sobre todo, en Málaga. Teresa es un ejemplo de ello: "Mi casero me echó de mi casa porque quería hacerla vivienda turística". Esta situación le ocurrió "hace ya unos años", pero la situación en la capital malagueña, comenta, ha ido a peor. "Estudios, pisos muy pequeños de una habitación han pasado a costar de 450 a 1.000 euros", explica indignada mientras que califica la ciudad de "parque de atracciones" porque en el centro "todo está orientado al turismo". Hasta algunos antiguos locales comerciales se están alquilando para vivir. Málaga es la provincia de España con más viviendas turísticas, con más de 41.038 registradas, según datos del INE.
Javier Liébana Giraldo
Redactor del equipo de informativos de fin de semana de la Cadena SER. Graduado en Periodismo por la...